El fin (por fin) de un clich¨¦
'M', una nueva biograf¨ªa sobre el escritor Herman Melville, es una obra que despliega una fuerte "creaci¨®n negativa", lo que podr¨ªamos llamar "oscura creaci¨®n por supresi¨®n"
El apellido paterno de Herman Melville era en realidad Melvill. Y en la biograf¨ªa que ha escrito el argentino Eric Schierloh el apellido queda simplemente en M; no puede verse m¨¢s reducido y, de hecho, acaba siendo el t¨ªtulo del libro: M.
M es tanto una oblicua reconstrucci¨®n de los oscuros a?os en los que nuestro escritor se volvi¨® invisible dentro de su propia ciudad natal como una biograf¨ªa "adulterada" en la que Schierloh se las apa?a para montar un artefacto literario inquietante, un relato entrecortado -a veces influenciado por David Markson-, urdido a base de fragmentos de cartas, de rumores, de anotaciones de M encontradas en libros de su biblioteca, de breves documentos period¨ªsticos, y hasta de l¨¢minas de vida descritas en presente y dif¨ªciles de probar, como las de esta l¨ªnea, por ejemplo: ¡°M compra un libro¡±. O como la de ¨¦sta otra, de 1866: ¡°Tumbado en el pasto, M contempla el cielo cubierto de nubes, y acaso ve en las nubes formas extra?as¡±. Y a?ade Schierloh: ¡°Pero esto M no lo comenta con nadie¡±.
Aunque M trata de eludir la ficci¨®n, en realidad acaba viendo c¨®mo esta se sit¨²a en primer plano (como ocurre con el Herbert Quain de Borges), sobre todo a partir del momento en que se nos dice que una buena ma?ana el biografiado sale de un l¨²cido sue?o y escribe una lapidaria nota: "Tras esto me despert¨¦ y despreci¨¦ la popularidad". Ah¨ª se inicia un v¨¦rtigo, y aparece la gran red de los sinsabores de toda vocaci¨®n literaria y, adem¨¢s, comienzan a creerle muerto. "?D¨®nde est¨¢ M?", se pregunta en 1868 un peri¨®dico de Nueva York. La biograf¨ªa, M, lo abrevia o desplaza todo, y hasta elude -ya era hora y qu¨¦ gran peso me han sacado de encima- el cada d¨ªa m¨¢s insufrible clich¨¦ melvilliano del "preferir¨ªa no hacerlo", ese topicazo que Schierloh sabe evitar con el mismo talento con el que sortea en cada l¨ªnea de su relato cualquier idea de plenitud, consciente de la necesidad de huir de esas biograf¨ªas cl¨¢sicas en las que s¨®lo encajan las vidas logradas.
En fin. Otra de las gracias de M reside en el manejo de un "arte de la constricci¨®n" que no busca precisamente darle un cuerpo positivo a un fantasma, sino m¨¢s bien cercar el vac¨ªo y dibujar as¨ª, en negativo, las formas de lo indecible. Y es que M (Eterna Cadencia, 2019) es una obra casi oulipiana (a veces Perec puro) que despliega una fuerte "creaci¨®n negativa", lo que podr¨ªamos llamar "oscura creaci¨®n por supresi¨®n", un movimiento gracias al cual, sabiendo menos, acabamos sabiendo mucho m¨¢s de M de lo que hasta ahora hab¨ªamos alcanzado a saber con el resto de sus bi¨®grafos. Y al final es como si s¨®lo la ficci¨®n aplicada a la historia de una vida fuera capaz de alcanzar verdaderamente la verdad.
Memorable el ¨²ltimo documento del libro, esa l¨ªnea rescatada de una carta de M a John Murray, marzo de 1847, una l¨ªnea que parece decirlo todo: "Puedo asegurarle que en verdad existo". Ah¨ª re¨ªmos, claro. Quiz¨¢s porque la frase nos recuerda que la perspectiva de tener un bi¨®grafo no ha disuadido jam¨¢s a nadie de tener una vida.
Babelia
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