Pasar la criba

Thomas Lilti es la prueba palpable de que, en una misma trayectoria, pueden compatibilizarse dos carreras tan exigentes como las de m¨¦dico de familia y cineasta. Su obra demuestra, asimismo, que ambas carreras no se desarrollan en territorios irreconciliables: su experiencia como m¨¦dico nutre su discurso cinematogr¨¢fico, convirtiendo una disciplina en prolongaci¨®n de la otra. Si Hip¨®crates (2014) pon¨ªa el acento en la urgencia cotidiana que condiciona la existencia de un m¨¦dico residente y Un doctor en la campi?a (2016) atemperaba su tono para acercarse al pulso entre la salud y la enfermedad de un m¨¦dico rural, Mentes brillantes, su nuevo trabajo, aborda la ¨¦pica del esfuerzo y la silenciosa, discreta gloria del sacrificio en la tensa antesala de los desvelos que regir¨¢n toda vida profesional consagrada a la medicina: el primer a?o com¨²n de los estudios relacionados con la salud, feroz proceso de criba dise?ado a la contra del desarrollo humanista que exigir¨ªa ese sector.

A pesar de que algunas voces presentes en la pel¨ªcula cuestionan el proceso y de que Lilti sabe transmitir, sin crispar el tono, la hostilidad ambiental de ese universo acad¨¦mico, Mentes brillantes no se muestra demasiado interesada en ser una pel¨ªcula de denuncia pol¨ªtica y prefiere optar por insertar la cr¨®nica de una amistad entre figuras aparentemente antit¨¦ticas ¨Cel tripitidor desencantado (Vincent Lacoste) y el novato sin verdadera vocaci¨®n (William Lebghil)- en ese ambiente. El resultado esquiva soluciones dram¨¢ticas maniqueas, pero decide instalarse en un insatisfactorio limbo entre la celebraci¨®n ¨¦pica y su contrario.