Inocencia robada
La Bienal de Estambul reivindica la candidez del artista antrop¨®logo en una era de capitalismo voraz y cat¨¢strofes medioambientales
Llega una nueva bienal de arte y, una vez m¨¢s, el visitante disfruta del privilegio de entrar a su antojo en el cuarto de juegos del comisario, con la mente en blanco pero muy atento a lo que en esta ocasi¨®n oculta el ligero y luminoso velo de la capital turca. La 16? Bienal de Estambul, inaugurada el s¨¢bado pasado, lleva por t¨ªtulo El s¨¦ptimo continente y se refiere a la era geol¨®gica del Antropoceno con su nuevo mundo que emerge de las aguas sedimentado por capas de pl¨¢sticos y toda clase de basuras. Los comisarios globales, y m¨¢s si son franceses como es el caso de Nicolas Bourriaud (1965), llevan tiempo ocupados en poner la etiqueta de lo ¡°ecol¨®gico¡± a todo lo que se mueve en el arte, y eso produce una considerable excitaci¨®n, principalmente en los jefes de las grandes constructoras, fabricantes de armamento e inversores de toda ¨ªndole, que lo auspician y publicitan ya sea por lavar su imagen o como regalo a la sociedad que ellos mismos se encargan de fastidiar y envenenar, pues para ellos el arte rima alegremente con el lucro, y es as¨ª como cr¨ªticos, curadores y directores de museo formar¨¢n parte de esa maquinaria que suministra ¡°sensaciones¡±, que en verdad poco pueden hacer por nuestro planeta enfermo y desesperado. Una ecolog¨ªa de sal¨®n, lujosa, sexy, es verdad, pero absolutamente apremiante donde cada parte, incluidos las m¨¢s insobornables, ejercen la presi¨®n necesaria sobre las otras.
El skater Bourriaud se mueve gr¨¢cil entre las mal adoquinadas calles de la metr¨®polis turca, y un poco m¨¢s cauto en las rutilantes mansiones de la multimillonaria familia Eczacibasi, que desde 1987 patronea con pulso florentino la Bienal de Estambul bajo la cubierta de la Fundaci¨®n para la Cultura y las Artes (IKSV), entidad privada ¡°sin ¨¢nimo de lucro¡± a la que acompa?a la generosidad de otros donantes, el m¨¢s activo, el industrial ?mer M. Ko?, propietario de una truculenta colecci¨®n privada que dominan figurillas de rinocerontes prestos a dar una lecci¨®n sadomaso, una jaculatoria de falos, humanos desollados y otros monstruos. Un misil intercontinental de mal gusto, pero qu¨¦ le vamos a hacer, al menos paga la fiesta (y el viaje de esta cronista).
Agotado el arte relacional y de posproducci¨®n que gir¨® con ¨¦xito dos d¨¦cadas atr¨¢s en bienales y Kuntshalles de todo el planeta como un sat¨¦lite de cu?o anal¨®gico, el arte actual se enfrenta a la representaci¨®n y verificaci¨®n de las cat¨¢strofes medioambientales, y ya no se observa de frente o desde dentro, como ocurri¨® con el cambio de siglo, cuando el artista rellenaba las grietas de la cohesi¨®n social y sus creaciones eran un ofrecimiento ef¨ªmero, una promiscuidad de ¡°plataformas¡±, un ready made con fines ins¨®litos, un p¨ªcnic en la calle que involucraba directamente a todos los p¨²blicos y que nos recordaba ¡°la buena vida¡±, o una apropiaci¨®n, en fin, de im¨¢genes y textos encontrados. Ahora vemos las pr¨¢cticas art¨ªsticas con el rabillo del ojo y las colaboraciones ya no son las respuestas, sino el trabajo notarial y de archivo de las individualidades.
De la sociedad del espect¨¢culo fuimos pasando a la sociedad de los extras, donde todo el mundo se hac¨ªa la ilusi¨®n de una democracia interactiva. Despu¨¦s de tomarse un largo respiro, Bourriaud abandona la creencia en la capacidad ut¨®pica del Arte con may¨²sculas para demandarla al artista, que recobra su papel de figura o int¨¦rprete primordial de la obra, inmerso ¡ªmuchas veces d¨®cilmente¡ª en la neurast¨¦nica era geol¨®gica, el capitaloceno, que agrede y reduce a las personas y las cosas a una ¨²nica unicidad: su valor econ¨®mico.
Frente a este panorama, el artista adquiere la maravillosa plenitud de ser un antrop¨®logo ¡°molecular¡± que act¨²a no ya en la calle, sino en una mesa de operaciones, algo as¨ª como una etnolog¨ªa expandida por la que observa la sociedad y los ¡°¨¢tomos¡± que estructuran el mundo ilusorio y emite se?ales de alerta. Son estas las ideas que reconocemos en algunos trabajos de esta bienal, con todas las contradicciones habidas y por haber que atisbamos desde su m¨¢s inadecuado mirador, el Museo Mimar Sinan de Pintura y Escultura de la Universidad de Estambul, donde se ha instalado el 80% de las obras de 57 artistas de 25 pa¨ªses. El edificio es una mole absurda que hace infeliz al que lo visita, pero al menos cada espacio se adapta a las necesidades del artista, ¡°capillas¡± individuales y cajas negras para la proyecci¨®n de v¨ªdeos donde los nuevos etn¨®logos hacen sus ¡°informes¡±.
Parece inevitable mirar por las ventanas, donde las gr¨²as y taladradoras perpetran alevosamente los cr¨ªmenes ecol¨®gicos denunciados en esta bienal desde su proclama hasta el extenso ensayo del comisario para el cat¨¢logo. Es en esos nuevos solares ganados al mar donde se emplazar¨¢ el nuevo Istambul Modern, el en¨¦simo museo privado dise?ado por Renzo Piano, que abrir¨¢ en 2023, coincidiendo con el centenario de la Rep¨²blica de Turquia. Antes de su inauguraci¨®n, el Gobierno de Recep Erdogan ya habr¨¢ ordenado ejecutar su pen¨²ltimo acto barb¨¢rico, la inundaci¨®n de la ciudad de Hasankeyf, de 12.000 a?os de antig¨¹edad, a orillas del Tigris, con un patrimonio cultural ¨²nico de iglesias, tumbas y cuevas, y en donde se prev¨¦ construir una presa y una central hidroel¨¦ctrica.
Temas serios aparte, he aqu¨ª algunas recomendaciones para se?alar en el mapa del viajero del arte: la instalaci¨®n compuesta por objetos de la civilizaci¨®n imaginaria Lihuros, del norteamericano Norman Daly (1911-2008), un arte nacido del candor y la invenci¨®n, como El museo de la inocencia, de Orhan Pamuk, en el barrio de ?ukurcuma, un libro en 3D que conviene ¡°leer¡± cuando los motivos de la bienal se agoten. Los dibujos de plantas y animales fant¨¢sticos de Luigi Serafini (Italia, 1949) basados en los bestiarios medievales, las ¡°tecnoesculturas¡± y el v¨ªdeo de Ursula Mayer (Austria, 1979) que conceden algo de poes¨ªa al futuro poshumano; las pel¨ªculas del haunt¨®logo Korakrit Arunanondchai (Tailandia, 1986) y de Jonathas de Andrade (Brasil, 1982), con su conmovedor relato sobre el ritual de la pesca en la castigada Amazonia; los mapas y archivos del colectivo Feral Atlas (una red de arquitectos, soci¨®logos, etn¨®logos, antrop¨®logos esparcidos por el planeta que representan esa ¡°antropolog¨ªa molecular¡± que morir¨¢ sin herederos ¡ªgracias a ella, descubrimos que hay ar¨¢ndanos radiactivos que comemos como pipas¡ª), y finalmente Evru/Zush (Barcelona, 1946) y su universo de c¨®digos y ectoplasmas que flotan en el cielo o sobre el agua. Denotan una vida plena y autosuficiente, incluso una forma de defenderla, son una burbuja de aliento que parece m¨¢s nost¨¢lgica ahora que antes. Pero es que Zush, Evrugo, hace tiempo que vive en una cueva.
¡®El s¨¦ptimo continente¡¯. 16? Bienal de Estambul. Comisario: Nicolas Bourriaud. Hasta el 10 de noviembre. Museo Mimar Sinan de Pintura y Escultura de la Universidad de Estambul, Pera Museum, Ma?ka Sanat Park e Isla B¨¹y¨¹kada.
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