Conquistadores, lo que no se ense?a en la escuela
Juan Eslava Gal¨¢n y Daniel Arveras reconstruyen en sus ¨²ltimas obras las figuras de los principales personajes espa?oles y americanos que formaron parte de la colonizaci¨®n del continente
El escritor e historiador Juan Eslava Gal¨¢n estaba sentado tom¨¢ndose un refresco en la plaza de Zacatecas (M¨¦xico) cuando ¡°el barrendero escob¨®n¡± le dijo: ¡°Por nuestras venas corren, mezcladas y re?idoras, las sangres mexica y espa?ola, por eso nos atormentamos y nos perdemos en laberintos de soledad¡±. Ahora, dos libros, La conquista de Am¨¦rica contada para esc¨¦pticos (Planeta), de Eslava, y Conquistadores olvidados (SND Editores), de Daniel Arveras Alonso, recuperan el recuerdo de una de las "mayores empresas de la humanidad" e intentan explicar a los lectores las palabras del militar y explorador?Bernal D¨ªez del Castillo (1492-1584). ¡°Jam¨¢s ha habido hombres en universo que tal atrevimiento tuviesen¡±. ¡°Esto no se ense?a en los colegios¡±, asegura Arveras, ¡°pero es nuestra incre¨ªble historia¡±. Y la del limpiador fil¨®sofo de la plaza mexicana.
Cientos de personajes, la mayor¨ªa desconocidos para el gran p¨²blico, aparecen entre las p¨¢ginas de ambos libros: desde el grumete que hizo encallar la Santa Mar¨ªa de Col¨®n en 1492; Xicomencoalt, el ¡°cacique gordo¡± amigo de los espa?oles; In¨¦s Su¨¢rez, la amante de Pedro de Valdivia, que defendi¨® a la desesperada Santiago de Nueva Extramadura (Chile), o Gonzalo Guerrero, el soldado que naufrag¨® en 1511 frente a las costas de M¨¦xico, fue esclavizado y torturado por los mayas, pero que termin¨® formando parte de sus ej¨¦rcitos hasta que muri¨® en batalla con los espa?oles. ¡°Leyendo las cr¨®nicas de la conquista¡±, afirma Eslava Gal¨¢n, ¡°uno se pregunta de qu¨¦ madera estaban hechos aquellos hombres, los conquistadores cuyo valor y cuya capacidad de esfuerzo nos asombran¡±.
Con dos t¨¦cnicas literarias distintas, ambos autores repasan en sus p¨¢ginas -casi siempre en orden cronol¨®gico- las vidas de los principales personajes e hitos de aquella conquista inesperada -Col¨®n no iba buscando Am¨¦rica, sino una nueva v¨ªa hacia las especias de Asia- que represent¨® el choque brutal de dos mundos que no se entend¨ªan. En sendas obras se guarda un profundo respeto a los ind¨ªgenas, por ejemplo a los indomables araucas que mantuvieron a raya a los espa?oles durante d¨¦cadas. Las numerosas misiones militares que la Corona envi¨® para someterlos fracasaron ante la fiereza de estos guerreros, o los astutos caciques mayas que atra¨ªan a los espa?oles con flores y c¨¢nticos y esperaban que se acercasen para asetearlos en una defensa desesperada de sus territorios.
Eslava, que mezcla a partes iguales una enorme erudici¨®n y un fin¨ªsimo sentido del humor, refleja en uno de sus cap¨ªtulos uno de los momentos m¨¢s hilarantes de la conquista. La Corona intentaba -tras intensos debates ¨¦ticos y religiosos- detener los abusos contra los indios, por lo que requiri¨® a los conquistadores que, antes de entablar batalla, se les informase de sus "derechos". Cuando el conquistador Andr¨¦s Barrientos se adentr¨® en las espesas selvas de Centroam¨¦rica a la b¨²squeda del ansiado oro -la obsesi¨®n de los espa?oles por este metal iba m¨¢s all¨¢ de lo imaginable-, su peque?a expedici¨®n se vio rodeada por cientos de ind¨ªgenas. Por ello, llam¨® al escribano Domingo de Plasencia y le exigi¨® que recordase en voz alta a los indios el ¡°requerimiento¡± del monarca. El escribano deb¨ªa adelantarse a las tropas y leer dos extensas hojas con los deseos reales. ¡°Sudoroso y vacilante, las rodillas temblorosas, se adelant¨® unos pasos. Pero el capit¨¢n le hizo un gesto como diciendo 'm¨¢s lejos, m¨¢s lejos¡±, escribe Eslava Gal¨¢n. Las flechas de los ind¨ªgenas y las armas de fuego de los espa?oles pronto se cruzaron sobre el funcionario que no cesaba de balbucear a toda prisa: ¡°De parte del muy alto y muy poderoso y muy cat¨®lico defensor de la Iglesia, siempre vencedor y nunca vencido¡±¡ Sali¨® vivo.
La brutalidad ritual de los mexicas -centenares de espa?oles fueron sacrificados en los templos de Tenochtitl¨¢n-, mientras el "alto clero euf¨®rico [azteca] repart¨ªa la carne entre la poblaci¨®n", resulta tan horrible como la venganza espa?ola tras la toma de la capital mexica, que provoc¨® que el aire se volviese irrespirable por el hedor que desprend¨ªan los miles de muertos ind¨ªgenas. Quiz¨¢s el modesto limpiador de Zacatecas entendi¨® mejor la historia de Espa?a y de M¨¦xico, aunque esta no se ense?e en los colegios y ¨¦l no haya le¨ªdo estos libros.?
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