El pintor que ti?¨® de surrealismo el campo vasco
El C¨ªrculo de Bellas Artes rescata a Vicente Ameztoy con su primera retrospectiva en Madrid
De un hombre parco, humilde, poco dado a las entrevistas, en las que era imposible encontrar una declaraci¨®n estridente, brot¨® un mundo m¨¢gico en sus ¨®leos, el que result¨® de pintar el paisaje que contemplaba a diario, las campas y valles verdes del Pa¨ªs Vasco, que atraves¨® de personajes y detalles surrealistas, movimiento del que bebi¨®, en especial, del belga Ren¨¦ Magritte. De culto en el ambiente art¨ªstico de Euskadi, a¨²n hoy casi desconocido en Madrid, el C¨ªrculo de Bellas Artes ofrece la primera retrospectiva en la capital de Vicente Ameztoy (1946-2001), formada por 36 obras que podr¨¢n verse hasta el 26 de enero de 2020. Como dijo en la presentaci¨®n, el pasado jueves, Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, adonde viajar¨¢ en febrero del pr¨®ximo a?o esta exposici¨®n, "Ameztoy es un trazo oculto, una trayectoria subterr¨¢nea en el arte contempor¨¢neo espa?ol".
Uno de los ejemplos m¨¢s representativos de este artista tan singular, que cuelga en la pinacoteca bilba¨ªna, es La boca (1979), en la que la fuente de un ca?o aparece representada en el espeso follaje con una boca de dientes muy blancos, como esperando a tener algo que tragar. La mayor¨ªa de las piezas de la exposici¨®n Ameztoy, incluidos los autorretratos, no tienen t¨ªtulo. En uno de estos, de 1977-78, se pint¨® con ramas por piernas y brazos, s¨ªmbolo de su identificaci¨®n con el paisaje de este artista nacido en San Sebasti¨¢n. Un autorretrato anterior, de sus inicios, en 1970, es m¨¢s enigm¨¢tico. Es una silueta transparente, un personaje vac¨ªo que deja ver el paisaje que tiene detr¨¢s.
Ameztoy no fue solo singular en su obra; precoz, casi autodidacto tras un breve y decepcionante paso por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, se interes¨® por la figuraci¨®n cuando dominaba la abstracci¨®n. Su corto cat¨¢logo se debe a su breve vida y a un af¨¢n puntilloso que le imped¨ªa ir al ritmo del mercado, de las galer¨ªas. Fue precisamente la galerista Juana Mord¨®, subray¨® Zugaza, "la primera que vio su genio cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido 18 a?os". Fue en 1964, en la colectiva con la que Mord¨® inaugur¨® su espacio en Madrid. El adolescente guipuzcoano comparti¨® protagonismo con Saura, Chillida, Canogar, T¨¤pies, Mu?oz o Z¨®bel. Doce a?os despu¨¦s tuvo su propia exposici¨®n en ese mismo lugar.
Para esta ocasi¨®n extraordinaria se han seleccionado "obras esenciales, procedentes en su mayor¨ªa de centros del Pa¨ªs Vasco y de colecciones particulares, estas ¨²ltimas pr¨¢cticamente no vistas", destac¨® Miriam Alzuri, comisaria, junto a Javier Viar, de una muestra que incluye un cat¨¢logo can¨®nico. En los cuadros de Ameztoy se aprecia c¨®mo "convierte en inquietantes elementos caracter¨ªsticos del paisaje vasco", apunt¨® Alzuri. Ese campo guipuzcoano poblado de seres fant¨¢sticos y perturbaciones protagoniza sus obras, como abund¨® Viar, hasta tejer una "relaci¨®n simb¨®lica entre el paisaje y el hombre". Son ¨®leos que cuentan "historias complejas, con muchos detalles". Una visi¨®n que no impide que tambi¨¦n haya humor e iron¨ªa en algunas de sus pinceladas.
El comisario tambi¨¦n puso a Ameztoy en su contexto, el de los artistas y lenguajes que le rodearon e influyeron, desde Antonio L¨®pez y el pop art, al c¨®mic y el cine. "Muchos de sus cuadros parecen vi?etas de un tebeo o de un storyboard que contin¨²a en la siguiente obra", dijo. Esa proximidad al mundo cinematogr¨¢fico le llev¨®, en 1992, a colaborar con el director Julio Medem en la pel¨ªcula Vacas. Ameztoy fue poco a poco m¨¢s conocido fuera del Pa¨ªs Vasco, particip¨® en varias exposiciones fuera de Espa?a, pero no entr¨® en el circuito del mercado del arte. No obstante, en los a?os ochenta ampli¨® su producci¨®n al dibujo, las artes gr¨¢ficas o la carteler¨ªa. En 1990, la Diputaci¨®n Foral de Gipuzkoa organiz¨® por fin su primera retrospectiva.
El esplendor y brillo de los paisajes de Ameztoy tiene su contrapunto en una sala m¨¢s recogida, en la que se muestra el encargo que ejecut¨® en su ¨²ltima etapa, entre 1994 y 2001, en la ermita de Nuestra Se?ora de Remelluri, en Labastida (?lava). El propio autor dijo que hab¨ªa sido "un trabajo de desesperaci¨®n". Son ¨®leos de santos relacionados con la ermita y su entorno, as¨ª como una ins¨®lita visi¨®n del Para¨ªso. Plasm¨® un paisaje repleto de animales, con un mono trajeado y con Ad¨¢n y Eva, vistos en una televisi¨®n plana, a punto de cometer el pecado original. Un artista inclasificable hasta su ¨²ltimo aliento.
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