S?o Paulo exhibe el Brasil m¨¢s diverso de Tarsila do Amaral
El MASP acoge 92 piezas en la retrospectiva m¨¢s amplia de la pintora modernista, autora de la obra brasile?a m¨¢s cara
A los miles de visitantes que hacen largas colas estos d¨ªas en S?o Paulo para ver la exposici¨®n de Tarsila do Amaral (1886-1973) no los recibe su cuadro m¨¢s famoso ¡ªAbaporu¡ª sino La Negra, el retrato de una mujer con la que la m¨¢s c¨¦lebre de las pintoras del modernismo brasile?o compart¨ªa g¨¦nero y poco m¨¢s. Sus vidas dif¨ªcilmente pod¨ªan ser m¨¢s dispares. La privilegiada hija de la aristocracia cafetalera paulista formada en Par¨ªs y una mujer que probablemente fue esclavizada en una de las haciendas de la familia Do Amaral. La reci¨¦n inaugurada Tarsila popular, su retrospectiva m¨¢s amplia, pretende ampliar la mirada sobre la pintora; explorar su relaci¨®n con el Brasil de las festividades religiosas, el Carnaval, las leyendas ind¨ªgenas¡ Para la ocasi¨®n, Abaporu ¡ªla obra m¨¢s cara de un artista brasile?o, valorada en unos 40 millones de d¨®lares¡ª ha regresado a la ciudad donde fue pintado. La muestra est¨¢ abierta en el el MASP (Museo de Arte de S?o Paulo Assis Chateaubriand) hasta el 28 de julio.
Tarsila, como firmaba sus cuadros, siempre fue famosa en Brasil, pero la retrospectiva que el a?o pasado le dedic¨® el MoMA aument¨® su popularidad ante el p¨²blico internacional. A finales de febrero, el museo neoyorquino pag¨® 20 millones de d¨®lares por uno de sus cuadros, A Lua; el precio m¨¢s alto alcanzado nunca por un artista de Brasil. La pintora regresa a casa con 92 obras, entre lienzos y bocetos, que abarcan de los a?os veinte a 1969, incluidos los m¨¢s tard¨ªos, despreciados y olvidados.
¡°Lo esperado hubiera sido mostrar la sant¨ªsima trinidad tarsiliana junta, La Negra, Abaporu y Antropofagia. Pero nosotros colocamos a La Negra con los autorretratos para mostrar la relaci¨®n de Tarsila con la idea de alteridad¡±, explica en una entrevista Fernando Oliva, uno de los dos comisarios de la muestra. El retrato de la mujer de grandes labios y desmesurado pecho siempre fue controvertido. Incomod¨® que una se?ora bien cosmopolita eligiera esa protagonista. Como se explica junto al cuadro, las esclavas se alargaban los pechos con piedras para poder ech¨¢rselos a la espalda y amamantar as¨ª a sus beb¨¦s. Detalles de una brutal esclavitud que Brasil solo aboli¨® en 1888, dos a?os despu¨¦s del nacimiento de Tarsila.
La direcci¨®n del MASP, explica Oliva, tiene vocaci¨®n de mostrar al p¨²blico nuevas perspectivas a las que la historiograf¨ªa can¨®nica no ha prestado mucha atenci¨®n en las ¨²ltimas d¨¦cadas. ¡°Es un movimiento para descolonizar la historia del arte porque si no vamos a estar todo el tiempo repitiendo que Tarsila se basa en Fernand L¨¦ger y Andr¨¦ Lhote, sus maestros europeos¡±.
Eso explica la ubicaci¨®n de Abaporu, esa persona desnuda con un inmenso pie junto a un sol y un cactus. Este cuadro al que los brasile?os le tienen tanto cari?o y Antropofagia escoltan El Bautizado Macuna¨ªma, protagonizada por indios amaz¨®nicos, enfatizando los v¨ªnculos de los tres con la cultura ind¨ªgena de Brasil. Abaporu, que significa ¡°hombre que come personas¡± en tup¨ª guaran¨ª, es el t¨ªtulo que Tarsila dio a la tela que regal¨® a su primer marido, Oswald de Andrade, y que inspir¨® a este el Manifiesto Antrop¨®fago, documento fundacional del modernismo en Brasil, que canibalizaba el arte extranjero para crear con elementos locales una nueva cultura moderna.
En paralelo a Tarsila popular, el MASP inaugur¨® otra exposici¨®n sobre la obra de la arquitecta italiano-brasile?a Lina Bo Bardi dentro del ciclo Historias de mujeres, historias feministas, eje tem¨¢tico las muestras de este a?o.?
El p¨²blico ha recibido a la pintora con entusiasmo. Un martes reciente, d¨ªa de entrada gratuita, la muestra estaba abarrotada de adultos, escolares y familias que se hac¨ªan irreverentes selfies ante las obras. Todos ellos estudiaron a Tarsila en la escuela y algunos la recuerdan en un serial televisivo de hace a?os sobre los modernistas brasile?os.
La muestra incluye el cuadro de una idealizada favela de R¨ªo de Janeiro que le abri¨® las puertas a su primera exposici¨®n en Par¨ªs -¨¢vido de contribuciones art¨ªsticas extranjeras¡ª, escenas del Carnaval carioca, de paisajes de Minas Gerais en su viaje por el interior para redescubrir su pa¨ªs o de una S?o Paulo que se asomaba al progreso con trenes, rascacielos y torres de tendido el¨¦ctrico. Todos dibujados con colores vivos -que hab¨ªan sido desde?ados por ser caipira, r¨²sticos¡ª, trazo limpio y formas contundentes.
El optimismo que impregna las primeras fases de su obra se evapora en 1929. El a?o en que cambi¨® su vida, la de Brasil y la del mundo. El crash de Nueva York hizo que la fortuna familiar de evaporara al hundirse los precios del caf¨¦ (a su abuelo lo apodaban el millonario), un golpe de Estado acaba con la rep¨²blica y su marido y socio intelectual la deja por una escritora feminista m¨¢s joven.
Comienza entonces una nueva fase, m¨¢s social, en la que sus cuadros reflejan otra cara de la modernidad, el desembarco en las urbes de brasile?os del interior como mano de obra para las f¨¢bricas. Operarios, de 1933, muestra fielmente la enorme diversidad racial que caracteriza a Brasil por las pol¨ªticas para atraer a inmigrantes que sustituyeran a los esclavos tras la abolici¨®n. Ese mosaico de retratos incluye trabajadores de rasgos japoneses, mujeres ¨¢rabes, italianos, negros¡ junto a unas sovi¨¦ticas chimeneas, inspiradas por un viaje a la URSS con su segundo esposo, un siquiatra comunista, tras el que fue detenida por "actividades subversivas¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.