?Por qu¨¦ se fueron los patos, Tony?
Hoy hace 20 a?os se emiti¨® el primer cap¨ªtulo de 'Los Soprano', una serie que revolucion¨® la televisi¨®n y reflej¨® magistralmente los contrastes del alma humana
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Sentado en la sala de espera de la consulta, Tony Soprano observa la estatua de una mujer desnuda. Sus ojos perezosos se fijan en la imagen provocativa e imperturbable de la figura. Ella, a diferencia de ¨¦l, parece tenerlo todo claro, incluso su condici¨®n de estar expuesta a la vista de todos. Con su gesto torcido, Tony Soprano desconf¨ªa. La c¨¢mara se le acerca lentamente. ?Qui¨¦n narices puede tenerlo todo claro? ?Qui¨¦n demonios puede estar en este mundo sin que nada le perturbe? ?Qui¨¦n fuera estatua y dejase de transitar cargando con el maldito saco de la vida! Tony Soprano est¨¢ a punto de reaccionar, casi de reprochar a la figura algo o m¨¢s bien levantarse y marcharse de la consulta, impulsado por el pensamiento m¨¢s fuerte de todos: ?Qu¨¦ pelotas hago yo en un psiquiatra? Pero, entonces, la psiquiatra le llama a su primera consulta. Nunca m¨¢s saldr¨ªa de ella, incluso cuando dej¨® de entrar.
Aquella primera escena se emiti¨® hoy hace 20 a?os dentro del primer cap¨ªtulo de Los Soprano. Tony Soprano, jefe de una mafia de Nueva Jersey y protagonista absoluto de la serie, se sienta en el div¨¢n de la doctora Melfi. En aquel momento, hubo algo poderosamente rompedor en ver a un mafioso acudir a un psiquiatra. Era c¨®mico, pero tambi¨¦n perturbador. La primera pregunta que le suelta la doctora tiene que ver con el colapso que el mafioso tuvo en su casa, ¡°quiz¨¢ un ataque de p¨¢nico¡±, comenta ella. Pero Tony Soprano lo niega, como reconoce que es ¡°incapaz¡± de hablar con un psiquiatra. ¡°?Por qu¨¦ se desmay¨®?¡±, le pregunta Jennifer Melfi. ¡°No lo s¨¦. El estr¨¦s, tal vez. No s¨¦¡±, contesta. Dar respuesta a esa pregunta es el misterio de una historia, la de Tony Soprano y sus dos familias ¡ªla mafiosa y la otra que le da a veces m¨¢s quebraderos de cabeza¡ª, repleta de broncas, infidelidades, momentos de soledad, chanchullos, peleas, asesinatos e incluso pesadillas nocturnas que le persiguen como fantasmas encadenados.
Los mafiosos tambi¨¦n tienen estr¨¦s. Claro. Esos poderosos sin escr¨²pulos, esos ricos que viven en la ilegalidad, esos abusones, soci¨®patas y matones, esos seres de pel¨ªcula que pueblan nuestras sociedades disfrazados de toda forma y condici¨®n tambi¨¦n son vulnerables. Pero en Tony Soprano, un tipo estresado y vulnerable, se percibe algo m¨¢s. Algo para lo que ¨¦l ni ninguno de nosotros siguiendo sus pasos tenemos palabras. Se percibe algo trascendental desde que se van los patos de su piscina en ese primer cap¨ªtulo, el detonante del desmayo, el ataque de p¨¢nico o lo que sea que le hace desplomarse al lado de su barbacoa mientras cocina unas chuletas y se fuma un puro en el jard¨ªn de su casa.
Los patos. ?Por qu¨¦ se fueron los patos? Tony Soprano hizo real la tragedia moral y psicol¨®gica de Shakespeare que David Chase llev¨® a la peque?a pantalla. Desde que con el cambio de siglo Los Soprano empezaron a ganar Emmys y Globos de Oro como la gran serie dram¨¢tica de su tiempo, nunca se dej¨® de o¨ªr lo mismo: Shakespeare se col¨® en la televisi¨®n gracias a esta historia de la mafia contada en 86 episodios. Pero no solo eso. Gracias a la magistral interpretaci¨®n del fallecido James Gandolfini, Tony Soprano ha sido el personaje m¨¢s impactante que ha dado la televisi¨®n. Con su mirada infantil y tosca, ese grandull¨®n, que sonre¨ªa con ternura pero que no dudaba ni dos segundos en pegarte una paliza si le enga?abas, fue el personaje que m¨¢s ha llenado una peque?a pantalla. Repleto de matices y recovecos emocionales, Tony Soprano era la cumbre de todo un reparto fabuloso de segundos protagonistas como su mujer, su madre, su t¨ªo, sus hijos y todo el plantel de mafiosos que le acompa?aban en un vertiginoso relato de poder y supervivencia en Estados Unidos, una epopeya americana en la que retumban siempre palabras que el propio Tony dispara sin contemplaciones: ¡°La pr¨®xima vez no habr¨¢ pr¨®xima vez¡±.
De emitirse hoy, seguramente, Los Soprano no tendr¨ªan el impacto que se les presupone algunos fen¨®menos virales de la televisi¨®n. No se comentar¨ªa cada cap¨ªtulo en Twitter ni formar¨ªa parte de la cultura de la comunicaci¨®n y el entretenimiento al amparo de las redes sociales. O no. Qui¨¦n sabe. Pero lo ¨²nico cierto es que se introdujo en la psicolog¨ªa de toda una generaci¨®n. Adem¨¢s, su irrupci¨®n en la televisi¨®n norteamericana supuso una revoluci¨®n. Al igual que los creadores del Nuevo Hollywood cambiaron el paisaje del cine norteamericano en los setenta, bajo la mirada renovadora de Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Arthur Penn entre otros, David Chase con Los Soprano lo hizo de la televisi¨®n estadounidense y, por ende, de la cultura estadounidense. No podr¨ªamos entender todo el desarrollo de la filosof¨ªa HBO con sus sobresalientes series posteriores como The Wire, A dos metros bajo tierra, Roma, Boardwalk Empire o Juego de Tronos, como tampoco toda la marca Neftlix, sin la historia de Tony Soprano y los suyos. M¨¢s que ninguna otra serie hasta entonces, Los Soprano no solo pod¨ªa formar parte de nuestras vidas, sino que adem¨¢s pod¨ªa explicarlas.
Cuando Tony Soprano entra en la consulta de la psiquiatra, sucede que, realmente, entramos todos. Su lucha por manejar su propia existencia, sin ninguna gran victoria ni ning¨²n hero¨ªsmo, es una lucha compartida. Sus arrebatos de furia, sus invasiones de nostalgia, su ansiedad por la comida, su b¨²squeda de un poco de comprensi¨®n o contacto humano o su necesidad de huir forman parte de nuestra historia. Al final, Tony Soprano, todo fuego y silencio, nunca saldr¨ªa de la consulta, incluso cuando dej¨® de entrar. Puede que como nosotros. ?Por qu¨¦ se fueron los patos? Es la pregunta que desde hace 20 a?os nos hacemos por Los Soprano. Es la pregunta que, cuando nos asalta a cualquiera de nosotros, nos deja sin palabras y nos corta la respiraci¨®n. Pero, al menos, sabemos que Tony Soprano nos entender¨ªa, y nosotros a ¨¦l.
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