Half Japanese: poliamor c¨®smico
El nuevo ¨¢lbum de la banda estadounidense recibe una calificaci¨®n de 7 sobre 10
?Portentosa facultad! La de Jad Fair, decimos. Impert¨¦rrito, a los 65 a?os el hombre contin¨²a encerrado con un solo juguete. Que no es otro que su Rosebud particular, la infancia (hipot¨¦ticamente) perdida. Envidiable. Parapetado en la ni?ez, afelpado bunker con sabor a boller¨ªa proustiana, y roto el protocolo del crecer, se permite el susodicho desafiar la inclemente lluvia de obuses que depara la vida adulta. Llegada la hora de redactar los postreros cap¨ªtulos de su Bildungsroman, es decir los de la madurez, Fair defiende la inocencia por encima de la experiencia, sin que una excluya a la otra. Todos contentos.
Artista:?Half Japanese
Disco: Invincible
Sello: Fire-Popstock!
Calificaci¨®n: 7 sobre 10
Pasen y vean, pues, otro desfile de vampiros y zombis, de hipertr¨®ficos cangrejos y mu?ecos vivientes, de aquellas criaturas, en fin, que habitualmente pueblan el imaginario de este pope del proto-indie noise estadounidense, ancestro inmediato de Daniel Johnston, favorito de Kurt Cobain y objeto de un culto cuyo apogeo transcurr¨ªa en los a?os 90 del pasado siglo. Invincible, decimoctavo ¨¢lbum de estudio de Half Japanese, la banda que cofund¨® junto a su hermano en 1975, persevera en esa senda parvularia cuya leyenda reza: ¡°Joven para siempre¡±. Garant¨ªa de pureza tatuada en el coraz¨®n. Ah¨ªto de optimismo, el m¨²sculo card¨ªaco semijapon¨¦s se contrae y se esponja a lo largo de 15 nuevas canciones con alma de comic book, pero tambi¨¦n surtidas de amor a granel, poliamor c¨®smico.
En dicha ecuaci¨®n fija de Half Japanese, es esa incontinencia afectiva, precisamente, lo que vacuna a Fair contra el virus del sarcasmo incubado cuando arrecia el resentimiento a medida que se deja atr¨¢s la juventud. Positivista, aleccionador, el autor enuncia su felicidad a golpe de euf¨®rico cari?o, discurso solo alterado por el reverso de ese estado de gracia que es la puericia, esto es sus pesadillas, aunque incluso aqu¨ª, los monstruos que las habitan se conduzcan afables. Reencarnados en un sosias titiritero de Rocky Erikson & The Aliens, Fair y su cuarteto adoptan en esos episodios rugoso formato garajero; pero como son los menos, ya que prefieren so?ar despiertos, impera el pop de perenne resabio amateur, crujiente hojaldre mel¨®dico horneado con sucinto p¨¢lpito artesanal, que, si bien pulimentadas, retiene intactas todas las constantes de ese entra?able exc¨¦ntrico que es Fair, Syd Barrett punk del medio oeste americano.
A la vejez viruelas, reza el refranero. ¡°?Hurra por el amor!¡±, proclama el medionip¨®n en jefe probando que nunca es tarde para contraerlas. Propulsado por esa impronta de plat¨®nica locura divina, esa demencia que puede alcanzar la belleza a la que la cordura no llega, Invincible concilia la tragic¨®mica?idiosincrasia del ni?o grande con la vigorosa serenidad del hombre pre-senil. Cierto, mejor mirarse el declive desde esa perspectiva, sin presbicia, celebrando que por mucho que nuestra carcasa y mente se deterioren, la capacidad de querer, de amar, no s¨®lo no decrece sino que puede multiplicarse, benigno c¨¢ncer, regeneradora met¨¢stasis existencial. Acaso sea la mayor ense?anza desprendida de Invincible; con los a?os, las razones para querer devienen m¨¢s sabias... y si hay suerte algo menos ego¨ªstas.
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