Tiempos de indecencia
La podredumbre moral que lleva a Joker, un demente diagnosticado, a ser visto como un h¨¦roe habita tambi¨¦n en la masa embriagada de furia
En El caballero oscuro, rotunda aproximaci¨®n de Christopher Nolan al personaje del Joker (y al de Batman), ya se apuntaba la actual complejidad de lo que en su d¨ªa fueron estereotipos sobre el bien y el mal: ¡°Tu cre¨ªas que pod¨ªamos ser decentes en tiempos indecentes¡±. Y se hac¨ªa cada vez m¨¢s fina la l¨ªnea que separa al h¨¦roe del antih¨¦roe y a este del villano: ¡°Es el h¨¦roe que Gotham se merece, pero no el que necesita ahora (¡). Porque no es un h¨¦roe. Es un guardi¨¢n silencioso, un protector vigilante, un caballero oscuro¡±.
JOKER
Direcci¨®n: Todd Phillips.
Int¨¦rpretes: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz.
G¨¦nero: thriller. EE UU, 2019.
Duraci¨®n: 121 minutos.
Recogiendo el testigo de negrura de Nolan, y llevando el universo de indecencia hasta una nueva dimensi¨®n, a¨²n m¨¢s pol¨ªtica e infinitamente m¨¢s social, Todd Phillips ha compuesto Joker,?grandioso ejercicio de energ¨ªa visual y sonora. Un categ¨®rico golpe contra el sistema que, debido a su complejidad m¨¢s que a su ambig¨¹edad, corre el peligro de malinterpretarse. Una obra radicalmente alejada de las pel¨ªculas de superh¨¦roes al uso, donde no hay un solo acontecimiento o ambiente fuera de lo realista, que claramente entronca en su estilo con parte de lo mejor del cine americano de los setenta, con preponderancia para dos obras de Martin Scorsese: Taxi Driver (¡°Alg¨²n d¨ªa llegar¨¢ una verdadera lluvia que limpiar¨¢ las calles de esta escoria¡±) y El rey de la comedia, con el protagonismo del aspirante a c¨®mico, del payaso sin gracia, del acosador loco, punteadas ambas por la presencia de Robert De Niro en el reparto.
No son los ¨²nicos referentes de un trabajo que, de todos modos, Phillips convierte en algo personal¨ªsimo. Hay ecos de la muy enfermiza y rom¨¢ntica El hombre que r¨ªe (Paul Leni, 1928), pel¨ªcula muda basada en una novela de Victor Hugo, sobre un hombre que no puede evitar f¨ªsicamente poseer una perenne y sobrecogedora sonrisa de oreja a oreja; una obra luminosamente l¨²gubre que, como Joker, aspiraba en muchos momentos al sentimiento de la compasi¨®n. Y hay ecos del c¨®mic del a?o 2005 Batman. El hombre que r¨ªe, escrito por Ed Brubaker y dibujado por Doug Mahnke, del que recoge el hecho de los ataques de risa, aunque aqu¨ª como enfermedad mental y no como veneno necesitado de ant¨ªdoto (de nuevo, la estricta verosimilitud de todo lo que ocurre); una historieta gr¨¢fica que en una de sus vi?etas defin¨ªa as¨ª a un rico hombre de negocios, a la manera de la diatriba social de Phillips: ¡°Este hombre, al que la vida se lo ha dado todo en bandeja de plata, sigue arregl¨¢ndoselas para que los pobres lo sean a¨²n m¨¢s¡±.
Desde la recuperaci¨®n del logotipo de la Warner de los a?os 70 y el ruido de las calles, en el primer segundo de metraje, Joker, reciente Le¨®n de Oro en Venecia, un galard¨®n hist¨®rico para una producci¨®n de estas caracter¨ªsticas, aspira a la trascendencia de aquel Nuevo Hollywood. Y la consigue. Es la demencia del individuo como metonimia de la locura social. Es la pel¨ªcula m¨¢s inc¨®moda que este cr¨ªtico haya visto en mucho tiempo. Desagradable, cruel, perturbadora, trist¨ªsima. Y donde el despliegue f¨ªsico de cuerpo, rostro y mirada de Joaquin Phoenix se convierte en un recital de puro genio.
Sin embargo, pese al activismo social y a la acusaci¨®n contra el sistema de recortes del gobierno, de abandono de los m¨¢s desfavorecidos, ser¨ªa un error no ver que la pel¨ªcula es una denuncia moral desde arriba hasta abajo, y que el Joker, finalmente, rebasando por la izquierda al antih¨¦roe Travis Bickle, se convierte en un villano enfermo, alienado y enajenado. Y si alguien cree que los que mueren en la pel¨ªcula merec¨ªan morir as¨ª por sus acciones, solo puede ser dos cosas: un peligroso radical de extrema derecha o izquierda; o un ignorante anarquista de sof¨¢ que nunca mover¨¢ un dedo si no es para la impostura de las redes sociales.
La podredumbre moral que lleva a Joker, un demente diagnosticado, a ser visto como un h¨¦roe habita tambi¨¦n en la masa embriagada de furia. Los mismos que en una de las primeras secuencias dan una paliza simplemente porque s¨ª al enfermo mental Arthur Fleck, antes de convertirse en el Joker, podr¨ªan ser los que lo adoran como mito en los ¨²ltimos momentos. Es la conjura de la ira, desembocando en la irracionalidad de la masa. Es la complicaci¨®n moral de una pel¨ªcula formidable y retorcida.
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