Nieva sobre la historia
Polifac¨¦tico, comprometido y riguroso. Carlos Garc¨ªa-Alix vuelve a la pintura para mirar de frente al horror de la memoria y ver la historia con la piedad que reclama
Que para cantar hay que olvidar, es decir, que para que una obra art¨ªstica cuente con la inocencia y la alegr¨ªa que atribuimos a la acci¨®n de la naturaleza hace falta mirar abiertamente al tiempo que avanza y torcer el pescuezo al Angelus Novus que nos fuerza a volver los ojos hacia un pasado hecho cenizas, es seguramente una convicci¨®n higi¨¦nica. La mayor¨ªa de los artistas contempor¨¢neos que pasan por cr¨ªticos de la historia y heraldos del futuro no suelen, sin embargo, con sus operaciones pasablemente subversivas sino poner en pr¨¢ctica el dicho ¡°A moro muerto, gran lanzada¡±. Pero hay otros, muy pocos, que sostienen la mirada al horror de lo que pas¨® y que al tiempo son capaces de destilar su poes¨ªa, y eso sin echar mano de ret¨®ricas o contrase?as transgresoras, es decir, convencionales. Cuando pienso en Carlos Garc¨ªa-Alix s¨¦ que no estoy pensando, s¨®lo, en un pintor ¡ªun excelente pintor literario, o sea, institucionalmente excluido¡ª, ni en un escritor, un documentalista, un editor (por ejemplo, de Sironi en castellano) o un cineasta por separado, sino en todos ellos reunidos en un solo artista apasionado ¡ªobsesionado¡ª por la recreaci¨®n de las encrucijadas m¨¢s oscuras y tantas veces criminales de la historia, sobre todo espa?ola, del siglo XX.
Por eso de quien me acuerdo a la primera es de Baroja, igualmente volcado en la construcci¨®n de una memoria ap¨®crifa en la que esos episodios, los m¨¢s condenados de la historia, encuentran su redenci¨®n a partir de tal pasqu¨ªn, de tal fotograf¨ªa hallada en una cartera. Lo que a Baroja fueron las guerras carlistas, a Garc¨ªa-Alix es la guerra de Espa?a y las anteguerras y posguerras de un siglo, s¨ª, calamitoso, pero encendido tambi¨¦n, a sus ojos rom¨¢nticos, por la poes¨ªa de la tragedia. ¡°De la rosa rom¨¢ntica, en la nieve,?/ ¨¦l ha visto caer la ¨²ltima hoja¡±, dec¨ªa Machado en su poema al novelista. Y precisamente de esforzados caminantes contra la cellisca y la nieve, de tranv¨ªas y cornejas en una Praga nevada hablan hoy unas pinturas que aparentemente se apartan de aquellas reconstrucciones hist¨®ricas, dir¨ªamos que multidisciplinares, para replegarse a territorios m¨¢s ¨ªntimos, puramente evocadores, aunque siempre narrativos. Aparentemente. Porque hubiese sido mucho pedir que el recreador del clima sovi¨¦tico madrile?o (Madrid-Mosc¨², 2003); o del pistolerismo anarquista en libro, pel¨ªcula y pintura (El honor de las injurias, 2007), o m¨¢s recientemente de los a?os en que su abuelo el periodista Miguel P¨¦rez Ferrero encontr¨® refugio primero en el Instituto Franc¨¦s de Madrid y luego en el Colegio de Espa?a en Par¨ªs (Bandera de Francia, 2018), ser¨ªa mucho que se comportara ahora en exclusiva como aquel mero aunque excelente pintor.
Como a Baroja el siglo XIX, como a su admirado Sender, el siglo XX dio a Carlos Garc¨ªa-Alix ¡°un ascua de su fuego¡±, y alumbr¨¢ndose con ella lleva cosa de 30 a?os por calles oscuras que nadie hab¨ªa visitado desde lo ocurrido un d¨ªa o una noche fatales, encontr¨¢ndose con las viudas y los hijos de los asesinos, de las v¨ªctimas. D¨ªas y noches se titula esta exposici¨®n en la que el fuego y la nieve entran en una conversaci¨®n rara, como si el blanco manto lo fuera de piedad, de misericordia sobre el odio y la ruina. Y para eso, a este artista rom¨¢ntico le asiste la soberana iron¨ªa de quien sabe hacerse pasar a veces hasta por pintor de postales.
D¨ªas y noches. Carlos Garc¨ªa-Alix. Utopia Parkway, Madrid. Hasta el 26 de abril.
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