L¨¢grimas de amor por el eterno Enrique Urquijo
Compa?eros y admiradores del fundador de Los Secretos le brindan un homenaje hist¨®rico en el vig¨¦simo aniversario de su adi¨®s
Veinte a?os exactos ¡ªqu¨¦ febril la mirada¡ª despu¨¦s de que nos qued¨¢ramos sin Enrique Urquijo, el recuerdo del ser humano tenuemente se desdibuja en la memoria al tiempo que el mito no para de agigantarse. Es la ventaja de quienes fueron grandes, enormes, a su paso por este mundo: a falta de otras inmortalidades sobre las que no existe constataci¨®n emp¨ªrica, es el legado de su obra el que les garantiza su eternidad. Y Enrique, que se nos fue tan pronto, cuando a¨²n le faltaban unos meses para abordar la cuarta d¨¦cada de vida, dej¨® un reguero de t¨ªtulos que emocionan a quienes le conocieron y a los que todav¨ªa eran unos pipiolos aquel anochecer oto?al y funesto de 1999. Canciones que nos sobrevivir¨¢n a todos y seguir¨¢n poniendo m¨²sica a las vidas de aquellos que nos sucedan, incluso a quienes no llegaremos a conocer.
La tarde se present¨® lluviosa, desapacible, perruna en este Madrid que tanto quiso a Enrique, como si los cielos buscaran vestirse acorde con la melancol¨ªa. Pero 8.000 almas se sacudieron la pereza de salir de casa para casi llenar el WiZink Center en un homenaje, Desde que no nos vemos, emotivo, hist¨®rico y seguramente irrepetible, a tenor de sus dimensiones: 18 artistas de primer orden recreando esas canciones que, aun habiendo tarareado ya un mill¨®n de veces, admiten siempre nuevas escuchas y reinvenciones.
Las ocho primeras piezas de la noche, con Los Secretos a¨²n ausentes, correspondieron a los artistas m¨¢s afines a la canci¨®n de autor. El escenario remedaba el de la sala Galileo Galilei, con sus m¨ªticas letras de ne¨®n fucsia, un h¨¢bitat que Enrique hizo suyo en docenas de veladas. ¡°Ven¨ªa a tocar con su otro grupo, Los Problemas, casi todos los meses¡±, recordaba a la entrada el due?o y fundador del local, ?ngel Viejo. Y a?adi¨®, con un temblor en la voz: ¡°El d¨ªa que muri¨®, me hab¨ªa pasado toda la ma?ana intentando localizarle por tel¨¦fono porque ¨¦l quer¨ªa cerrar una nueva fecha. Era un hombre tan extraordinario, cercano y sensible como parec¨ªa¡±. Rafa Higueras, gran amigo de Urquijo e impulsor de tributos, inaugur¨® con Desde que no nos vemos una tanda en la que Rebeca Jim¨¦nez convirti¨® Adi¨®s, tristeza en ranchera, Vicky Gastelo rescat¨® con mucho gusto la mucho menos conocida Demasiado tarde y Jorge Marazu, plet¨®rico de voz tras una semana griposo, sublim¨® Y no amanece. ¡°Me dedico a esto de la m¨²sica por gente como Enrique. Escrib¨ªa de una manera tan directa y sencilla, tan emotiva y sin dobleces, que era imposible no identificarse con ¨¦l¡±.
Hubo que esperar un cuarto de hora, porque el cambio de tercio era peliagudo, pero cuando el escenario volvi¨® a iluminarse lo poblaban no solo Los Secretos, sino una orquesta sinf¨®nica con la que recrearon del tir¨®n Aunque t¨² no lo sepas, Cambio de planes y Ahora que estoy peor. Versiones pomposas, pero nada vacuas: las grandes historias musicales admiten casi todos los enfoques. ?lvaro Urquijo, benjam¨ªn de la familia, compositor tambi¨¦n brillante y depositario principal de ese cancionero inaprensible, no tom¨® la palabra hasta pasadas las ocho de la tarde. Y fue para deslizar, m¨¢s all¨¢ de los agradecimientos de rigor y cortes¨ªas pertinentes, una confesi¨®n en toda regla: ¡°Las canciones de Enrique han dado a Los Secretos una segunda vida¡±.
Quiz¨¢ por eso, cuando se quedaron ya al frente de las operaciones ?lvaro, Ram¨®n, Jes¨²s, Juanjo, Santiago y su m¨¢s reciente fichaje, Txetxu Altube ¡ªlos seis secretos hoy en ejercicio¡ª, optaron por una pieza emblem¨¢tica, Pero a tu lado, con ese primer verso que a¨²n ahora, y m¨¢s en ocasiones como la que nos ocupaba, sigue erizando hasta el vello m¨¢s rec¨®ndito: ¡°He muerto y he resucitado¡±. Y a partir de ah¨ª, las colaboraciones. El ferrolano Andr¨¦s Su¨¢rez se proclamaba ¡°el hombre m¨¢s feliz del mundo¡± por poder interpretar con sus ¨ªdolos No digas que no, que le qued¨® tan sentida como siempre es ¨¦l. El propio Altube se decant¨® por Volver a ser un ni?o, una canci¨®n que le recuerda a cintas rebobinadas con un boli Bic, para que no se gastaran demasiado pronto las pilas del radiocasete. Y Mikel Erentxun nos descubri¨® que No me imagino comparte algo de la sencillez instant¨¢nea de los tiempos m¨¢s gloriosos de Duncan Dhu.
Rozal¨¦n (la m¨¢s joven del cartel, junto a Marazu), tir¨® de vozarr¨®n para reivindicar Ag¨¢rrate a m¨ª, Mar¨ªa, la primera composici¨®n que aprendi¨® de Los Secretos y la que a¨²n hoy no deja de cantar junto a su padre cada vez que regresa al domicilio familiar, en el pueblito albacete?o de Letur. Le sigui¨® el m¨¢s veterano, Miguel R¨ªos (Ojos de gata), que anunci¨® hace a?os su retirada para reaparecer, felizmente, cuando le viene en gana. En un momento se lio con la letra y Ram¨®n Arroyo tuvo que cambiar la guitarra ac¨²stica por la el¨¦ctrica, por estos imponderables del directo, pero los peque?os desbarajustes casi sirvieron para salpimentar la velada y dej¨¢rsela franca a Coque Malla (Otra tarde), como un chiquillo con su ¡°primera vez¡± con Los Secretos; Manolo Garc¨ªa (La calle del olvido), Amaral (Buena chica), Alejo Stivel (Sobre un vidrio mojado) y David Summers, al que le hab¨ªan encomendado Ojos de perdida. Desenfado juvenil de cuando sus Hombres G a¨²n eran solo un vago sue?o.
¡°Estoy cortad¨ªsimo. No s¨¦ lo que me pasa, es como si hubiera empezado a cantar antes de ayer¡±, acab¨® sincer¨¢ndose ?lvaro Urquijo, hombre siempre pudoroso en lo tocante a la herencia fraternal. Eva Amaral acab¨® reclamando para ¨¦l un emotivo aplauso ¡°por su coraje¡±. Pero en el D¨¦jame definitivo, con todos los participantes abraz¨¢ndose, ya no hubo quien se atuviera a contenciones. Y las l¨¢grimas, nost¨¢lgicas pero inequ¨ªvocamente amorosas, corrieron en riada por el recuerdo eterno del inmortal Enrique.
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