¡®Urgencias¡¯, 40 segundos de sobriedad
La serie no ces¨® de innovar y de buscar el barroquismo visual, pero se despidi¨® con uno de los planos m¨¢s austeros de la historia de la televisi¨®n
Un leve travelling de retroceso encuadra la llegada de varias ambulancias que descargan enfermos en la entrada de Urgencias del County General de Chicago; la sinton¨ªa de cabecera (no la de despedida) entra suavemente y sube poco a poco su volumen; mientras la c¨¢mara se aleja a¨²n m¨¢s, el metro a¨¦reo que presidi¨® tantos encuentros y desencuentros de los personajes cruza el encuadre. Es un plano de 40 segundos, el ¨²ltimo de la serie Urgencias.
Ahora que los seguidores de Juego de tronos suspiran porque es una producci¨®n en la que cualquier personaje importante puede morir, conviene recordar que los guionistas de Urgencias no pesta?eaban a la hora de crear la serie con m¨¢s personajes protagonistas muertos por metro cuadrado de hospital. La lista es apabullante. Quienes se pegaban al televisor para comprobar c¨®mo TVE maltrataba un producto de altura gigantesca (la cadena p¨²blica la estren¨® el 16 de enero de 1996 para cambiar constantemente su d¨ªa y hora de emisi¨®n¡ e incluso no emitirla durante meses), a¨²n recordar¨¢n los decesos del doctor Green (Anthony Edwards), cocinado a fuego lento durante varios cap¨ªtulos, el del doctor Romano, que tras perder un brazo ante las aspas de un helic¨®ptero mor¨ªa cuando otro de estos aparatos ca¨ªa brutalmente sobre ¨¦l, o el del doctor Pratt, en el inicio de la ¨²ltima temporada, tras agonizar ante sus compa?eros incapaces de ayudarle.
La cadena NBC emiti¨® Urgencias entre 1994 y 2009. Fueron 331 episodios a lo largo de 15 temporadas. Y adem¨¢s de lanzar al estrellato a George Clooney, Urgencias rompi¨® moldes, especialmente en su aspecto formal. Fiel heredera de la monumental Canci¨®n triste de Hill Street, del inolvidable Steven Bochco, inund¨® la pantalla de im¨¢genes imposibles, de travellings vertiginosos, de planos secuencia que reptaban por el laberinto de pasillos del hospital. Una factura visual que apostaba por la naturalidad extrema nacida del m¨¢s absoluto artificio t¨¦cnico, en la que las c¨¢maras adoptaban ¨¢ngulos casi ut¨®picos, con unos encuadres llenos de personajes y una profundidad de campo que colmaba de informaci¨®n cada imagen.
Todo ello hay que agradec¨¦rselo a Michael Crichton, que ide¨® la serie pero, m¨¢s a¨²n, a John Wells, que escribi¨® 32 episodios, dirigi¨® nueve y asumi¨® las riendas de Urgencias durante sus 15 a?os de vida. Por si fuera poco, tambi¨¦n est¨¢ detr¨¢s de hitos como Turno de guardia, El ala oeste de la Casa Blanca y Shameless. As¨ª pues, conviene una reverencia en tiempos de idolatr¨ªas televisivas. Si Ryan Murphy o Nic Pizzolato son considerados poco menos que como semidioses, cuesta imaginar en qu¨¦ olimpo deber¨ªa estar alojado John Wells.
Entre atrevimientos varios, Urgencias incluso emiti¨® un episodio en directo, el primero de su cuarta temporada, con los miembros del equipo t¨¦cnico vestidos de personal sanitario por si entraban en el encuadre. No fue la primera ni ser¨¢ la ¨²ltima en hacerlo, pero ante las dificultades t¨¦cnicas de su estilo visual, el resultado fue asombroso. Y lo hizo dos veces, una para cada franja horaria estadounidense. Las cosas en Urgencias se hac¨ªan a lo grande y se ofrec¨ªan cimas televisivas como la madre de todos los cliffhanger: el doctor Carter (quiz¨¢ el m¨¢s querido de la serie) y su alumna Lucy yacen en una oscura sala del hospital, envueltos en sangre tras ser apu?alados por un paciente, mientras en el resto del centro, ignorantes de ello, sus compa?eros celebran una fiesta. ?ltima imagen del episodio y hasta la semana que viene, queridos espectadores.
As¨ª, Urgencias no dej¨® de innovar, de proponer historias apasionadas, de lanzar a la fama a actores y actrices cuyos di¨¢logos inclu¨ªan una complej¨ªsima jerga m¨¦dica, de jugar con un fren¨¦tico ritmo narrativo y de enhebrar tramas interconectadas. A?adi¨® al final otro monumento, al reunir en sus dos ¨²ltimos episodios a todos los int¨¦rpretes principales que hab¨ªan abandonado el County General en alg¨²n momento u otro, George Clooney incluido, e incluido tambi¨¦n el finado doctor Green, revivido en un antol¨®gico flashback.
Todo ello para concluir con uno de los cierres menos espectaculares, pero m¨¢s sentidos, de la historia de la televisi¨®n. En la despedida, los personajes contin¨²an con su trabajo. No hay asomo de ¨¦pica. No se engola la voz. Ni una sola alharaca. Solo una emoci¨®n contenida, agigantada por el recuerdo de 15 a?os de maravillas y por la certeza de que esta es, ahora s¨ª, la ¨²ltima imagen del County General. En pocas ocasiones ha sido tan dif¨ªcil decir adi¨®s.
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