Cuesti¨®n de justicia po¨¦tica
Los 30 a?os sin Mapplethorpe llevan a la galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez a rendirle tributo estrenando el documental de Ondi Timoner en Espa?a
A menudo hay que mirar en el rev¨¦s de las exposiciones para encontrar las mejores propuestas que ofrecen las galer¨ªas. Siempre hay maravillosas rarezas escondidas en las costuras de unos programas pensados con tiral¨ªneas. Ocurre si afinamos el ojo tras una muestra de fotograf¨ªas de Robert Mapplethorpe (1946-1989) en su galer¨ªa espa?ola, Elvira Gonz¨¢lez. La exposici¨®n en s¨ª merece un par de visitas, y no s¨®lo porque muestra muchas im¨¢genes del artista de manera in¨¦dita en Espa?a. Tambi¨¦n por todo lo que pone en contexto un documental como Mapplethorpe, que Ondi Timoner present¨® el a?o pasado en el Festival de Tribeca y que finalmente estren¨® en Estados Unidos hace apenas tres meses. Una pel¨ªcula que llega ahora a Espa?a de la mano de la galer¨ªa, convertida en una improvisada sala de cine.?
La efem¨¦ride de los 30 a?os del fallecimiento de Mapplethorpe ha servido de excusa para mostrar una de las caras m¨¢s amables del fot¨®grafo, sus bodegones y naturalezas muertas, agua bendita para unos ojos ya cansados de la agenda art¨ªstica y el amplio calendario de exposiciones. Por fin una exposici¨®n repleta de belleza liviana. Una flor. Un trozo de pan. Una sombra difusa. Las fotograf¨ªas se mueven al l¨ªmite entre lo perfecto y lo ilusionista, buscando vivir un tiempo propio, como el de las plantas. La transgresi¨®n tal vez no es tan evidente como en sus cuerpos desnudos, pero no se conf¨ªen, est¨¢ ah¨ª m¨¢s latente que nunca. Algo parecido ocurre con la pel¨ªcula, que, pese a su sencillez, ofrece una lectura elegante, evocadora y absorbente del quehacer creativo del artista en aquellos a?os setenta en que Mapplethorpe deambulaba con su c¨¢mara Hasselblad por el Nueva York m¨¢s underground. La narrativa se vuelve ah¨ª un remolino. Llega su romance con Patti Smith (Marianne Rend¨®n en el biopic) y su vida en el hotel Chelsea. Luego, su cambio a la Polaroid y a sus instintos homosexuales que eclosionaron de manera intensa en sus obras, donde siempre circulaba ese pulso con el sida que perdi¨® en 1989.
Si hay algo que destaca en la pe?l¨ªcula es la mezcla de material de ficci¨®n con im¨¢genes reales, con muchas de las obras del artista, algunas de las cuales cuelgan de las paredes de la galer¨ªa. Una preciosa correspondencia. Se supone que cuando Mapplethorpe retrataba lili¨¢ceas, orqu¨ªdeas, calas, iris y tulipanes, lo que le interesaba era la transferencia de la materialidad y del equilibrio formal en la superficie, al igual que la provocaci¨®n de las asociaciones subjetivas y emocionales. Cierto es que consideraba las plantas como cuerpos. A veces combinaba humanos con flores, y en otras, s¨®lo estas y su carisma m¨¢gico. Ah¨ª, en las flores, todos los elementos que posibilitan la fertilizaci¨®n mediante insectos son fundamentales. No en vano, ¨¦l mismo dec¨ªa que la manera de fotografiar una flor no distaba mucho de hacerlo de un pene. Con un artista tan reproducido como Mapplethorpe es dif¨ªcil encontrar una exposici¨®n que siga abriendo nuevas ventanas a su producci¨®n. He ah¨ª la virtud de esta muestra. Esa y la justicia po¨¦tica de poner en valor el universo de un artista censurado el a?o pasado en el Museo Serralves de Oporto, que llev¨® al director a dimitir de su cargo.
¡®Robert Mapplethorpe. Naturalezas muertas¡¯. Galer¨ªa Elvira Gonz¨¢lez. Madrid. Hasta el 13 de julio.
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