La nueva mirada de Sebasti?o Salgado a Serra Pelada
El brasile?o expone en S?o Paulo 31 im¨¢genes in¨¦ditas del hormiguero de garimpeiros que le consagr¨® en 1986. La muestra Gold viajar¨¢ a Fuenlabrada en noviembre
Sebasti?o Salgado revisita, con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, el trabajo que le consagr¨® como fot¨®grafo de realidades inc¨®modas que convierte en arte: Serra Pelada, aquel impresionante hormiguero de trabajadores atra¨ªdos a la Amazonia brasile?a por una fiebre del oro que fotografi¨® en 1986. Las im¨¢genes en blanco y negro de decenas de miles de hombres cargando sacos, empapados, borrachos con el sue?o de hacerse ricos causaron gran impacto. El fot¨®grafo brasile?o, de 75 a?os, re¨²ne ahora 56 fotograf¨ªas (31 de ellas in¨¦ditas) en la exposici¨®n Gold, Mina de Ouro, Serra Pelada, comisariada por su esposa, L¨¦lia Wanick Salgado, y reci¨¦n inaugurada en S?o Paulo. La muestra tiene una versi¨®n en libro para el p¨²blico en general y otra para coleccionistas, ambas editadas por Taschen.
Tras esperar seis a?os a que las autoridades de la dictadura militar le dieran permiso para visitar lo que se convirti¨® en la mayor mina a cielo abierto del mundo, Salgado y su c¨¢mara estuvieron 33 d¨ªas en aquel cr¨¢ter horadado en el estado de Par¨¢. ¡°?Qu¨¦ decir de ese metal amarillo y opaco que lleva a los hombres a abandonar sus casas, vender sus pertenencias, cruzar un continente para arriesgar sus vidas, sus cuerpos, su cordura por un sue?o¡±, se pregunta el fotoperiodista en la presentaci¨®n de la exhibici¨®n. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, una reciente ma?ana decenas de visitantes llenan una sala del SESC Paulista para descubrir las fotos que mostraron Serra Pelada al mundo o ver con nuevos ojos las im¨¢genes de esos hombres que encarnan esfuerzo y delirio. Muchos de los que miran absortos las im¨¢genes no hab¨ªan nacido cuando fueron tomadas, en un tiempo en que Salgado viajaba con 400 pel¨ªculas. Y las fotos se meditaban.
Gold viajar¨¢ despu¨¦s a Estocolmo, Tallin, Londres o Fuenlabrada, donde estar¨¢ en el Centro de Arte Tom¨¢s y Valiente en noviembre pr¨®ximo.
La paciencia de Salgado para obtener autorizaci¨®n fue recompensada porque aquello era una realidad alucinante. Intensa. Fugaz. Miles de brasile?os ¡ªincluidos m¨¦dicos o abogados, no solo pobres o buscavidas¡ª desembarcaron all¨ª poco despu¨¦s del descubrimiento del oro. Llegaron a sumar 50.000 garimpeiros.
Como los hormigueros de verdad, bajo aquella apariencia de caos, la actividad estaba minuciosamente organizada. Los pioneros se repartieron la tierra. A cada uno le correspondi¨® la propiedad de una parcela de 2 metros por 3. Lo que de ella saliera era suyo. Los siguientes se fueron convirtiendo en empleados: los que excavaban con pico o las hormigas, que trepaban con pesados sacos por unas precarias escaleras de madera bautizadas como ¡®adi¨®s mam¨¢¡¯. Trabajaban hasta que el cuerpo aguantara a cambio de tentar a la suerte. Al final del d¨ªa pod¨ªan escoger uno de los sacos. La mayor¨ªa de las veces era pura tierra. El propio fot¨®grafo, nacido en Minas Gerais, el estado minero por excelencia de Brasil, sostiene que el oro es ¡°un amante impredecible¡±.
Wanick Salgado, comisaria de la muestra, explica por tel¨¦fono desde Par¨ªs, donde vive la pareja, que la idea de volver al archivo surgi¨® mientras su marido se recuperaba de una operaci¨®n de rodilla. ¡°Vimos que realmente ten¨ªa tantas fotos buenas que podr¨ªamos hacer un libro y quiz¨¢ una exposici¨®n¡±. Sostiene que el significado de las im¨¢genes no ha variado en estas m¨¢s de tres d¨¦cadas. Retratan una obra monumental, como ¡°la construcci¨®n de las pir¨¢mides de Egipto o las minas del rey Salom¨®n¡±.
Los ojos saltones que despu¨¦s retrat¨® sin duda lo escrutaron con curiosidad cuando lleg¨® a la mina aquel hombre con una c¨¢mara. Relata su esposa que tan rubio y con ojos azules, por un malentendido pensaron que ven¨ªa de parte de la empresa minera, pero no. Cuando la polic¨ªa ¡°le espos¨® ante todos, se dieron cuenta de que no pod¨ªa ser de la empresa, era un amigo¡±.
Salgado, que en 1981 se hizo conocido por fotografiar el atentado a tiros al que el presidente Ronald Reagan sobrevivi¨®, eligi¨® el blanco y negro para su proyecto sobre la mina. Una decisi¨®n, en la estela de Edward Weston, George Brassa? o Robert Capa, que da una extraordinaria potencia a su trabajo. El brasile?o es un visionario al elegir los temas. En los noventa, el ocaso del trabajo industrial; en los dos mil, las migraciones masivas y ?frica. Ahora est¨¢ embarcado en un proyecto para documentar la Amazonia y sus habitantes.
Acabado el oro una d¨¦cada despu¨¦s, el cr¨¢ter es ahora un lago contaminado, pero la miner¨ªa ilegal persiste en Brasil aunque no ha habido fen¨®meno igual a Serra Pelada. Desde que Jair Bolsonaro asumi¨® la presidencia se ha expandido en tierras ind¨ªgenas de los estados de Par¨¢ y Roraima, seg¨²n im¨¢genes de sat¨¦lite analizadas por la BBC. Es una de las amenazas al medio ambiente, un asunto que preocupa a los Salgado, que tienen una fundaci¨®n para recuperar la mata atl¨¢ntica en Minas Gerais. Aunque viven en Par¨ªs, al artista le preocupa su pa¨ªs natal. ¡°Brasil es un pa¨ªs que luch¨® para crear grandes instituciones y ahora corren un grave riesgo¡±, declar¨® en la inauguraci¨®n de la muestra, seg¨²n el diario Estad?o, donde puso ¨¦nfasis en la Funai (la Fundaci¨®n Nacional del Indio). ¡°El Gobierno actual est¨¢ destruyendo esa gran instituci¨®n sin presentar ning¨²n otro programa¡±.
Fuera de las fotograf¨ªas qued¨® parte de la historia de Sierra Pelada. La de aquellos garimpeiros fuera del trabajo y la del mayor Sebasti?o Curio, que fue enviado por el gobernador a poner orden ante la llegada masiva de mineros. ?l prohibi¨® las armas, el alcohol y las mujeres; e impuso que todo el oro fuera vendido a trav¨¦s de una caja p¨²blica a un precio fijo. Los garitos y las prostitutas ¡ªllegaron a ser 5.000¡ª se instalaron a 30 kil¨®metros, donde brot¨® una ciudad, Curion¨®polis. El militar del que tom¨® su nombre lleg¨® a alcalde.
Babelia
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