Del inconveniente de haber nacido
Es uno de los retratos m¨¢s angustiosos de la infancia que he visto en mucho tiempo
Es inc¨®modo y conmocionante ser testigos en el cine (y en la vida) de las cr¨®nicas sobre el sufrimiento extremo e inconsolable, el desamparo, la soledad que estrangula, esas cosas tan ingratas. A condici¨®n de que te las creas, que te resulten de verdad, que logren implicarte. Y es particularmente punzante cuando eso lo padecen los ni?os; representan la indefensi¨®n, no puedes identificarlos con ning¨²n tipo de culpa. Y se han realizado obras maestras sobre ello. Mi favorita es El chico,un mediometraje que lleva la firma de Chaplin, su inigualable comicidad, su sentimentalismo, su po¨¦tica, su inmensa capacidad para transmitir todo tipo de sensaciones.
Pocas secuencias en la historia del cine tan desgarradoras como la de la polic¨ªa intentando separar al ni?o del vagabundo. Ni tan hilarantes como la de la criatura rompiendo cristales a pedradas para que despu¨¦s aparezca su padre adoptivo ofreciendo sus servicios de reparaci¨®n a las v¨ªctimas. Y es fascinante la secreta e hipersensible cr¨ªa de El esp¨ªritu de la colmena, su relaci¨®n con el monstruo de Frankenstein, sus miedos, su intemperie ¨ªntima. O la odisea urbana del ni?o de Los cuatrocientos golpes. Y estos tambi¨¦n pueden ser ladinos, mentirosos y manipuladores, condenar a la horca a un pirata honrado en la inquietante Viento en las velas.
Cafarna¨²m, dirigida por Nadine Labaki, afamada autora de la caramelizada Caramel, es uno de los retratos m¨¢s angustiosos de una infancia acorralada que he visto en mucho tiempo. Lo pasas mal vi¨¦ndola y al recordarla. El arranque es ins¨®lito. Un ni?o del Beirut m¨¢s lumpen, deprimido y despiadado denuncia ante un juez a sus padres por haberle engendrado. Le condenaron al infierno, a la supervivencia m¨¢s dura en la calle, a sentirse despreciado, utilizado y machacado desde que tuvo conciencia de la realidad. Dej¨® ese techo miserable y la escasa comida que llegaba a su plato cuando sus vanos progenitores, tan desdichados como ¨¦l, pero que no se cortan pariendo hijos, vendieron a su hermana de 12 a?os para casarla con un comerciante. La c¨¢mara de Nadine Labaki filma la perpetua huida del protagonista con pretensiones est¨¦ticas, acompa?ada frecuentemente de m¨²sica. Y la acusan de que esto empa?e la atroz realidad. Tambi¨¦n de que el airado cr¨ªo sea precioso. Al parecer, para ser veraz la desgracia deber¨ªa tener el rostro de King Kong. Y la c¨¢mara y los sonidos que recrean ese calvario deber¨ªan jugar a la experimentaci¨®n. La idiotez no tiene l¨ªmites.
Por mi parte, agradezco haber pasado un mal rato, vivir de cerca esa tragedia que parece lejana en las im¨¢genes que plasman los noticiarios. La imagen de ese ni?o desesperado vagando hacia ninguna parte, cuidando y protegiendo al beb¨¦ negro que codician los traficantes de la infancia y al que arrastra en una improvisada cuna de hojalata, robando y trapicheando, que aguanta por puro instinto la machacante crueldad de la puta calle hacia los parias, me deja dolorida huella en la memoria.
Para ser felices los espectadores pueden recurrir a otras opciones, como Green Book, ese producto tan calculado, previsible y eficaz. No me extra?ar¨ªa que el Oscar le otorgara su bendici¨®n suprema.
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