30 tiros sobre el pastor evang¨¦lico de los 55 hijos
Anderson do Carmo fund¨® una iglesia y una familia gigantesca junto a la diputada brasile?a Flordelis dos Santos. Uno de sus v¨¢stagos confes¨® que le mat¨®
Aquel domingo de junio la pareja regres¨® de madrugada a su chal¨¦ despu¨¦s de asistir a un evento religioso. Aparcaron en el garaje, bajo los cuartos donde dorm¨ªan 35 de sus 55 hijos. Eran conocidos sobre todo por eso, por sus 55 hijos, la mayor¨ªa adoptados. La brasile?a Flordelis dos Santos, 58 a?os, pastora evang¨¦lica y diputada federal, subi¨® a su habitaci¨®n mientras su marido, el pastor Anderson do Carmo, de 42, se quedaba rezagado. De repente, disparos. ¡°P¨¢, p¨¢, p¨¢, p¨¢¡ p¨¢, p¨¢. O¨ª cuatro tiros seguidos y dos m¨¢s¡±, cont¨® despu¨¦s ella en una entrevista. El hombre junto al que durante d¨¦cadas construy¨® una familia en paralelo a una carrera que combina religi¨®n, fama, poder ¡ªposiblemente dinero¡ª y pol¨ªtica acababa de ser asesinado. Brasil sigui¨® con atenci¨®n durante d¨ªas el crimen del pasado 15 de junio en Niteroi, frente a R¨ªo de Janeiro, al otro lado de la espectacular bah¨ªa de Guan¨¢bara. En este pa¨ªs inmerso en una vor¨¢gine de muertes violentas, personajes pintorescos y esc¨¢ndalos diversos, el caso ha ca¨ªdo en un cierto olvido despu¨¦s de que dos de los hijos fueran encarcelados como sospechosos.
Flavio, de 38 a?os, hijo biol¨®gico de la pastora, confes¨® a la polic¨ªa que apret¨® el gatillo para matar a su padrastro con un arma que le consigui¨® su hermano Lucas, de 18 a?os, al que tutelaba el Estado. Este niega que participara.
El adulto que abre el port¨®n de madera del chal¨¦ familiar en una calle sin salida un jueves de julio prefiere no hablar. Responde con evasivas. Solo confirma que es uno de los hijos. Y responde que s¨ª, que fue adoptado. ¡°Hace cinco a?os¡±, dice mientras cierra.
La vida de Flordelis es la de una de esas hero¨ªnas de telefilme de sobremesa. Naci¨® en una de las favelas m¨¢s duras de R¨ªo, una ciudad tan exuberante como brutalmente desigual. Cuando conoci¨® a su marido, ya era madre de 37 ni?os que sobrevivieron a una matanza en la estaci¨®n Central de Brasil. L¨®gico que la reci¨¦n estrenada parlamentaria diera su testimonio en la C¨¢mara de Diputados el ¨²ltimo D¨ªa Mundial de la Adopci¨®n. ¡°Los estaban matando por vivir en la calle¡±, relat¨®. A medida que iban ampliando la familia, la fama se acrecentaba; tanto que inspir¨® una pel¨ªcula y logr¨® un disco de oro como cantante de g¨®spel. Flordelis se convirti¨® en una exitosa marca. Era habitual que la pareja posara con la prole, aparentemente felices. Los pastores se mostraban acaramelados con un aspecto llamativamente joven. Sin una cana o una arruga. Ni ¨¦l, ni ella.
El caso entra?a otros misterios adem¨¢s de si Flavio es el verdadero asesino y si tuvo c¨®mplices. ?Cu¨¢ntos tiros recibi¨® la v¨ªctima? Un vecino, Carlos, que vive al lado del chal¨¦ del crimen, en una tranquila calle en un barrio de clase media de Niteroi, coincide con Flordelis en que oy¨® seis disparos. Pero resulta que la autopsia publicada por Globo muestra 30 impactos: uno en la cabeza, un tercio en la zona p¨¦lvica y el resto repartidos por torso y brazos. Tanta bala exige frialdad o pr¨¢ctica porque requiere rellenar al menos una vez el cargador. ?El asesino, los asesinos, us¨® luego un silenciador? Y ?qu¨¦ pas¨® con el tel¨¦fono m¨®vil del pastor? Porque desapareci¨® y horas despu¨¦s del crimen envi¨® mensajes. Dif¨ªcil saberlo porque las investigaciones son secretas.
La comisaria que lleva el caso, Barbara Lomba, ya no habla con la prensa pero poco despu¨¦s del crimen cont¨® que toda la familia y los que de alguna manera conviv¨ªan con el asesinado est¨¢n en el radar. Entre los posibles motivos enumer¨®: un asunto econ¨®mico, pol¨ªtico o interpersonal, en cualquier caso, un asunto de familia.
Todos en el barrio los conocen. ¡°No tengo trato con ellos pero veo pasar a los hijos. Esto es muy tranquilo aunque ella dijo que hay robos¡ para nada¡±, explica el vecino que en realidad no se llama Carlos. El miedo ha calado en la zona. Los que aceptan hablar exigen hacerlo bajo seud¨®nimo tras preguntar ansiosos si la periodista tiene novedades sobre las pesquisas. ¡°Por aqu¨ª viene con una ni?a una de las hijas, que tiene como 30 a?os, pero nadie ha tenido el coraje de preguntarle qu¨¦ pas¨®¡±, asegura Marta, una tendera.
Adem¨¢s de la viuda, los hijos han sido interrogados. Y a partir de ah¨ª trascendieron desavenencias familiares. La prensa local ha publicado que uno de ellos apunt¨® a que su madre y tres hermanas est¨¢n implicadas y que una de las j¨®venes ofreci¨® a Lucas dinero para que asesinara al pastor. Si es cierto, la polic¨ªa no ha tomado medidas evidentes contra ellas.
El matrimonio tambi¨¦n era muy conocido en R¨ªo porque fund¨® una iglesia evang¨¦lica, el Ministerio Flordelis. ?l ¨¦xito los evang¨¦licos que prometen la salvaci¨®n junto a una nueva vida lejos del vicio y la pobreza, a cambio del diezmo, es espectacular en Brasil. Los fieles entregan gustosos cada mes al menos un 10% de sus ingresos. Y poco a poco las iglesias se van convirtiendo en poderosos emporios. El ministerio Flordelis ten¨ªa tres filiales no muy lejos del mar en las que su marido asumi¨® la gesti¨®n y sus hijos, la pr¨¦dica. Una familia con una misi¨®n. Pero los templos han sido clausurados. ¡°La mayor¨ªa de los fieles se fue cuando ocurri¨® aquello¡±, explica Guro, un comerciante, que como todos por aqu¨ª se refiere al asesinato con eufemismos. A?ade que otra iglesia ha alquilado el local. Nadie contesta al timbre aqu¨ª ni en otra de las filiales que, en cambio, s¨ª mantiene el cartel de Ministerio de Flordelis con la foto de la pareja. A los templos ¡°ven¨ªa mucha gente de mundo¡±, los marginados, los enganchados a la droga, delincuentes o honrados vecinos de las favelas m¨¢s pobres que encontraban consuelo e inspiraci¨®n en Flordelis y su at¨ªpica familia, destruida a tiros una noche de junio.