Ojos y o¨ªdos abiertos
Claude Debussy ten¨ªa con el piano una relaci¨®n tan ¨ªntima y libre como la de un dibujante con su cuaderno y sus l¨¢pices
Los libros de m¨²sica se leen mejor escuchando. He tenido la suerte de leer estos d¨ªas la biograf¨ªa m¨¢s reciente de Claude Debussy al mismo tiempo que escuchaba, escucho, dos grabaciones ejemplares de obras suyas. Debussy ten¨ªa una conexi¨®n muy intensa con la m¨²sica espa?ola, as¨ª que es m¨¢s de agradecer a¨²n que la suya nos llegue a trav¨¦s de dos artistas j¨®venes espa?oles, uno director de orquesta y el otro pianista, Pablo Heras-Casado y Javier Perianes. Los dos son andaluces adem¨¢s: la inspiraci¨®n espa?ola de Debussy, que estuvo tan cerca de Alb¨¦niz y Manuel de Falla, viene sobre todo de la m¨²sica popular andaluza, lo cual estoy seguro de que acentuar¨¢ la sinton¨ªa que establecen con ¨¦l Heras-Casado y Perianes, dos m¨²sicos que conjugan el rigor de su formaci¨®n cl¨¢sica con una atenci¨®n muy viva hacia lo contempor¨¢neo y lo popular. Encontr¨¦ primero el disco de obras orquestales de Heras-Casado con la Philharmonia Orchestra, y hace tan solo unos d¨ªas, el de Javier Perianes, que incluye la primera serie de los Preludios, completada por el tr¨ªptico prodigioso de las Estampas.?
Las grabaciones de los Preludios suelen abarcar juntas las dos series. Que Perianes haya elegido solo una de ellas tiene la virtud de concentrar la escucha, y de recordarnos que hay una notable distancia temporal, y hasta cierto punto de estilo, entre las dos. La a?adidura de las Estampas subraya el car¨¢cter perturbador de esta m¨²sica en apariencia tan sosegada, tan poco propensa al ¨¦nfasis y al ruido. Debussy, como dice Alex Ross de Ravel, revolucion¨® las profundidades de la m¨²sica sin agitar su superficie. Escuchando el Preludio a la siesta de un fauno dirigido por Heras-Casado percibimos su poes¨ªa y su extra?eza, pero ya no la fuerza de una novedad que ha terminado incorpor¨¢ndose a la memoria musical com¨²n. El Preludio es de 1894, aunque su verdadero impacto solo lleg¨® en 1912, cuando los Ballets Rusos de Diaghilev lo convirtieron en un espect¨¢culo de danza contempor¨¢nea, abriendo el camino que solo un a?o m¨¢s tarde culminaba con el estreno de La consagraci¨®n de la primavera. Debussy, un hombre solitario, de opiniones musicales insobornables, pod¨ªa ser atento y generoso con los compositores m¨¢s j¨®venes. En la biograf¨ªa que yo acabo de leer ¡ªDebussy: A Painter In Sound¡ª, Stephen Walsh relata el entusiasmo con el que el compositor veterano celebr¨® las dos obras rompedoras del joven Stravinski, Petrouchka y luego La consagraci¨®n. Gusta imaginar juntos y buenos amigos a dos artistas que uno admira. Seg¨²n Walsh, Debussy ten¨ªa en casa y tocaba a solas las partituras de Stravinski antes de que se estrenaran, y se sent¨® junto a ¨¦l al piano en fiestas privadas en las que se presentaban.
Leo y escucho. Parece que al o¨ªdo alerta de Debussy no se le escapaba nada. Desde muy joven, con instintiva rebeld¨ªa, se neg¨® a resignarse a la ortodoxia acad¨¦mica de las ense?anzas en el conservatorio, fosilizadas en las convenciones formales de la m¨²sica alemana. Quer¨ªa remontarse a la m¨²sica barroca francesa, a las polifon¨ªas de Palestrina y Victoria en el siglo XVI. Le gustaba el music hall, los caf¨¦s cantantes, el circo, los espect¨¢culos de marionetas. En 1889, en la misma Exposici¨®n Universal de Par¨ªs en la que se inaugur¨® la Torre Eiffel, Debussy escuch¨® unas m¨²sicas que probablemente no hab¨ªan sonado nunca antes en Europa, y que ¨¦l ya no olvid¨® jam¨¢s. Las exposiciones universales eran escaparates glorificadores del progreso t¨¦cnico y del expolio colonial. En el pabell¨®n de Java, Debussy asisti¨® a los conciertos de una orquesta de gamel¨¢n; en el de la colonia que a¨²n no se llamaba Vietnam vio un espect¨¢culo teatral acompa?ado de vientos y percusiones muy simples que lo sobrecogieron por su originalidad, su libertad sonora, su pura fuerza expresiva. Veinte a?os despu¨¦s, las armon¨ªas extra?as y los ritmos siempre fluidos del gamel¨¢n indonesio segu¨ªan presentes en su imaginaci¨®n musical. Cierro el libro de ?Walsh y, siguiendo sus instrucciones, presto una atenci¨®n m¨¢s cuidadosa a la primera de las Estampas en la grabaci¨®n de Perianes, ¡®Pagodas¡¯: ah¨ª est¨¢n esas sonoridades disgregadas y repetidas, esas armon¨ªas que incluso en un instrumento tan europeo como el piano se abren a otros universos de la invenci¨®n musical, de la percepci¨®n auditiva.
Hace falta mucha atenci¨®n: m¨¢s todav¨ªa porque se trata de piezas que uno ha escuchado muchas veces, en conciertos que recuerda bien y en grabaciones hist¨®ricas. Se deber¨ªa apreciar una obra de arte con una concentraci¨®n equivalente a la que puso su autor cuando la creaba; habr¨ªa que ser ese lector ideal aquejado de un insomnio ideal que reclamaba Joyce. En literatura, eso lo consigue un buen traductor. En m¨²sica, sin duda, un int¨¦rprete excepcionalmente preparado, y tambi¨¦n entregado. A Javier Perianes yo lo escuch¨¦ por primera vez hace bastantes a?os, tocando la M¨²sica callada, de Mompou, que tiene tanto que ver con Debussy. Ahora me doy cuenta del impulso de aprendizaje, preparaci¨®n, paciencia, descubrimiento que puede llevar a un pianista a enfrentarse a partituras como ¨¦stas. Debussy ten¨ªa con el piano una relaci¨®n tan ¨ªntima y libre como la de un dibujante con su cuaderno y sus l¨¢pices. En la brevedad de sus composiciones parece que ha quedado impresa la huella de la improvisaci¨®n y el tanteo que condujeron a ellas. Y su imaginaci¨®n musical estaba tan cerca de formas r¨¢pidas de expresi¨®n visual como el dibujo o la acuarela que los t¨ªtulos que pon¨ªa a esas piezas las iluminan desde dentro ayud¨¢ndonos a percibir su sentido. Nadie lo explic¨® mejor por escrito que Manuel de Falla, hablando de una de las tres Estampas que interpreta Perianes con sutileza misteriosa, como diciendo en voz baja los versos de un poema, en ese tono de voz que agudiza nuestro o¨ªdo al forzarnos a extremar la atenci¨®n, como la voz murmurada de Jo?o Gilberto o la de Chet Baker. Dice Falla: ¡°La fuerza de la evocaci¨®n condensada en la ¡®La soir¨¦e dans Grenade¡¯ tiene algo de milagro, cuando se piensa que esta m¨²sica fue escrita por un extranjero guiado por la sola intuici¨®n de su genio (¡). Esta m¨²sica, en relaci¨®n con lo que la ha inspirado, nos hace el efecto de im¨¢genes reflejadas al claro de luna sobre el agua limpia de las albercas de la Alhambra¡±.
Hay m¨²sicas que es preciso dejar que lo empapen a uno, que lo envuelvan, que se le hagan respirables, que lo acompa?en mientras camina, como esos ¡®Pasos en la nieve¡¯ de uno de los Preludios que Perianes toca extremando el sigilo hasta casi el silencio. Termina la m¨²sica y termina el libro de Stephen Walsh. A partir de ahora escuchar¨¦ mejor a Debussy.
Debussy: La Mer. Le Martyre de saint S¨¦bastien. Symphonic Fragments. Pablo Heras-Casado. Philharmonia Orchestra. Harmonia Mundi, 2018. 57m 4s.
Debussy: Pr¨¦ludes du 1er Livre. Estampes. Javier Perianes. Harmonia Mundi, 2018. 58m 26s.
Debussy. A painter in sound. Stephen Walsh. Penguin Random House, 2018. 336 p¨¢ginas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.