Marvin Gaye en Flandes
La ¨²ltima etapa del cantante comenz¨® como una pel¨ªcula de Frank Capra y termin¨® como una tragedia griega
Seguramente, no habr¨ªa pasado el filtro en un concurso de guiones. Demasiados t¨®picos: un cantante mundialmente famoso desaparece de la circulaci¨®n. Acogido por un fan, se refugia en una peque?a ciudad. All¨ª se recupera, vuelve a la m¨²sica y triunfa de nuevo. En verdad, ocurri¨® exactamente as¨ª. El cantante era Marvin Gaye y a principios de 1981 ten¨ªa problemas. Hab¨ªa roto con la discogr¨¢fica que le amamant¨®, Motown: un declive en ventas complicado por el divorcio de su esposa Anna, hermana del fact¨®tum de la compa?¨ªa, Berry Gordy. Sus conciertos tambi¨¦n se resent¨ªan, por el abuso de la coca¨ªna.
Se hallaba varado en Londres, entre camellos y groupies. No pod¨ªa retornar a Estados Unidos, donde, tanto Anna como Hacienda, le reclamaban millones de d¨®lares. Y surgi¨® una posibilidad de salvaci¨®n. Freddy Cousaert, pinchadiscos belga reconvertido en promotor, viaj¨® para ofrecerle su casa en Ostende, ¡°ya sabes, a medio camino entre Francia y Holanda¡±. No piensen que se trataba de un mecenas: Cousaert regentaba una pensi¨®n junto al paseo mar¨ªtimo. Pero era invierno y no costar¨ªa mucho alquilar un apartamento. Hoy dir¨ªamos que Freddy le plante¨® un r¨¦gimen de rehabilitaci¨®n: bicicleta, gimnasio de boxeo, cancha de baloncesto.
Los habitantes de Ostende acogieron curiosos a su nuevo vecino: un negro espigado, guapo, de voz dulce. En un bar de pescadores, dudaron de que realmente fuera un cantante: les convenci¨® entonando La Marsellesa. Ocasionalmente, tambi¨¦n romp¨ªa a cantar en iglesias, sobresaltando a las beatas. Prob¨® las especialidades locales ¡ªmejillones, langosta, anguila¡ª pero en los restaurantes insist¨ªa en su plato favorito: pollo al curry.
No estaba escondi¨¦ndose. Encontr¨® un estudio junto a Waterloo. Prob¨® a trabajar con m¨²sicos locales y termin¨® llamando a instrumentistas amigos, como el organista Odell Brown y el guitarrista Gordon Banks. Detr¨¢s lleg¨® un disquero que quer¨ªa ficharle para Columbia. Y un periodista de Rolling Stone, David Ritz, que con el tiempo se especializar¨ªa en biograf¨ªas de artistas afroamericanos.
Ritz se escandaliz¨® al ver la colecci¨®n de c¨®mics er¨®ticos de Marvin, con abundantes vol¨²menes del franc¨¦s George Pichard, especialista en fantas¨ªas sadomaso. Le sermone¨®, asegurando que necesitaba alg¨²n tipo de terapia. A partir de ah¨ª, todo es pol¨¦mica: Ritz asegura que, a petici¨®n del vocalista, escribi¨® la letra de Sexual Healing. As¨ª est¨¢ acreditado, aunque otros niegan su participaci¨®n.
Esto no es un cuento o, en todo caso, no un cuento infantil. Cousaert intent¨® montarle una gira que no funcion¨®. Surgieron trabas burocr¨¢ticas: en su inefable estupidez, las autoridades belgas avisaron de que no se pod¨ªa renovar su visado. As¨ª que nadie le recrimin¨® nada cuando alz¨® el vuelo rumbo a su pa¨ªs, para preparar el lanzamiento de Midnight Love, el ¨¢lbum que inclu¨ªa Sexual Healing.
Ya conocen el resto. Aunque Midnight Love ser¨ªa el mayor ¨¦xito de su carrera, Marvin volvi¨® a las andadas. La coca le volv¨ªa paranoico pero no precavido: aunque siempre se peleaban, le regal¨® a su padre una pistola. La Smith & Wesson que su progenitor usar¨ªa para matarle en 1984, a?o y medio despu¨¦s de abandonar Ostende.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.