La peor parte
¡®Babelia¡¯ ofrece un adelanto del ¨²ltimo libro de Fernando Savater, un canto a la vida a trav¨¦s de la p¨¦rdida de la persona amada
Vivir sin alegr¨ªa ha sido una experiencia nueva para m¨ª, una ruptura con mi yo anterior. Estaba acostumbrado a despertar siempre como cuando era ni?o, con un latente ¡°?vaya, otra vez!¡± gorjeando dentro. Y con el lit¨²rgico ¡°?qu¨¦ pasar¨¢?¡± con el que acababa cada episodio de cualquiera de los tebeos que tanto me gustaban y que le¨ªa puntualmente cada s¨¢bado por la noche. Yo sab¨ªa que cab¨ªa esperar mil peripecias divertidas, pero que nada irreparable le ocurrir¨ªa al protagonista, o sea, a m¨ª. Aunque me quejaba, lloraba y maldec¨ªa como todo el mundo, jam¨¢s me lo cre¨ª; la vida me parec¨ªa estupenda, a veces algo horrible, sin duda, pero no menos estupenda, como una buena pel¨ªcula de terror tipo Alien o La semilla del diablo. Incluso en mis peores momentos, en la tortura del c¨®lico nefr¨ªtico, en el hast¨ªo de un c¨®ctel formal o una conferencia acad¨¦mica (son las peores experiencias que a bote pronto puedo recordar), sonaba como fondo de mi ¨¢nimo el basso ostinato de la alegr¨ªa, aunque ni siquiera yo pudiese darme cuenta. Ha sido al dejar de o¨ªr ese ¨ªntimo hilo musical cuando, tras la inicial extra?eza, me he dado cuenta de lo que hab¨ªa perdido. ¡°Reconoc¨ª a la alegr¨ªa por el ruido que hizo al marcharse¡±, dijo Jacques Pr¨¦vert (el poeta preferido de Pelo Cohete cuando la conoc¨ª), y podr¨ªa hacer m¨ªa esa constataci¨®n.
El amor siempre es zozobra y contradicci¨®n, una forma de sufrir que nos autentifica m¨¢s que cualquier placer
No se ha tratado de mudar mi estado de ¨¢nimo a otro menos agradable, sino de quedarme sin mi combustible existencial, sin lo que me permit¨ªa aguantar, inventar, querer, luchar. Hasta entonces nunca hice nada sin alegr¨ªa, como de s¨ª mismo dijo Montaigne. Ahora tengo que acostumbrarme a ir tirando, tirando de m¨ª mismo, de residuos del pasado. Puedo jurar con la mano en el coraz¨®n que no he vuelto a ser feliz de verdad, ¨ªntimamente, como antes lo era cada d¨ªa, ni un solo momento desde que supe de la enfermedad de Pelo Cohete. No s¨¦ cu¨¢nto durar¨¢ esta sequ¨ªa atroz, porque creo que es imposible vivir as¨ª. Para m¨ª, imposible. Cuando me preguntan qu¨¦ tal me encuentro, siento ganas de contestar lo mismo que aquel torero del XIX al que los de su cuadrilla le hicieron esa pregunta mientras le llevaban a la enfermer¨ªa tras una cornada mortal:¡°?Z¡¯acab¨® er carb¨®n!¡±.
Pero el m¨¢s notable descubrimiento que he hecho a costa de mi desdicha es la intransigencia general que rodea al doliente. Por supuesto, en el momento de la p¨¦rdida y en las jornadas inmediatamente sucesivas no nos falta compasi¨®n y muestras de simpat¨ªa de cuya sinceridad no cabe dudar. Pero tales manifestaciones afectuosas tienen fecha de caducidad, como las felicitaciones de A?o Nuevo. Uno no puede estar 365 d¨ªas deseando felicidad al pr¨®jimo; es cosa que s¨®lo tiene sentido a finales de diciembre y comienzos de enero. Despu¨¦s se vuelve rid¨ªculo, m¨¢s tarde apesta y puede parecer un desarreglo mental. Si all¨¢ por marzo, cuando saludamos a alguien, le murmur¨¢semos amablemente ¡°felices Pascuas¡± y esper¨¢semos lo mismo de ¨¦l, nos tomar¨ªa por chalados. Del mismo modo, quien nos da sus condolencias en el momento adecuado, al producirse la p¨¦rdida o un tiempo prudencial despu¨¦s, espera haber dejado as¨ª zanjado el engorroso asunto. Quiz¨¢ vuelva algo m¨¢s adelante a decirnos ¡°?qu¨¦ tal est¨¢s?¡± con gesto compasivo, pero desde luego sin mayores efusiones por su parte ni desearlas por la nuestra. El triste asunto ha sido lamentado cuanto corresponde y ya no hay nada que a?adir. Los m¨¢s filos¨®ficos a?aden ¡°?qu¨¦ quieres?, la vida tiene que continuar¡±, y esperan con cierta impaciencia que estemos de acuerdo. Como si nuestro remoloneo obstaculizase tambi¨¦n su marcha inexorable. Por mucho que hayamos sufrido, no pretenderemos a fuerza de dolor bloquear el paso inclemente de la vida. Si desbordamos en lamentos extempor¨¢neos, retroceder¨¢n un paso, consultando mentalmente el calendario y hasta el reloj. ¡°Vaya, todav¨ªa sigues as¨ª¡±. ¡°Te veo mal¡±, ¨¦sa es la m¨¢s com¨²n reconvenci¨®n, en realidad quiere decir: ¡°Lo est¨¢s haciendo mal, no sabes c¨®mo se juega a esto, te das demasiada importancia, pareces creer que lo que te ha pasado es algo ¨²nico, trascendental, cuando en realidad se trata de la cosa m¨¢s corriente del mundo, la que todos han padecido o est¨¢n a punto de padecer. A m¨ª no me vengas con monsergas, no querr¨¢s que nos pasemos los dem¨¢s el resto de la vida dale que te pego con tu congoja¡±.
Para quien de verdad ha amado y ha perdido la persona amada, el amortiguamiento del dolor es la perspectiva m¨¢s cruel, la m¨¢s dolorosa de todas
Otros amigos del t¨®pico ¡ªlos que m¨¢s consiguen irritarme¡ª me informan para tranquilizarme del analg¨¦sico que acabar¨¢ con mi pena: ¡°El tiempo todo lo cura¡±. S¨ª, por ejemplo, la vejez, ?verdad? ?Menuda gilipollez! Para empezar, salvo que aludiendo al tiempo se quieran referir a la muerte (medicina que nada sana, pero todo lo extingue: ?para acabar con las jaquecas, lo mejor es la guillotina!), el paso del tiempo cura tan escasamente como el espacio, seg¨²n advirti¨® JeanFran?ois Revel. Los d¨ªas y los a?os enquistan el dolor, lo esclerotizan, convierten la tumba en pir¨¢mide, pero no fertilizan el desierto que la rodea. En algunos casos logran embotar la sensibilidad ¡ªlo cual para muchos parece ser suficiente¡ª, pero no cierran la llaga, si es que realmente la hubo; s¨®lo nos familiarizan con el pus. Adem¨¢s, para quien de verdad ha amado y ha perdido la persona amada, el amortiguamiento del dolor es la perspectiva m¨¢s cruel, la m¨¢s dolorosa de todas. Como dijo un especialista en la cuesti¨®n, Cesare Pavese,¡°il dolore pi¨´ atroce ¨¨ sapere che il dolore passer¨¤¡±. Y con el dolor se ir¨¢ empeque?eciendo tambi¨¦n el amor mismo, que no puede ser ya sino la constancia sangrante de la ausencia. Desde Plat¨®n sabemos que Eros es una combinaci¨®n de abundancia y escasez, un constante echar de menos que no cambiar¨ªamos por ninguna otra forma de plenitud. El amor siempre es zozobra y contradicci¨®n, una forma de sufrir que nos autentifica m¨¢s que cualquier placer. Ese punto de sufrimiento es lo que le caracteriza frente a la mera complacencia hedonista o al acomodo utilitario a la pareja de conveniencia. La prueba quiz¨¢ no basta, pero nunca falta: si no duele, no es amor. Y si duele mucho al principio para luego irse diluyendo hasta dejar s¨®lo un leve escozor f¨¢cilmente superable, es amor¡ propio. O sea, narcisismo, la ¨²nica forma de enamoramiento cuyo objeto, por maltrecho que sea, siempre permanecer¨¢ a nuestro alcance. Pero el amor propio es un amor ventajista, aunque sin duda ¨¦ticamente ¨²til para orientar nuestra conservaci¨®n humana, lo que no es poco, ni suficiente. Nada sabe de la perdici¨®n, del abandono delicioso y atroz a lo que no somos como si lo fu¨¦ramos, del arrebato que no dura un instante ¡ªcomo el resto de los arrebatos¡ª, sino que se estira y se estira sobresaltado e imposible desafiando al tiempo, a la dualidad de sujeto y objeto, avasallando al mism¨ªsimo amor propio que sin duda estuvo en su origen y que rechina rebelde, pero subyugado bajo su torbellino. Ese amor no quiere amortiguarse tras la p¨¦rdida irreversible de la persona amada, sino que se descubre m¨¢s puro, m¨¢s desafiante, m¨¢s irrefutable, al convertirse en guardi¨¢n de la ausencia. Tambi¨¦n infinitamente, desesperadamente doloroso. Pero el amante no querr¨ªa a ning¨²n precio que una especie de Alzheimer sentimental le privase de ese sufrimiento que es como el piloto encendido de su pasi¨®n que sigue en marcha, lo mismo que nadie acceder¨ªa a ser decapitado para curarse una jaqueca. Un amor que no desazona y perturba cuando est¨¢ vivo, que no aniquila cuando pierde irrevocablemente lo que ama, puede ser afici¨®n o rutina, pero no aut¨¦ntico amor.
La peor parte. Fernando Savater. Ariel, 2019. 264 p¨¢ginas. 19,90 euros. A la venta a partir del 17 de septiembre.
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