El colmillo del premio Nobel
Gustavo Tatis Guerra realiza en 'La flor amarilla del prestidigitador' un recorrido sentimental y literario por el entorno familiar de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez
El dentista de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez llevaba colgado al cuello un dije engastado en oro. No era el diente de un tibur¨®n ni un trofeo arqueol¨®gico sino un colmillo humano, el incisivo superior derecho del premio Nobel de Literatura que, adem¨¢s de paciente, fue su amigo y padrino de uno de sus hijos. Solicit¨® semejante honor el propio Gabo, sorprendido al comprobar que su nombre y el de su mujer, Mercedes Barcha, se a?ad¨ªan as¨ª a la ya larga lista de protectores y testigos que acudieron a dar fe del agua bautismal administrada al reci¨¦n nacido. Los Garc¨ªa M¨¢rquez fueron los padrinos n¨²meros 13 y 14 de la ceremonia. ?Todo un bautizo macondiano!, pudo exclamar Gabriel con entusiasmo. Gustavo Tatis Guerra cuenta esta an¨¦cdota en medio de otras muchas en su libro La flor amarilla del prestidigitador. Es un recorrido sentimental y literario por el entorno familiar de Garc¨ªa M¨¢rquez, sus sue?os y anhelos infantiles, la muy especial relaci¨®n que tuvo con sus padres y los demonios y ¨¢ngeles interiores a los que estuvo sometido y por los que estuvo encandilado a lo largo de su existencia. La tesis vertebral de la obra es la suposici¨®n de que en realidad Cien a?os de soledad es en gran medida una historia basada en la de la familia de su autor, aunque manipulada por su imaginaci¨®n y el respeto debido a la memoria de sus ancestros. El coronel Aureliano Buend¨ªa ser¨ªa as¨ª una recreaci¨®n hiperb¨®lica de su abuelo paterno.
En esta ¨¦poca en que proliferan la literatura y los libros basura sobre el periodismo (tantas veces tambi¨¦n periodismo basura) es de agradecer el esfuerzo de Tatis por ofrecernos un relato cuyo eje gira en torno a la excelencia de ambos oficios. Su texto, que no escapa a la ben¨¦fica influencia estil¨ªstica del creador de Macondo, recupera para nosotros el reconocimiento del periodismo como g¨¦nero de la literatura, algo que siempre defendi¨® Garc¨ªa M¨¢rquez, y de lo que bien puede dudarse hoy a juzgar por la miserable calidad de tantas tertulias televisivas y las columnas que inundan de mierda el comentario pol¨ªtico.
En la primavera de 1987 mantuve con Gabo en Barcelona una conversaci¨®n de m¨¢s de cuatro horas previa a la elaboraci¨®n de un libro sobre su figura que me hab¨ªa encargado Hans Meinke para el C¨ªrculo de Lectores. Fruto del encuentro fue un largo perfil del escritor y una entrevista con ¨¦l que yo convert¨ª en mon¨®logo, como para poder ser representado alg¨²n d¨ªa. Trataba as¨ª no tanto de inmiscuirme en sus palabras sino en sus sentimientos, procurando imbuirme de ellos, re¨ªr y sufrir con el personaje, y compartirlos luego con su extensa n¨®mina de admiradores. Como era habitual en ¨¦l, me pidi¨® que no utilizara grabadora para la conversaci¨®n, sino solo papel y pluma para tomar notas. Este es un h¨¢bito que siempre he recomendado tambi¨¦n yo. Lo importante en nuestro trabajo es saber escuchar, no tanto reproducir literalmente lo que otros dicen, sino lo que nosotros mismos somos capaces de entender. De otra manera corremos el peligro de traicionar al interlocutor, pues su lenguaje corporal, su mirada, sus aspavientos o su quietud forman parte tanto o m¨¢s que sus palabras de lo que quiere expresar. Como no quer¨ªa traicionar sin embargo su confianza me permit¨ª enviarle las pruebas de imprenta tanto de la peque?a biograf¨ªa que perge?¨¦ como de su improvisado soliloquio. Me las devolvi¨® con algunas correcciones menores y un mensaje escrito de su pu?o y letra: ¡°?Por fin alguien que cuenta una historia sobre m¨ª que es cierta!¡±.
Gabo ten¨ªa, seg¨²n su padre, dos cerebros. En uno le funcionaba una memoria inagotable, en el otro una imaginaci¨®n sin l¨ªmites
Ignoro si Tatis Guerra tuvo oportunidad de ense?arle a Gabo los escritos y cr¨®nicas sobre ¨¦l y su familia que ahora se han editado; pero en lo que valga mi testimonio sobre la persona del escritor, cuya amistad cultiv¨¦ durante muchos a?os, la fidelidad al personaje que de ellas emanan es absoluta. Tatis Guerra ha interrogado a los padres, hermanos, amigos, profesores y colegas de Garc¨ªa M¨¢rquez, ha buceado en el tiempo para descubrir sus semejanzas con los principales personajes de la obra capital de Gabo, ha desmenuzado sus escritos y escudri?ado sus secretos. El resultado de su investigaci¨®n, en la que no descuida la cr¨ªtica literaria, es para ¨¦l definitivo: el realismo m¨¢gico que Garc¨ªa M¨¢rquez logr¨® acu?ar como g¨¦nero novel¨ªstico, troncal para un cierto periodo de nuestra literatura, es en gran medida la transliteraci¨®n de los hechos que el propio escritor vivi¨®. T¨ªmido, educado y so?ador, Gabo ten¨ªa en opini¨®n de su padre como dos cerebros, ambos proteicos y llenos de redes neuronales. En uno le funcionaba una memoria inagotable, y en el otro una imaginaci¨®n sin l¨ªmites. Pero yo o¨ª en muchas ocasiones al propio Garc¨ªa M¨¢rquez que esta era siempre superada por la realidad misma y que el realismo m¨¢gico, en su pluma, era menos m¨¢gico y m¨¢s real de lo que la gente pod¨ªa creer. Esto no es de extra?ar para nadie que conozca Colombia. Y quiz¨¢s por lo mismo se sinti¨® siempre muy atado a su profesi¨®n de periodista, de la que intent¨® in¨²tilmente escapar y trat¨®, in¨²tilmente tambi¨¦n, que huyera el autor del libro que comentamos.
Entre los recuerdos de infancia que Tatis Guerra menciona, est¨¢ el castigo que su profesor Mesa Castillo le infligi¨® cuando ten¨ªa 10 a?os porque confund¨ªa la letra ¡°v¡± con la ¡°b¡±. ¡°Lo encerr¨® en la biblioteca para que leyera las 10 primeras p¨¢ginas de Las mil y una noches e identificara las palabras que aparec¨ªan con dichas letras¡±. Pero ¨¦l en vez de hacer eso se dedic¨® a devorar materialmente el libro y a disfrutar con sus cuentos. Estos tropiezos ortogr¨¢ficos le debieron dejar honda huella. En el reciente congreso internacional de la lengua espa?ola celebrado en C¨®rdoba todav¨ªa resonaron los ecos de su famoso discurso en el primero de dichos encuentros, habido en Zacatecas, M¨¦xico, hace m¨¢s de 20 a?os. ¡°Jubilemos la ortograf¨ªa, terror del ser humano desde la cuna; enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de l¨ªmites entre la ge y la jota¡±. ¡°?Y qu¨¦ de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos espa?oles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?¡±. Algunos pensaron entonces que aquellas propuestas, como la de interrogarse qu¨¦ sentido tiene la ¡°u¡± detr¨¢s de la ¡°q¡±, eran consecuencia de un af¨¢n provocador. Muy al contrario, surg¨ªan de una mentalidad curiosa e inocente, exenta de prejuicios, que le acompa?¨® desde la ni?ez. Los terrores nocturnos de la ortograf¨ªa ten¨ªan nombre y apellidos en los de su profesor.
Garc¨ªa M¨¢rquez muri¨® el d¨ªa de Jueves Santo de hace cinco a?os en Ciudad de M¨¦xico. En un postrer homenaje, Tatis Guerra describe con pulcra emoci¨®n sus ¨²ltimos momentos y recuerda la entereza de Mercedes, que tanto le am¨® y tanto le ayud¨® en vida, cuando dijo a sus hijos Gonzalo y Rodrigo: ¡°Aqu¨ª no llora nadie. Aqu¨ª a lo puro macho de Jalisco¡±. Admiro y admir¨¦ a Mercedes como a la mujer hermosa y fuerte de la Biblia, alguien que todo hombre de bien hubiera querido tener a su lado en tanto que madre, esposa o hija. Pero desde la distancia en que me sorprendi¨® la muerte de Gabito fui uno de los muchos que no la hicieron caso en aquel trance y llor¨¦ la p¨¦rdida del amigo. El m¨¢s grande escritor de la lengua castellana de todo el siglo XX. Quiz¨¢ desde Cervantes.
La flor amarilla del prestidigitador. Gustavo Tatis Guerra Navona, 2019. 240 p¨¢ginas. 19 euros.
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