En ¡®Barrio S¨¦samo¡¯ aprendimos que todos somos iguales, ¨²nicos y raros
Desde su primera emisi¨®n en 1969 el programa demostr¨® su enorme diferencia pedag¨®gica
Cuando en 2005 se propag¨® el rumor de que el Monstruo de las Galletas se hab¨ªa puesto a dieta, un peque?o terremoto sacudi¨® los cimientos del siempre feliz Barrio S¨¦samo. Durante varias temporadas el asunto de la dieta y la desequilibrada alimentaci¨®n de Tricki (como tambi¨¦n se conoce en Espa?a al voraz personaje de pelo azul) se recogi¨® en diferentes cap¨ªtulos del programa. No, el Monstruo de las Galletas no pasar¨ªa a ser el Monstruo de las Verduras y seguir¨ªa comiendo hidratos, aunque en menor cantidad y siempre acompa?ados por un men¨² m¨¢s variado y rico en frutas y hortalizas. Siempre atento a la agenda social, Barrio S¨¦samo no pod¨ªa permanecer ajeno al grave problema de la obesidad infantil. Pero en lugar de criminalizar las galletas reeduc¨® a su p¨²blico mientras hac¨ªa lo propio con su personaje.
Desde su primera emisi¨®n en 1969 el programa demostr¨® su enorme diferencia pedag¨®gica. Una f¨®rmula alegre, divertida y did¨¢ctica, pero que a su vez abordaba asuntos como la solidaridad, el feminismo o el racismo. Se trataba de crecer construyendo la base de unos principios en el fondo no tan obvios: que la belleza es interior, que todos somos iguales y a la vez ¨²nicos, que todos somos raros, que comentemos errores pero podemos aprender de ellos y que la sensibilidad y la imaginaci¨®n son el mejor veh¨ªculo para ser personas plenas.
El productor televisivo, escritor y actor negro Matthew Thomas Robinson Jr. deb¨ªa ser el encargado de los controles de diversidad del programa, pero por una carambola acab¨® siendo ¨¦l mismo el primer humano que sal¨ªa en pantalla. En su primera frase en el papel de Gordon, Robinson anunciaba a una ni?a que aquel barrio no se parec¨ªa a ning¨²n otro. Segundos despu¨¦s se escuchaba a alguien canturrear. Era Epi. Gordon y su mujer Susan (la cantante y actriz negra Loretta Long) le explicaban a la ni?a que Epi y Blas eran dos vecinos que viv¨ªan juntos y que si Epi cantaba era porque se estaba dando un buen ba?o (la higiene personal siempre fue otro de los temas recurrentes del programa).
En apenas unos segundos una emisi¨®n infantil pon¨ªa el foco en una pareja afroamericana y una pareja de chicos que viv¨ªan juntos. A mitad de temporada, Susan se incorporaba a su trabajo de enfermera en un hospital porque en Barrio S¨¦samo las mujeres trabajaban. Y Epi, en aquel mismo piloto, lloraba a moco tendido por la emoci¨®n que le causaba el 2, su n¨²mero favorito, y la letra E, su preferida del alfabeto. Llorar de emoci¨®n era importante en aquel lugar. Pero quiz¨¢ el momento m¨¢s relevante de aquel primer d¨ªa llegaba al final y estaba reservado para la rana Gustavo (Kermit en Estados Unidos) y el Monstruo de las Galletas. Sentado en su murito, Gustavo intentaba impartir una clase sobre la letra W y las palabras que empiezan con ella mientras el Monstruo de las Galletas se com¨ªa la letra convirti¨¦ndola en una N primero, una V despu¨¦s y finalmente una I. La rana parlanchina aceptaba con su habitual buen ¨¢nimo y resignaci¨®n al plasta azul y, de paso, brindaba la optimista lecci¨®n definitiva: siempre, hasta ante la mayor adversidad, es posible aprender una nueva lecci¨®n.
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