¡°Este sistema es una picadora de carne¡±
Evaristo P¨¢ramos, excantante de La Polla Records y actual l¨ªder de Gatillazo, recopila an¨¦cdotas en el libro ¡®Qu¨¦ dura es la vida del artista¡¯
Hasta dos decenas de aretes cuelgan de sus orejas. Rozan con unas llamas tatuadas en el cuello, que sobresalen de un cuerpo m¨¢s robusto en directo del que se adivina en medio de un escenario. Evaristo P¨¢ramos (Tui, 1960), excantante de La Polla Records y actual l¨ªder de Gatillazo, sigue mostr¨¢ndose a sus 58 a?os igual de lenguaraz y combativo que cuando empez¨® su singladura por los escenarios, all¨¢ por 1979. Acaba de publicar ¡®Qu¨¦ dura es la vida del artista¡¯ (Desacorde Ediciones), una recopilaci¨®n de an¨¦cdotas sobre su etapa al frente de uno de los grupos punk en castellano m¨¢s emblem¨¢ticos. Lo present¨® en un bar del barrio madrile?o de Vallecas. Y, a pesar de que su camiseta dice ¡®Trabajar no es un derecho, es una mierda¡¯, charla sin prisas, animado, convirtiendo cada respuesta en un torbellino de informaci¨®n.
Giras por la pen¨ªnsula y por Latinoam¨¦rica, enfrentamientos con el p¨²blico o algunas batallas de trastienda recorren estas 300 p¨¢ginas, donde P¨¢ramos se ha alejado de la doctrina o el an¨¢lisis. No ha querido ni pontificar sobre una ¨¦poca ni rememorarla con nostalgia. Simplemente pretend¨ªa estampar sus recuerdos. Personales e intransferibles. Incluso distorsionados o borrosos por culpa de ciertos estupefacientes. ¡°Les contaba muchas historietas a los de Gatillazo en la furgoneta y ellos me dec¨ªan que las escribiera. Al principio empec¨¦ a darle una forma m¨¢s literaria, pero ¨Ccomo no soy escritor- la idea fue que sonaran tal cual¡±, afirma.
Cada p¨¢gina luce extremadamente oral. Desde el nacimiento del grupo hasta su final, causado por varias bajas cuando ya eran ¡°como un matrimonio viejo¡±. ¡°Cada perro meaba en su ¨¢rbol, pero funcion¨¢bamos muy bien. De hecho, aunque todos tuvi¨¦ramos visiones diferentes, salieron cosas aceptables¡±, recuerda despu¨¦s de m¨¢s de 15 ¨¢lbumes de estudio y en directo. Al m¨²sico, de origen gallego, la vida le cambi¨® cuando escuch¨® a los Sex Pistols. Los berridos que profer¨ªa este grupo ingl¨¦s voltearon su adolescente coraz¨®n en Agurain, pueblo de la meseta alavesa. Y los menos de 5.000 vecinos asistieron al nacimiento de una banda con tachuelas, crestas y ropa ajada.
¡°?ramos punkis de pueblo¡±, sonr¨ªe. "Por eso nos hicimos llamar el Comando Paco Mart¨ªnez Soria. Nos d¨¢bamos la Boina de Oro a la garrulada m¨¢s gorda¡±. Su primera maqueta se llamaba ¡®?Y ahora qu¨¦?¡¯ (1982) y condensaba en trallazos de dos minutos la rabia contra la ausencia de futuro. Evaristo P¨¢ramos disparaba estribillos como obuses. Principalmente contra la autoridad y contra cualquier tipo de patriotismo. Con No somos nada, de 1986, y Ellos dicen mierda, nosotros am¨¦n, de 1990, se hicieron un grupo en el circuito y engrosaron las filas de lo que denominaron rock radikal vasco. Una etiqueta que no compart¨ªan, pero que no les qued¨® m¨¢s remedio que cargar, a pesar de que incluso entre los aficionados de la regi¨®n levantaban recelos por su cr¨ªtica al nacionalismo.
Sufrieron episodios inc¨®modos. Los conciertos sol¨ªan incluir peleas, botellazos y una enorme lluvia de escupitajos. Tambi¨¦n se les tach¨® de vendidos sin motivo aparente. ¡°Hubo muchas cosas desagradables, pero la perspectiva del paso del tiempo y los toques de humor me hacen verlas de otra forma¡±, sostiene. ?Lo m¨¢s molesto? Aquello que implic¨® enga?os del m¨¢nager o de sellos discogr¨¢ficos. Aun as¨ª, P¨¢ramos ha preferido obviarlos. Apenas da nombres. Ni de otros compa?eros de escenario ni de personas que ¡°solo quer¨ªan aprovecharse por la pasta¡±. ¡°No s¨¦ si lo he quitado por cag¨®n o por respeto¡±, arguye.
Las ganas de quejarse, sin embargo, no se le han pasado. El autor de discos como Bajo presi¨®n (1994) o Toda la puta vida igual (1999) ha continuado criticando la situaci¨®n actual en su nueva formaci¨®n. ¡°Este sistema es una picadora de carne. El poder no tiene ning¨²n tipo de escr¨²pulos. Cada vez controla otro aspecto nuevo de nuestras vidas. Es como cuando te pesca un anzuelo: ya no te suelta, y te tira m¨¢s fuerte cuanto m¨¢s te mueves¡±, asiente quien fue denunciado el pasado mes de mayo por infringir la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza. Le acusaron de insultar a la polic¨ªa durante una actuaci¨®n. ¡°Est¨¢n al detalle. Y lo justifican como una defensa para la gente. Es maravilloso¡±, bromea.
Una paradoja, esgrime, que lleva hasta a manifestarse por mantener un puesto de trabajo, aunque sea para perjudicar a otros. ¡°Tienes que luchar por tu empleo, incluso a costa de que fabriquen armas que maten a gente. Y no te queda otra, porque es eso o la puta calle¡±, comenta. ¡°Vivimos igual que antes. En el franquismo se llamaba ¡®democracia org¨¢nica¡¯ y ahora ¡®monarqu¨ªa parlamentaria¡¯. La poblaci¨®n necesita alimentos, vestimenta y un sitio donde vivir. Habr¨ªa que partir de ah¨ª para controlar la producci¨®n y el reparto, aunque lo m¨¢s importante para ser libre es ser el due?o de tu tiempo. Hay que poder andar con la cabeza alta y con tranquilidad. ?Eso pasa ahora? No. Y que no nos llamen tontos porque no lo somos¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.