Muerto Bloom, se acab¨® el canon
La desaparici¨®n del cr¨ªtico literario estadounidense, guardi¨¢n de las esencias, reaviva el debate sobre la recuperaci¨®n de creadores marginados en todas las artes durante siglos
Viene de antiguo: Lisipo y su sistema de proporciones ¡ªque establec¨ªa la medida de ocho cabezas como ideal de belleza en la reproducci¨®n escult¨®rica de un cuerpo en Grecia¡ª, vino a corregir, o a prolongar si se quiere, a su antecesor Policleto. Este escribi¨® un tratado, perdido, titulado Kanon, con el que dio nombre a un concepto que hoy est¨¢ siendo rebatido desde todos los frentes.
Algunas artes se prestan mejor a quedar regladas que otras, pero lo cierto es que las normas e ideales que entra?a un canon son inseparables del debate. ?Qui¨¦n establece las normas? ?Qu¨¦ queda en los m¨¢rgenes de esas medidas artificialmente construidas? La revisi¨®n, impl¨ªcita en estas preguntas, sacude hoy por ejemplo a museos, que empiezan a desempolvar y recolocar obras soslayadas, tratando as¨ª de remediar la exclusi¨®n e invisibilidad que han padecido las mujeres. Buen ejemplo de esto es la exposici¨®n inaugurada esta semana en el Museo del Prado, Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Pero lo mismo podr¨ªa decirse de cat¨¢logos editoriales, o de programaci¨®n de orquestas que se suman al intento de entablar una conversaci¨®n m¨¢s diversa y completa con su p¨²blico.
El pasado 14 de octubre, las novelistas Margaret Atwood y Bernardine Evaristo recibieron el Premio Booker, el galard¨®n m¨¢s importante de la literatura en lengua inglesa, que por primera vez se repart¨ªa entre dos ganadoras. Ese mismo d¨ªa falleci¨® el legendario catedr¨¢tico de Yale y ensayista, Harold Bloom, y no faltaron las voces que se?alaron cierta iron¨ªa en la coincidencia. Quiz¨¢ m¨¢s parad¨®jico podr¨ªa resultar el hecho de que este eminente defensor de la tradici¨®n tenga un innegable componente pop: si hubiera un cr¨ªtico en la serie Los Simpson, ese ser¨ªa Bloom. Sus listas de autores imprescindibles tambi¨¦n marcaron el principio de la interminable cultura de las listas en la que vivimos.
Aquello arranc¨® en los noventa, cuando Bloom logr¨® sacar de bibliotecas y aulas densas discusiones acad¨¦micas y colocar estos asuntos entre los libros m¨¢s vendidos con su monumental El canon occidental. Inclu¨ªa a mujeres, s¨ª, y tambi¨¦n dejaba a los cl¨¢sicos y a?ad¨ªa listas de contempor¨¢neos. Nunca cej¨® el viejo profesor de Yale en su empe?o por defender que la literatura no debe ser tratada como un documento social, ni valorada por su contenido pol¨ªtico o hist¨®rico; su baremo, por el contrario, debe regirse, sosten¨ªa, por criterios est¨¦ticos. M¨¢s que herramienta para comprender el mundo, la literatura era entendida como un arma para el conocimiento del individuo.
¡°La literatura no es un dep¨®sito de buenas intenciones, sino que trata de la relaci¨®n entre vida y muerte, violencia y pasividad. No hay buenas causas en la literatura, otra cosa es que los escritores las adopten¡±, se?ala al tel¨¦fono la cr¨ªtica y profesora argentina Nora Catelli. ¡°Pero la llegada de los cuestionamientos planteados desde la lectura de las minor¨ªas, de g¨¦nero, de la cr¨ªtica de la subalternidad dejan claro que la lista de libros imprescindibles no da lugar a la inclusi¨®n de otras miradas¡±. ?Ha perdido el canon su fuerza? ?Tiene sentido la mera idea de un canon? ¡°Yo no creo que haya una sola literatura, desde luego no en castellano; nuestras literaturas se dividen y no tienen por qu¨¦ encontrarse. El canon es un espacio de debate, no es otra cosa. Y la poca inclusi¨®n de mujeres es algo que atraviesa todas las discusiones¡±, apunta Catelli. ¡°Sobre esto tengo varias opiniones y todas contradictorias. La autor¨ªa de mujeres en la tradici¨®n occidental se remonta a la Edad Media, no solo en literatura, sino en p¨¢ginas iluminadas aparece la firma de mujeres, as¨ª que la tradici¨®n occidental ser¨ªa la menos patriarcal de todas¡±.
Carg¨® Bloom contra lo que calific¨® como ¡°la escuela del resentimiento¡±, tratando de combatir lo que percib¨ªa como una banalizaci¨®n y erosi¨®n de los estudios de literatura, que, ya en los a?os setenta, pensaba que acabar¨ªan fagocitados por la etiqueta de estudios culturales u orillados como algo minoritario y hasta cierto punto irrelevante. ¡°Quiz¨¢ se equivoc¨® y dej¨® cosas fuera, pero su libro es literariamente indiscutible¡±, apuntaba la semana pasada en la Feria de Fr¨¢ncfort Jorge Herralde, editor del cr¨ªtico en Espa?a. ¡°Su labor fue sencillamente brutal y discutirlo es, como poco, curioso; su capacidad de indagaci¨®n y s¨ªntesis es inusual¡±. Del pol¨¦mico libro Anagrama ha vendido ya 43.000 ejemplares desde 1994, y ya est¨¢ en marcha la und¨¦cima edici¨®n.
El catedr¨¢tico de Literatura Comparada Jordi Llovet, autor de La literatura admirable ¡ªsu canon particular¡ª defiende la postura de Bloom: ¡°Ha sido uno de esos intelectuales norteamericanos que no ha tenido reparos en subrayar lo que han afirmado todas po¨¦ticas y est¨¦ticas del hecho literario: con independencia del color de la piel o del sexo, de que uno sea ciego o vidente, borracho o abstemio, negacionista o activista contra el cambio clim¨¢tico, lo que debe primar en la consideraci¨®n de una obra literaria es su calidad, no qui¨¦n lo ha escrito¡±.
Marco Roth, cr¨ªtico y fundador de la revista N+1, responde tambi¨¦n sobre Bloom y su canon: ¡°El inter¨¦s cr¨ªtico y acad¨¦mico de Bloom estaba enfocado en las cuestiones en torno a la originalidad. Siempre es necesario que haya un contexto o un terreno en el que surja algo nuevo. Por eso la idea del canon era clave en su pensamiento, pero para Bloom esto no iba de construir vallas o fronteras, como se entiende hoy, sino que daba nombre a un cuerpo o microcosmos del que escritores o cr¨ªticos pod¨ªan salirse como originales, o simplemente seguirlo¡±.
Harold Bloom, como atestigua su ensayo, La ansiedad de la influencia, aplic¨® principios freudianos al estudio de la literatura, en concreto de la poes¨ªa, tratando de desentra?ar qui¨¦n mataba a qu¨¦ padre, qu¨¦ lecturas e influencias estaban latentes. Quiz¨¢, como apunta el cr¨ªtico literario de la revista The New Yorker, James Wood, Bloom, que ensalz¨® como genialidad absoluta los soliloquios de los personajes de Shakespeare, que van alterando sus acciones porque escuchan sus propias palabras, fall¨® a la hora de hacer esto mismo. O quiz¨¢ estos sean malos tiempos para los c¨¢nones, la autoridad est¨¢ siendo discutida, la propia autoridad pierde peso. Esa es la reflexi¨®n del profesor de literatura hisp¨¢nica y editor de Gallimard, Gustavo Guerrero: ¡°Bloom fue como la lechuza de Minerva que sale a volar cuando cae la noche: el humanismo moderno habla con premisas modernas y estas, en 1994, estaban siendo cuestionadas. Bloom fue el ¨²ltimo testigo de esa era: ese tiempo que refleja su libro ha terminado; hoy ya no podr¨ªa levantarse un canon como ese¡±.
¡°No soy partidario de la ficci¨®n esquimal l¨¦sbica¡±
La importancia de determinar qu¨¦ lecturas son esenciales y qui¨¦n figura en el canon tiene una relevancia capital en las aulas. Al comienzo de su carrera, Harold Bloom reivindic¨® a los poetas rom¨¢nticos en los programas universitarios frente a la corriente modernista, muy en boga en ese momento. El resto de sus peleas y provocadoras declaraciones ¡ª"no soy partidario de la ficci¨®n esquimal l¨¦sbica", escribi¨® en el diario brit¨¢nico The Times¡ª, tambi¨¦n estaban en buena parte motivadas por su preocupaci¨®n por lo que se ense?aba. "Hay que ense?ar lo m¨¢s dif¨ªcil y transmitir esto puede ser can¨®nico. Las exigencias pueden parecer autoritarias porque inevitablemente hay una necesidad de jerarquizar", explica Nora Catelli, que ha impartido clase hasta el a?o pasado de Filolog¨ªa Hisp¨¢nica en la Universidad de Barcelona. "Decir que no hay jerarqu¨ªas es como decir que no eres pol¨ªtico. Si no crees en la jerarqu¨ªa, crees entonces en las leyes del mercado, y si dices no ser pol¨ªtico probablemente eres de derechas".
La traductora y cr¨ªtica literaria argentina considera que ha habido un cambio en la universidad en establecer c¨¢nones, en parte porque se incluyen ¡°las ¨²ltimas novedades¡± en los programas. ¡°La universidad no debe renunciar a ser el espacio donde discutir de lo m¨¢s dif¨ªcil a lo m¨¢s f¨¢cil, eso que ya puedes leer por tu cuenta; hay que aprender a aburrirse porque del tedio surge el conocimiento¡±. Los alumnos de Bloom cuentan que el viejo profesor, gesticulante, prodigiosamente culto y dram¨¢tico dejaba poco espacio para el tedio. Sobre ¨¦l pesaron acusaciones de acercamientos improcedentes. ¡°Vi c¨®mo apreciaba a las estudiantes m¨¢s guapas de la clase¡±, anota el editor Marco Roth. ?Fue un depredador? Roth no lo sabe.
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