Nostalgia de la ¡®screwball comedy¡¯
El ¨¢mbito en el que se desarrolla la acci¨®n responde al equivalente local y contempor¨¢neo de eso que antes se llamaba una comedia de tel¨¦fonos blancos
En los a?os treinta, la screwball comedy demostr¨®, junto a las pel¨ªculas de g¨¢ngsteres del estudio Warner con su verba callejera y arg¨®tica, que los di¨¢logos del reci¨¦n nacido cine sonoro pod¨ªan ser algo m¨¢s que redundancia o puro acompa?amiento ilustrativo de la imagen: las afiladas, ingeniosas l¨ªneas de di¨¢logo que se disparaban los personajes se convert¨ªan en motor de la acci¨®n y aceleraban la velocidad y ligereza intr¨ªnsecas al g¨¦nero de la comedia. Por otro lado, la screwball comedy se convirti¨® en el territorio ed¨¦nico donde se desarticulaban los roles de g¨¦nero dominantes: en su mec¨¢nica m¨¢s paradigm¨¢tica, un personaje femenino activo y ¨¢cido chocaba contra una impenitente inmadurez masculina para favorecer un proceso de maduraci¨®n y juego compartido.
Siempre resulta esperanzador que una comedia contempor¨¢nea se acuerde de esas fuentes y ?Qu¨¦ te juegas?, ¨®pera prima de In¨¦s de Le¨®n, lo hace, aunque con el singular, y algo temerario, empe?o de armonizar esas din¨¢micas con elementos de comedia gremial propios del modelo Apatow. En ?Qu¨¦ te juegas?, el caracter¨ªstico papel de la chica screwball ¨Cmotor de transformador caos en un entorno que no es el suyo- recae sobre la figura de una monologuista de club a la que da vida Leticia Dolera. El ¨¢mbito en el que se desarrolla la acci¨®n responde al equivalente local y contempor¨¢neo de eso que antes se llamaba una comedia de tel¨¦fonos blancos: una inflexi¨®n un tanto neoliberal de los universos poblados de ricos y potentados que, con una mirada tan vitri¨®lica, recorri¨® el cine del gran Mitchell Leisen, donde el choque de clases siempre tra¨ªa consigo una suerte de aprendizaje vital.
Si en una buena screwball comedy el di¨¢logo ingenioso parec¨ªa emanar del alma de cada personaje, aqu¨ª la acumulaci¨®n de supuestas frases sard¨®nicas delata m¨¢s bien el esfuerzo manierista de un equipo de guion m¨¢s preocupado en el efecto que en la naturalidad del todo. Ni siquiera los trazos levemente queer logran ser m¨¢s que un forzado barniz de contemporaneidad. Y, desafortunadamente, el humor visual ¨Cla secuencia del acantilado- vuelve a confirmar hasta qu¨¦ punto nuestra comedia tiene oxidado ese m¨²sculo.
Babelia
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