Caballero de ¡°la exacerbaci¨®n y la desgana¡±
Una visita al Caballero Bonald de hace medio siglo y al de ahora
De manera tenaz, como un obrero del l¨¢piz y la poes¨ªa, Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald ha escrito libros que lo miran a ¨¦l y nos miran con una distancia que comprende edad e inteligencia. Sus memorias, las de la guerra mezquina (Tiempo de guerras perdidas) y las de la paz conservada en f¨®sforo (La costumbre de vivir),est¨¢n llenas de escaramuzas, batallas entre escritores o contra polic¨ªas, de cuando era gris el horizonte de este pa¨ªs al que ¨¦l naci¨® en 1926, hijo de Jerez e Hispanoam¨¦rica.
Con esa tenacidad que le ofreci¨® la biograf¨ªa de or¨ªgenes cubanos y de tendencia a irse de cualquier sitio ha narrado su historia hasta con m¨²sica. Sus libros de poes¨ªa afirman la memoria y el olvido. Pues el olvido es palabra tan dicha en esos versos que se dir¨ªa que no ha hecho otra cosa que tachar para hallar lo que de veras quiere decir en los vol¨²menes m¨¢s grandes de su prosa. Escribir del olvido, pues, es su materia, y las memorias son el resultado de sus tachaduras. En ¨¦l, como defini¨® Mario Benedetti en una especie de epigrama, es el olvido el que est¨¢ lleno de memoria. Y a partir de la constancia con que la sintaxis lo ha asistido como si fuera una melod¨ªa interior ha ido escribiendo poes¨ªa singular, prosa extraordinaria.
A veces recibe ahora llamadas en casa, donde reposa de la edad y de la desgana de salir a la calle, pues va para 93 a?os y ya no es serio salir a escuchar tonter¨ªas a los salones vac¨ªos y a las depauperadas tabernas. En una de esas llamadas le ped¨ª una foto vieja en la que ¨¦l estuviera joven, para dar noticia aqu¨ª de que ¨¦l sigue atento a lo que sucede en este laberinto de aceite y de aceitunas.
Y entonces me envi¨® la fotograf¨ªa que ilustra esta p¨¢gina. Lo hizo con la diligencia del que ha sido, tambi¨¦n, trabajador por cuenta ajena en tiempos en que los escritores trabajaban de ingenieros o de correctores y sal¨ªan por la tarde al aire a encontrarse, a la vez, con la memoria y el olvido.
Unas horas m¨¢s tarde de recibir el retrato (logrado por su mujer, Pepa Ramis, mallorquina que una vez lo salv¨® de morir ahogado, cuando ¨¦l trataba de enamorarla con sus proezas n¨¢uticas), me encontr¨¦ en la librer¨ªa D¨¦dalus con una de sus primeras antolog¨ªas (el libro parece intonso, quien lo vendi¨® no lo ley¨® nunca, al parecer), aparecido hace tanto con el t¨ªtulo Vivir para contarlo (1969). Editado con la contundencia con que Carlos Barral le daba autoridad a los libros, lleva en portada un retrato de Pepe que se parece a este que ven y que le hizo Pepa en Bogot¨¢ en 1960. ¡°Yo ense?aba entonces Literatura Espa?ola en la Universidad Nacional y uno de mis disc¨ªpulos era Fernando Vallejo¡±. Y la foto de este libro de 1969 es ¡°tres o cuatro a?os posterior a la de Colombia¡ Est¨¢ hecha en la costa atl¨¢ntica gaditana, cerca del Pinar de la Bre?a, y la hizo un amigo m¨ªo, Alfonso Sol¨ªs. Vivir para contarla es el t¨ªtulo de las memorias de Gabo, quien despu¨¦s de alg¨²n intercambio de opiniones conmigo, opt¨® discutiblemente por utilizar el pronombre femenino ¡ªcontarla¡ª, que es uso gramatical muy forzado, pero que as¨ª se diferenciaba de mi Vivir para contarlo. Pienso que no fue una buena idea¡±.
1969. ?Y qu¨¦ pasaba entonces por su cabeza? ¡°Pues no s¨¦¡ Cuando volv¨ª de Colombia me sent¨ª medio perdido¡ Me pas¨¦ a?os sin escribir y, como no escrib¨ªa, tampoco me importaba mucho la literatura. Pero, eso s¨ª, en lo que me ocup¨¦ bastante fue en la lucha antifranquista¡±. ?Y qu¨¦ pasa ahora, Pepe, en este pa¨ªs ¨¢spero? ¡°Tengo muchos a?os y ando un poco abatido¡ Ya no escribo ni s¨¦ lo que se escribe por ah¨ª. Asisto con una mezcla de exacerbaci¨®n y desgana al espect¨¢culo general del pa¨ªs. Cada vez hay m¨¢s mediocres encumbrados. Esos son los que hacen m¨¢s ruido¡±.
Los ¨²ltimos versos de aquella recopilaci¨®n acaban as¨ª: ¡°A¨²n estamos a tiempo / de no querer salir del laberinto¡±. ?Qu¨¦ le sugiere ahora la palabra laberinto? ¡°El laberinto espa?ol es un libro de Gerald Brenan. Bueno, ese es un t¨ªtulo y un diagn¨®stico. El laberinto consecutivo de la vida espa?ola¡±.
En Vivir para contarlo escarba en el olvido. La esencia de recordar tiene esa rabiosa voluntad de contar la memoria tachando a la vez la alevosa costumbre de vivir.
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