La mirada err¨®nea
De poco le sirve a la pel¨ªcula la belleza de sus encuadres en exteriores e interiores
Una de las grandes virtudes de Call Me By Your Name, reciente pel¨ªcula de Luca Guadagnino, era que en su romance entre dos hombres nunca se remarcaba su condici¨®n homosexual. Historia de amor. Punto. Ni se lo planteaban sus personajes principales ni los secundarios ni el propio autor. Tan natural como la vida misma en un ambiente de tolerancia y progresismo ideol¨®gico y moral.
ELISA Y MARCELA
Direcci¨®n: Isabel Coixet.
Int¨¦rpretes: Natalia de Molina, Greta Fern¨¢ndez, Tamar Novas, Manolo Solo.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2019.
Duraci¨®n: 113 minutos.
Pero lo que puede ser un modelo de acercamiento ¨¦tico en una determinada pel¨ªcula puede resultar una tumba de concepto para otra. Y as¨ª ocurre con Elisa y Marcela, que hoy se estrena en salas y el 7 de junio en Netflix, representaci¨®n de Isabel Coixet de la historia real de dos mujeres gallegas que en el paso del siglo XIX al XX vivieron una historia de amor, e incluso llegaron a casarse por la Iglesia mediante un subterfugio en forma de disfraz masculino para una de ellas. Un relato en el que durante el proceso de conocimiento mutuo ninguna de las dos protagonistas plantea dudas acerca de lo que est¨¢ experimentando en su mente y en su coraz¨®n, donde no hay conflicto interior alguno, y donde llegan a la cima como si fueran dos seres humanos de 2019 en un pa¨ªs avanzado y no en una aldea de la Espa?a negra pintada por Solana. Como si sentir lo que sienten fuera lo m¨¢s natural del mundo. Y lo es, desde luego, pero visto desde el ahora y no desde un tiempo y un lugar en los que esa espontaneidad era simplemente inconcebible.
Dos mujeres a las que, para acabar de derrumbar la pel¨ªcula, Coixet filma con el esteticismo y el erotismo de un anuncio de perfumes, en unas secuencias de sexo en las que ambas se mueven, se besan, se acarician y fornican con el conocimiento del propio cuerpo y del deseo mutuo de la contemporaneidad, y no como una (valent¨ªsima) ruptura de tab¨²es y barreras ejercitada desde el m¨¢s absoluto desconocimiento. Recordemos, aunque solo sea por un momento, las secuencias de sexo de Brokeback Mountain, de Ang Lee, donde sus dos vaqueros se mov¨ªan como animales en celo, demostrando un amor mucho m¨¢s plausible y real que el de las engoladas im¨¢genes creadas por la directora de Cosas que nunca te dije y Mi vida sin m¨ª.
A Coixet, tambi¨¦n guionista en compa?¨ªa del novel Narciso de Gabriel, le traiciona incluso el lenguaje: ¡°Antes de casarme con un hombre har¨ªa cualquier cosa¡±, dice a¨²n en los proleg¨®menos de su relaci¨®n, antes de su acercamiento final, una de las mujeres. ¡°Con un hombre¡±, un complemento que claramente sobra, pues en esos d¨ªas el casarse con una mujer no cab¨ªa en cabeza alguna. De poco le sirve a la pel¨ªcula la belleza de sus encuadres en exteriores e interiores, acrecentada por el blanco y negro en el que est¨¢ filmada. La personalidad de estas dos bravas mujeres merec¨ªa un acercamiento riguroso, aguerrido y de car¨¢cter social, y no la mirada contempor¨¢nea del que pretende mitificarlas para colocarlas en un (merecido) p¨²lpito de la lucha por los derechos civiles. Coixet simplemente ha hecho una lectura del pasado desde los c¨®digos visuales, morales, sociales, sexuales y hasta sint¨¢cticos del presente. Un error may¨²sculo.
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