?Sardinas frescas!
Cayetano dio dos vueltas al ruedo en una tarde de toros mal presentados de Domingo Hern¨¢ndez
LOS ESPARTALES, HERN?NDEZ / VENTURA, EL JULI, CAYETANO
Dos toros despuntados para rejoneo de Los Espartales, mansotes y descastados; y cuatro de Domingo Hern¨¢ndez, mal presentados, segundo tercero anovillados, blandos, nobles y descastados..
Diego Ventura: tres pinchazos y rej¨®n ca¨ªdo (ovaci¨®n); pinchazo, rej¨®n y tres descabellos (ovaci¨®n).
El Juli: pinchazo, estocada trasera, tres descabellos -aviso- y cuatro descabellos (silencio); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
Cayetano: estocada (petici¨®n y vuelta al ruedo); pinchazo y estocada (leve petici¨®n y vuelta por su cuenta).
Plaza de La Maestranza. 8 de mayo. Novena corrida de la Feria de Abril. Lleno.
En lugar de toros, en La Maestranza hubo sardinas. Frescas y relucientes, es verdad, pero sardinas, por lo que la plaza se convirti¨® en una pescader¨ªa, lo cual no est¨¢ nada bien. Y la gente se las comi¨® ¡ªlas sardinas¡ª sin rechistar. Cosas de la modernidad... Se anunciaron toros, pero escasearon, y eso, en plena Feria de Abril, y en la muy prestigiosa plaza sevillana no se debiera consentir.
La ausencia de queja no exime de responsabilidad a la autoridad, los toreros y la empresa. La ausencia de queja es la prueba evidente de la crisis de la fiesta, en la que se ha perdido la exigencia, condici¨®n imprescindible para su supervivencia.
El Juli, figura indiscutible del toreo, nunca debi¨® anunciarse con la sardina que lidi¨® en primer lugar. Eso es una falta de respeto a Sevilla y a ¨¦l mismo, y lo peor no es que ese novillo fuera impresentable, sino que su condici¨®n era de un manso cordero. As¨ª, no, por favor; as¨ª, acaban ustedes con la fiesta, mucho antes que los antitaurinos.
Lo capote¨® a placer, con m¨¢s tranquilidad que en un tentadero, por templadas ver¨®nicas y chicuelinas con las manos bajas; y en la muleta, el comportamiento pastoril del toro ¡ªcon perd¨®n¡ª qued¨® una vez m¨¢s de manifiesto. Tard¨® en entenderlo el torero en una faena larga, de menos a m¨¢s, que desluci¨® con un p¨¦simo manejo del descabello.
Y hermano gemelo parec¨ªa el primero de Cayetano, torero proclive a la gestualidad y al enfado. Algunos de los naturales que traz¨® tuvieron empaque y escaso mando, quiz¨¢ porque se le ve m¨¢s preocupado por la colocaci¨®n est¨¦tica que por el toreo de verdad.
M¨¢s apariencia de toro tuvo el segundo de El Juli, con el que no pudo redondear faena por su escaso recorrido y codicia. Demostr¨® el torero, no obstante, su solidez y exprimi¨® la pobre embestida de su oponente. Tambi¨¦n en este fall¨® con el descabello y la plaza guard¨® silencio.
A por todas sali¨® Cayetano en el ¨²ltimo. Muleta en mano lo recibi¨® por alto sentado en el estribo. Bondadoso como toda la corrida, el animal repiti¨® con exquisita nobleza y le permiti¨® al torero un superficial lucimiento con tandas despegadas, salpicadas de m¨¢s pasi¨®n que hondura. Fue exigente con la m¨²sica, a la que mand¨® callar, molesto, quiz¨¢, porque no le hab¨ªa acompa?ado en los primeros compases de la faena, pero, como se ve, no act¨²a con la misma decisi¨®n a la hora de elegir los toros.
Abri¨® plaza el rejoneador Diego Ventura, y otra vez demostr¨® que ha alcanzado la cima del toreo a caballo. Pero se le ve tan f¨¢cil, tan c¨®modo, que le cuesta emocionar. Sobre todo, si se enfrenta a toros simplemente nobles, simplemente tontos, apagados y agotados como los de ayer. Es verdad que en los dos fall¨® con el rej¨®n de muerte; es verdad que protagoniz¨® momentos cumbres a lomos de una cuadra que raya la perfecci¨®n, pero se muestra tan sobrado que comunica mucho menos de lo que pudiera.
Con Nazar¨ª cincel¨® un monumento al temple, a dos pistas, sencillamente perfecto; y al quiebro con L¨ªo, y a dos manos y sin riendas con D¨®lar; fall¨® en las banderillas con Sue?o, pero el conjunto de su actuaci¨®n fue de un consumado maestro. Qu¨¦ pena que no se enfrente a toros que parezcan y sean toros.
La corrida del jueves
Toros de Santiago Domecq para El Cid, Miguel ?ngel Perera y Paco Ure?a.
Babelia
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