¡°Tenemos en marcha guerras que parece que no acabar¨¢n nunca¡±
El alem¨¢n Daniel Kehlmann traza un inquietante paralelismo entre la Europa del XVII y la actual en su brillante y quijotesca ¨²ltima novela: 'Tyll'


Le comparan con Umberto Eco. A ¨¦l le resulta halagador. Ian McEwan y Jeffrey Eugenides lo consideran su escritor alem¨¢n favorito. ?l preferir¨ªa que hablase de ¨¦l Cormac McCarthy. Aunque, evidentemente, no piensa quejarse. ¡°Cuando est¨¢s en la cresta de la ola, cuesta darte cuenta de lo que ocurre a tu alrededor¡±, dice. No se refiere Daniel Kehlmann (M?nich, 1975), a su propio ¨¦xito, imparable desde que en 2005 publicara La medici¨®n del mundo, hit internacional ¨C se tradujo a 40 idiomas ¨C e inicio de su consolidaci¨®n astron¨®mica como escritor ¨C hoy en d¨ªa en Alemania se dir¨ªa que no tiene rival en cuanto a altura literaria y ambici¨®n ¨C, sino a la posibilidad de que en su pa¨ªs se est¨¦ abandonando, poco a poco, la sesuda instrospecci¨®n como veh¨ªculo narrativo y se empiecen a adoptar nuevas formas como, por ejemplo, la novela de aventuras. Porque eso precisamente es Tyll (Literatura Random House), su ¨²ltima novela, una novela de aventuras.
¡°Me hab¨ªa jurado no volver a hacer una novela hist¨®rica, pero supongo que no cumplo mis promesas. Cuando empec¨¦ a obsesionarme por la ¨¦poca en la que transcurre Tyll (la de la monstruosa Guerra de los 30 a?os, es decir, el siglo XVII), me dije que no hab¨ªa nada de malo en volver al g¨¦nero¡±, recuerda. De eso hace diez a?os. Hace diez a?os que Kehlmann se obsesion¨® con el miedo con el que se viv¨ªa en esos tiempos ¡°de tremendas guerras religiosas¡±, en los que ¡°a¨²n se cre¨ªa en la magia¡±, en que un conjuro pod¨ªa parar cualquier cosa, y un maleficio destruirte. ¡°De alguna forma subliminal fue como si me estuviera adelantando a lo que estaba por venir, porque si cuando empec¨¦, el mundo parec¨ªa un lugar pac¨ªfico, a medida que iba avanzando en su escritura, se fue volviendo cada vez m¨¢s y m¨¢s violento¡±, dice. En cierto sentido, ¡°cada vez m¨¢s parecido a aquel del que estaba hablando¡±.
Como todo buf¨®n, Tyll es una especie de soci¨®pata, cuyo esp¨ªritu encarna, en la cultura pop, el payaso maldito Daniel Kehlmann
Es un soleado d¨ªa de mayo en Barcelona. Kehlmann da sorbos a una taza de caf¨¦. Acaba de llegar de Tur¨ªn. Intenta explicar la importancia de Tyll, el protagonista, en la cultura germ¨¢nica, y no solo germ¨¢nica. ¡°Es una figura arquet¨ªpica, un buf¨®n, tambi¨¦n conocido en Holanda y parte de Francia¡±, dice. Es habitual, apunta, que hoy en d¨ªa se le utilice para todo tipo de material l¨²dico did¨¢ctico infantil, algo que, asegura, ¡°desvirt¨²a por completo¡± la idea del personaje que ¨¦l rescata en su novela. ¡°El verdadero Tyll es divertido, s¨ª, pero tambi¨¦n es malvado y antisocial, hace cosas horribles sin raz¨®n. Como todo buf¨®n es una especie de soci¨®pata, cuyo esp¨ªritu encarna, en la cultura pop, el payaso maldito¡±, relata el escritor. Pero ?qu¨¦ ocurre exactamente en Tyll, y por qu¨¦ necesitaba rescatar esa figura arquet¨ªpica para contar, de una manera tambi¨¦n decididamente pop, la Guerra de los 30 a?os? ¡°Si lo llevo del siglo XIII, en el que vivi¨®, al XVII, es porque lo necesitaba para contar la historia¡±, contesta.
Y en lo que la historia consiste es una suerte de biograf¨ªa del personaje en cuesti¨®n, atravesada por todo tipo de monstruosos acontecimientos ¨C desde el juicio por brujo a su padre, en un tribunal de la Inquisici¨®n, a un episodio protagonizado por Mar¨ªa Estuardo, la reina a la que, dicen, decapitaron tres veces ¨C, que describen un periodo que, para Kehlmann, tiene mucho que ver con el nuestro. ¡°Si nos fijamos, ?qu¨¦ ocurri¨® antes de todas esas grandes guerras religiosas del siglo XVII? Se invent¨® la imprenta. Europa se llen¨® por primera vez de octavillas. La gente empez¨® a volverse loca. Estaban inundados de propaganda pol¨ªtica e ideol¨®gica. Necesitamos de un tiempo largo para asimilar todo aquello. De la misma manera que hoy en d¨ªa necesitamos asimilar la explosi¨®n de informaci¨®n de las redes sociales. El mundo est¨¢ inundado de propaganda otra vez hoy en d¨ªa. Y tenemos en marcha guerras que parece que no vayan a acabar nunca¡±, dice.
Se refiere a la guerra en Siria, a la que compara, directamente, con la Guerra de los 30 a?os. ¡°Es sumamente dif¨ªcil, en ambas, determinar qu¨¦ papel juega la religi¨®n, pero sabes que es un papel destacado. En ning¨²n caso se ve el fin, no se sabe c¨®mo ganarla, como no se supo en la Guerra de los 30 a?os, pero para las fuerzas que intervienen, es m¨¢s costoso por sus intereses, darla por terminada, que continuar, as¨ª que simplemente contin¨²an sin que nada tenga ya sentido¡±, asegura. Influido a la vez por Cormac McCarthy ¨C ¡°en su Meridiano de sangre pensaba a la hora de describir una ¨¦poca tan arcaica y brutal, esa forma de estar perdido en un paisaje descorazonador y a la vez en peligro constante¡±, apunta ¨C , el realismo m¨¢gico y un sentido del humor que no resultara ajeno a los lectores de Terry Pratchett, Kehlmann dibuja ¡°un mosaico de vidas cruzadas¡± que tiene mucho, como vemos, de espejo hist¨®rico (casi tecnol¨®gico).
?Va a volver a prometerse no escribir una novela hist¨®rica nunca m¨¢s? ¡°Por supuesto, ya lo he hecho. Aunque nunca se sabe si uno va a cumplir sus promesas¡±, contesta, divertido. En cualquier caso, admite que su actitud ante cada novela es la de un pintor que estuviera ante un lienzo en blanco la primera vez que empu?a un pincel. ¡°En cada nuevo libro hay que reaprender a escribir. De hecho, no sabes bien c¨®mo est¨¢s escribiendo un libro hasta que no llevas tres cuartas partes de ¨¦l escrito. Para cuando llega el final, ya te has acostumbrado a esa nueva manera de narrar, que acabar¨¢ con ese libro, y que adoptar¨¢ una forma distinta en el siguiente¡±, dice. Respecto al ¨¦xito, considera que le ha permitido ser libre. ¡°Un ¨¦xito no hay que intentar repetirlo, hay que utilizarlo para probar cosas nuevas¡±, concluye.
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