Una simulaci¨®n del ¡®big bang¡¯ de la ficci¨®n
¡®8.38¡¯, de Luis Rodr¨ªguez, trata de lo m¨¢s parecido a un rodeo ret¨®rico para evitar caer en el lugar com¨²n de la narrativa al uso
La novela que hoy rese?o no es una novela en sentido tradicional. Tampoco es una novela experimental. Debo ser honesto y decir que para algunos lectores no ser¨¢ nada bueno leer esta novela. Pero para otros, y para este cr¨ªtico, ser¨¢ la mejor oportunidad de ver la ficci¨®n y su estatuto de destripados desde dentro. Y sobre todo, ver desde dentro al propio autor impotente ante el lenguaje, ante la ficci¨®n. Incluso ante su vida, ante la vida. El lector al¨¦rgico a la desorientaci¨®n y el desconcierto narrativos no debe comprar esta novela. No se trata de una novela que desconcierte por su argumento, por su trama, por su prop¨®sito tem¨¢tico. Desconcierta porque es la simulaci¨®n de una imposibilidad narrativa esencial. Y es la simulaci¨®n de un juego narrativo que no tiene nada de juego. Ya que alguien en esta novela cita a Carl Sagan, yo dir¨ªa que 8.38 es una simulaci¨®n del big bang de la ficci¨®n. Al primer segundo de esa explosi¨®n capital, se pone en marcha el mundo. Y la ficci¨®n.
Empecemos de nuevo. 8.38, que por cierto el t¨ªtulo hace referencia a la hora en que muri¨® Fi¨®dor Dostoievski, es la historia (o intento de historia) de un escritor llamado Luis Rodr¨ªguez que se ha suicidado. La novela se divide en tres cap¨ªtulos, cada uno de ellos son el relato de Pablo, Jacinta, una ni?a de 12 a?os, y un individuo llamada Claudio, que nada tiene que ver con la literatura, pero que sin que ¨¦l lo sepa ocupa p¨¢ginas m¨¢s propias de la imaginaci¨®n que de la vida misma. Pablo, tambi¨¦n novelista, es amigo de Luis y se empe?a en escribir la novela que apenas pudo empezar su amigo. Pablo sabe que Luis ten¨ªa un proyecto argumental: escribir sobre la trampa que el brigada An¨ªbal Briz tiende a los emboscados Opo y Manuel. Ese era un comienzo. Seg¨²n Pablo (que es quien narra en primera persona, como lo har¨¢n tambi¨¦n Jacinta y Claudio), Luis Rodr¨ªguez ten¨ªa otro pensado por si el primero no funcionaba.
En un determinado momento de esta novela, alguien echa mano de un aforismo, sugestivo y provocador como todos los suyos, de Karl Kraus, que dice algo as¨ª como ¡°el que escribe lo hace porque no tiene el suficiente car¨¢cter para no hacerlo¡±. Eso me recuerda a una novela que le¨ª hace unos a?os en la que un escritor, lleno de car¨¢cter, seg¨²n la sentencia de Kraus, se instala en una isla precisamente para no escribir. A m¨ª me parece que 8.38 trata de lo m¨¢s parecido a un rodeo ret¨®rico para evitar caer en el lugar com¨²n de la narrativa al uso. El escritor, ll¨¢mese Luis Rodr¨ªguez o quien ocupe su lugar en la novela, se enfrenta al lenguaje, se enfrenta a la maquinaria y a la conciencia de tener (y no poder) que engrasarla y ponerla a punto para que una cansina ficci¨®n no se repita hasta el infinito. Otro en la novela emite una resignada conclusi¨®n: ¡°En lo esencial, la verdad no tiene prestigio¡±. La novela, como artefacto de la imaginaci¨®n, tampoco la tiene. Por eso se apela tanto al manido reclamo: ¡°Basada en hechos reales¡±. Luis Rodr¨ªguez ha concebido una inteligente y sutil antinovela, cuando pudo haber escrito una novela que nunca sabremos si hubiera sido buena o mala.
8.38. Luis Rodr¨ªguez. Candaya, 2019. 188 p¨¢ginas. 16 euros.
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