Igor Levit: ¡°Me siento prisionero en la vida y libre en el escenario¡±
El pianista alem¨¢n de origen ruso culmina la gesta de grabar todas las sonatas de Beethoven con solo 32 a?os
Igor Levit es un pianista distinto. Adictivo. Radical. Sobrado de audacia. Un tipo capaz de manipular el tiempo y que el ciclo de las sonatas de Beethoven que acaba de lanzar en Sony Classical logre gravedad por medio de la ligereza, produzca un efecto liviano y, sin embargo, hondamente perdurable. Que sientas que vuela y se hace corto pero deje mella en ti, quede muy adentro y regreses una y otra vez a ¨¦l por medio de eso que resulta tan dif¨ªcil de alcanzar: la sencillez de lo complejo.
Digamos que Igor Levit (Nizhni ?N¨®vgorod, antigua Gorki, 1987) ha logrado poner al d¨ªa al alem¨¢n en este siglo XXI y elevar su propia referencia generacional a una cumbre maestra con s¨®lo 32 a?os. Ocurre tambi¨¦n con sus Partitas de Bach. Uno no sabe por qu¨¦ cae una y otra vez en ellas al repasar las listas de reproducci¨®n del entorno digital, lo mismo que hab¨ªamos hecho en anteriores ocasiones mediante tocadiscos y compact disc con otros grandes.
Quiz¨¢s porque este pianista persevera en una idea de originalidad que lo distingue en su propio contexto: el de una era de transformaciones a las que debes adaptarte para no sucumbir. Algo mucho m¨¢s dif¨ªcil en el mundo del arte y de la m¨²sica cl¨¢sica en particular, donde te ves obligado a renunciar al aislamiento necesario para encontrar herramientas con las que trasladar al futuro los fantasmas vivos del pasado.
Consciente del reto, Levit va construyendo una carrera asombrosa en la que define una exquisita posici¨®n musical sin dejar de lado las redes sociales o las opiniones pol¨ªticas contundentes al ritmo de bises como El pueblo unido jam¨¢s ser¨¢ vencido, de Rzewski.
Eso le ha valido calificativos como el de pianista de la resistencia en The New York Times, cuando al d¨ªa siguiente de la elecci¨®n de Donald Trump como presidente de Estados Unidos se dirigi¨® al p¨²blico de la sala Bellas Artes de Bruselas para soltar este discurso: ¡°Ayer, el pa¨ªs de mayor fuerza econ¨®mica del mundo eligi¨® libremente a un fan¨¢tico, un oportunista, un hombre iracundo y peligroso como su nuevo presidente¡±.
Me siento europeo pero no ser¨ªa capaz de definir esa identidad hoy. Falta empat¨ªa para afrontar ciertos retos
Aquello produjo divisi¨®n de opiniones. No todo el mundo se siente c¨®modo con la utilizaci¨®n de espacios dedicados al arte para el desahogo. Pero no ha sido el ¨²nico charco donde conscientemente se ha metido: tambi¨¦n atiza al Brexit o al ascenso de la extrema derecha en Europa... ¡°Me siento europeo, sin duda, pero no ser¨ªa capaz de definir esa identidad hoy. Junto a las profundas ra¨ªces que nos unen, creo que carecemos actualmente de la empat¨ªa necesaria para afrontar ciertos retos¡±.
Lo comenta en uno de los camerinos de la nueva Elbphilharmonie, en Hamburgo, donde nos concede la entrevista. All¨ª, ante los ventanales que dan a la ciudad sobre una isla del muelle, Levit desgrana sus obsesiones. Una de ellas, a¨²n no resuelta: ?De d¨®nde viene? Naci¨® en Rusia, pero¡ ¡°No soy ruso, no me siento de all¨ª. Me fui a los ocho a?os a Alemania con mis padres. S¨®lo he tocado all¨ª seis veces en mi vida. La ¨²ltima fue una experiencia hermosa, pero ellos huelen a un kil¨®metro que no formo parte de aquello. Cuando voy me siento un turista¡±. ?Jud¨ªo, entonces? ¡°Algo m¨¢s, culturalmente sobre todo, nada que ver con la religi¨®n¡±.
A esa cultura podemos achacar el sentido del humor que el pianista aplica a su m¨²sica. Incluso a su visi¨®n de ?Beethoven, cuando al escucharlo en ciertos pasajes te sorprende una sonrisa misteriosa. El humor es sin duda uno de sus ingredientes favoritos. En el tono o en la actitud en el escenario. Si suena un m¨®vil puede hacer un gui?o interpretando el politono al piano y lograr que no vuelva a interrumpirlo ninguno m¨¢s.
¡°Nos rodea el impacto de Internet. No puedes escapar. Cuando eres consciente, te explota la cabeza
Todo lo lleva Levit a una meta mediante la cual sentirse libre: la seguridad en s¨ª mismo, la confianza. ¡°Algo que me paso la vida buscando pero no hallo con facilidad¡±. A juzgar por la actitud, el d¨ªa de la entrevista, s¨ª la hab¨ªa encontrado. Sobre todo despu¨¦s, en el escenario. Es ah¨ª donde se sumerge en su parcela de libertad m¨¢s ¨ªntima.
Por ese vericueto, Igor Levit penetra en un aspecto parad¨®jico de la confianza. ¡°La condici¨®n humana ha cambiado un cien por cien desde que se invent¨® el smartphone. Puedes apagarlo y tirarlo por la ventana y aun as¨ª te afecta. Estamos rodeados por el impacto de Internet en nuestras vidas. No puedes escapar. Cuando eres consciente de eso, te explota la cabeza. S¨¦ que debo intentar apartarme, pero resulta dificil¨ªsimo. As¨ª que el ¨²nico lugar donde realmente me escondo es en el escenario. Porque encierra un principio y un fin en s¨ª mismo. Se trancan las puertas, entra un p¨²blico limitado y luego se van. Pero en medio, el lugar se convierte en una isla donde s¨®lo habita la verdad¡±.
Su territorio m¨¢s feliz: ¡°Me siento prisionero en la vida y libre en el escenario. Ese es mi espacio de libertad, el ¨²nico lugar. Y me preparo todo el d¨ªa para disfrutar de ella consciente de que s¨®lo la encuentro en ese espacio. Es mi vicio y no lo puedo comparar con nada. No es que me resulte algo adictivo. De hecho, perdona la expresi¨®n, puedes cagarla absolutamente y s¨®lo ser consciente yo de ello. Lo que te ocurre ah¨ª se limita a esa ocasi¨®n¡±.
Otra cosa es en el mundo virtual. Una jaula que cogi¨® Igor Levit con ganas, pero de la que se siente cada vez m¨¢s harto. ¡°Si la jodo en un recital puedo asumir ciertas consecuencias, incluso que pocos se den cuenta, pero si meto la pata en las redes, me trae peores consecuencias¡±. Esa sensaci¨®n de orfandad, de refundaci¨®n de la especie, le inquieta. ¡°No viv¨ª la era de la industrializaci¨®n. Ocurrieron grandes cambios econ¨®micos y sociales entonces¡±, explica el pianista, ¡°pero ahora sufrimos algo m¨¢s radical, la transformaci¨®n de la condici¨®n humana. No existe contexto con el que nos podamos comparar, ni del que podamos extraer lecciones. Quien diga que eso no afecta a la m¨²sica, miente. Afecta a la m¨²sica como nos afecta a todos nosotros¡±.
¡°No podemos hablar de libertades y al aplicarlas a la m¨²sica actuar como si vivi¨¦ramos en una prisi¨®n
De ah¨ª que cueste lograr la autenticidad y se concentre fidedignamente en lograrla. En ese aspecto, Beethoven es una prueba de fuego: el creador del ego en la m¨²sica, el reivindicador de la autor¨ªa como un t¨®tem irrenunciable. ?Qu¨¦ lugar deja un compositor as¨ª para el int¨¦rprete? ¡°Es estricto y exigente, pero tambi¨¦n nos propone caminos para transitar en su m¨²sica libremente. C¨®mo tocar con sentimientos sinceros, seg¨²n indica ¨¦l varias veces: pues como te viene en gana. Nadie tiene la potestad de prohib¨ªrmelo. No podemos hablar todo el d¨ªa de libertades y cuando se trata de aplicarlas a la creaci¨®n art¨ªstica que m¨¢s las expresa, la m¨²sica, actuar como si vivi¨¦ramos en una prisi¨®n. Eso es una pamplina¡±.
A esa libertad se llega, seg¨²n ¨¦l, profundizando en las tensiones internas de sus sonatas. Cada entrega suya supon¨ªa una vuelta de tuerca a un g¨¦nero por explorar. Estableci¨® con ellas el puente de libertad necesario entre el clasicismo y un radical romanticismo. ¡°El trabajo de un int¨¦rprete consiste en desgranar qu¨¦ significado tienen para ti las indicaciones que te da un compositor. Y el ¨¦nfasis de esa frase lo meto en para ti. No para nadie m¨¢s. ?Qu¨¦ significa para m¨ª que Beethoven anote presto con fuoco? ?En qu¨¦ situaci¨®n debo aplicarlo, en qu¨¦ contexto propio sin dejar de tener en cuenta el suyo, pero tambi¨¦n mi piano o el auditorio donde voy a tocar. Esa es la finalidad y el objetivo. No seguir al dictado y estrictamente lo que nos indica Beethoven¡±.
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