Charles Simic en lenguaje de signos
El premio Pulitzer de poes¨ªa presenta dos libros en la FIL y lee sus versos en un auditorio formado parcialmente por estudiantes sordos
Charles Simic ha atravesado medio mundo y media Guadalajara para llegar a la Escuela Preparatoria numero 7, un centro de ense?anza preuniversitaria en el que 300 estudiantes lo escuchan con un silencio de esos que llaman reverencial. Los estudiantes llevan mochila. El poeta, tambi¨¦n. La suya est¨¢ llena de libros y poemas fotocopiados. Rodeado por dos profesores, se sienta en un sill¨®n, mira al p¨²blico y sonr¨ªe ¡°como sonreir¨ªa un peluquero lav¨¢ndole el pelo a Cameron D¨ªaz¡±. Es un verso suyo. Al borde del escenario hay un int¨¦rprete de signos que traduce sus palabras para los alumnos sordos de la Prepa (20 de un total de 7.000). Algunos preguntan en voz baja: ¡°Profe, ?despu¨¦s habr¨¢ clase?¡±.
¡°Yo ten¨ªa vuestra edad cuando empec¨¦ a escribir¡±, cuenta Simic sin perder la sonrisa. ¡°Mis amigos del instituto aparecieron con sus poemas y me dije: ¡®voy a intentarlo¡¯. Escrib¨ª uno, lo le¨ª: ?no pod¨ªa creer lo bonito que era! Al d¨ªa siguiente lo rele¨ª. Me pareci¨® terrible. No pod¨ªa ense?¨¢rselo a nadie. As¨ª que empec¨¦ a leer poes¨ªa en la biblioteca p¨²blica. Luego volv¨ª a escribir. Mejor. Sesenta a?os despu¨¦s sigo teniendo esa sensaci¨®n: una mezcla de entusiasmo y decepci¨®n. Nunca terminas un poema, solo tratas de convencerte de que est¨¢ bien y dices: ¡®d¨¦jalo as¨ª¡±. Charles Simic comienza a leer. Primero ¡®Piedra¡¯. Despu¨¦s, ¡®Tenedor¡¯. ¡°Tengo otros sobre una cuchara y un cuchillo¡±, aclara burl¨®n. No cuenta a los muchachos que justo ese poema se lo rechazaron cuando lo mand¨® a una revista en los a?os sesenta. Lo contar¨¢ al final de la lectura mientras se hace fotos con los estudiantes: ¡°Les parec¨ªa un desperdicio que malgastara mi sensibilidad escribiendo sobre cuchillos y tenedores. Para m¨ª ese era el reto. Cuando escribes sobre cosas tan cotidianas que se han vuelto invisibles el poema debe ser el mejor. ?Por qu¨¦? Porque cualquiera puede detectar si finges¡±.
¡°Ten¨ªa cinco a?os cuando una bomba de los nazis destruy¨® el edificio que hab¨ªa frente a mi casa. As¨ª empez¨® mi vida. Despu¨¦s nos bombardearon los aliados"
El poeta lee, un profesor de ingl¨¦s traduce y los chavales aplauden. A veces. Los poemas se defienden solos. Nadie ha dicho a los estudiantes que Charles Simic cumpli¨® 80 a?os en mayo, que naci¨® en Belgrado y emigr¨® a Nueva York con 15 despu¨¦s de esperar en Par¨ªs durante meses un visado para reunirse con su padre. Aprovech¨® ese tiempo para estudiar ingl¨¦s. Nadie les ha dicho tampoco que ahora es uno de los escritores m¨¢s importantes en ese idioma, que en 1990 gan¨® el premio Pulitzer con El mundo no se acaba y que una d¨¦cada m¨¢s tarde fue nombrado Poeta Laureado de Estados Unidos. Tampoco que ha venido a Guadalajara a presentar dos libros aunque esta lectura forma parte del programa Ecos de la FIL, que cada a?o reparte a los escritores por los institutos de Jalisco. A ¨¦l le ha tocado este centro de La Tuzania, un barrio ¡°popular¡± de Guadalajara al que ha llegado por una carretera flanqueada por los muros de alta seguridad de un ¡°exclusivo¡± barrio con nombre madrile?o: Puerta de Hierro. Para compensar, tampoco les han dicho que de ni?o, Simic se pas¨® meses vagando por Belgrado sin que sus padres supieran que no iba al colegio. Lo hab¨ªan cambiado de centro, sus amigos se quedaron en el antiguo y ¨¦l nunca fue al nuevo. Lo descubri¨® la polic¨ªa. Nada de eso saben los estudiantes de la Prepa 7 y escritor invitado dice ¡°no quiero darles ideas¡± cuando se le recuerda la an¨¦cdota.
Los libros que Simic ha venido a presentar a M¨¦xico son Garabateado en la oscuridad, el poemario que public¨® el a?o pasado en ingl¨¦s, y La vida de las im¨¢genes, una antolog¨ªa de su prosa. Los acaba de lanzar la editorial Vaso Roto en traducci¨®n de Nieves Garc¨ªa Prados y Luis Ingelmo respectivamente. En su lectura en la Prepa, no obstante, Simic los dej¨® de lado. Prefiri¨® leer poemas antiguos, entre ellos uno de sus preferidos: ¡®1938¡¯. Normalmente, cont¨®, escribe sin demasiada ceremonia, en un papel cualquiera, en el reverso de un sobre¡ Le gusta hacerlo en lugares p¨²blicos: un restaurante, la parada del autob¨²s. Esa vez fue distinto: ¡°Quise escribir un poema sobre el a?o en que nac¨ª, puse la fecha en Google y le di a imprimir. Salieron 94 p¨¢ginas. Me pas¨® algo inaudito: ten¨ªa demasiado material¡±. La cosa qued¨® en la treintena de versos que incluy¨® en El se?or de las m¨¢scaras. ¡°Fue el a?o en que los nazis invadieron Viena. / Superm¨¢n debut¨® en Action Comics¡±, dicen los dos primeros. Dos m¨¢s all¨¢, canturrea una cita: ¡°Seguro que fuiste un precioso beb¨¦¡¯, cantaba Bing Crosby¡±. El profesor, l¨¢stima, no canturrea al traducirlo pero a los alumnos les ha gustado. En el coloquio preguntan por la impresi¨®n que le dej¨® la Segunda Guerra Mundial: ¡°Total¡±, responde. ¡°Ten¨ªa cinco a?os cuando una bomba de los nazis destruy¨® el edificio que hab¨ªa frente a mi casa. As¨ª empez¨® mi vida. Despu¨¦s nos bombardearon los aliados. Belgrado estaba lleno de alemanes y se convirti¨® en objetivo¡±.
"Tus poemas son m¨¢s listos que t¨². Empiezas pensando en una gran met¨¢fora? y terminas escribiendo sobre un tenedor"
Al final del acto, mientras se sienta solo en el patio de butacas para hacerse un retrato, Simic recuerda c¨®mo descubri¨® que en uno de los bombarderos estadounidenses viajaba Richard Hugo, futuro poeta y amigo suyo. Cuando Hugo se enter¨® de la coincidencia, le dedic¨® un poema para pedirle disculpas. A Simic le gusta el de Hugo pero sostiene que ¡°la Segunda Guerra Mundial no produjo grandes poemas en ingl¨¦s. Como mucho, poes¨ªa pacifista, did¨¢ctica, panfletos m¨¢s que poemas¡±. Fue distinto en Europa: ¡°Los buenos poemas sobre la guerra se escribieron en Alemania, en Polonia y en otros pa¨ªses ocupados¡±. ?Ha cambiado? ¡°S¨ª, hoy se escribe buena poes¨ªa pol¨ªtica en EEEUU. La que escriben las mujeres, los negros¡¡±
?l dedic¨® a su experiencia de ni?o de la guerra algunas de las mejores p¨¢ginas de sus memorias -Una mosca en la sopa-, pero no ha cargado las tintas en sus poemas: ¡°Fue peor para los mayores. Est¨¢bamos a gusto en Belgrado pero tuvimos que irnos. Nadie quiere convertirse en un desplazado al que todo el mundo juzga¡±. Ha preferido centrarse en ¡°el misterio¡± de la vida cotidiana. ?C¨®mo consigue convertirlo en belleza? ¡°Te levantas por la ma?ana con la cabeza llena de ideas po¨¦ticas y de repente alguien grita desde el ba?o que se ha roto una tuber¨ªa¡±, responde ir¨®nico. ¡°Es la comedia humana. Tambi¨¦n hay una l¨ªrica de la fontaner¨ªa¡±. Con todo, no va a dejar de perseguir el verso que busca: ¡°Cuando perd¨ªa jugando al ajedrez me pasaba las noches dando vueltas a las jugadas¡±. Con los poemas le pasa lo mismo. Sigue durmiendo poco pero ¨¦l achaca el insomnio a las noches que, de ni?o, pas¨® en blanco escuchando la radio. Al final, reconoce, las palabras se imponen: ¡°Aunque cueste admitirlo, tus poemas son m¨¢s listos que t¨². Empiezas pensando en una gran met¨¢fora de altura metaf¨ªsica y terminas escribiendo sobre un tenedor. Siempre lo digo, es como si t¨² quisieras ir a la iglesia y el poema te llevara al can¨®dromo. Te cuesta obedecer, pero vas¡±.
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