De la filarm¨®nica en Venezuela, a los autobuses de Lima
La di¨¢spora musical venezolana, formada en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles que educ¨® a m¨¢s de un mill¨®n de m¨²sicos, subsiste en Lima tocando en el transporte p¨²blico

La mayor¨ªa de los?m¨¢s de 150 m¨²sicos venezolanos que integran la orquesta y el coro Sinfon¨ªa Migrante de Per¨² trabajan como dependientes en comercios o tocan m¨²sica en la calle y en el transporte p¨²blico. Dejaron de pisar asiduamente los escenarios cuando cruzaron la frontera. Una historia de precariedad laboral a la que se suman otros muchos int¨¦rpretes del pa¨ªs sudamericano instalados en Per¨² ante la crisis que sufre el pa¨ªs caribe?o. Ahora, lejos de su tierra, batallan por volver a tocar en auditorios como antes, mientras se enfrenta a un pa¨ªs en el que la discrminaci¨®n contra los venezolanos va en aumento.
Anais Rivas, una de las violinistas de esta orquesta que naci¨® hace tres meses en Lima, recuerda c¨®mo lloraba en su primer trabajo en Per¨² como agente de seguridad privada. ¡°?En qu¨¦ mundo iba a imaginar tener un trabajo as¨ª?¡±, cuenta esta joven de 25 a?os que ve c¨®mo se ha esfumado su sue?o de estudiar un posgrado en educaci¨®n en Jap¨®n. Se lamenta por aquello, pero sonr¨ªe al recordar que hace una semana pudo cumplir otra de sus grandes ilusiones: conocer a la violinista Anne Sophie Mutter, de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn.
Rivas, procedente del Estado de Vargas (norte del pa¨ªs), empez¨® a estudiar m¨²sica a los ocho a?os en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles en Venezuela, como la mayor¨ªa de int¨¦rpretes que forman parte de la Sinf¨®nica Migrante. De ah¨ª han salido?cerca de un mill¨®n de m¨²sicos, entre ellos el director de orquesta Gustavo Dudamel,?y su labor fue premiada en 2008 con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes.?Opt¨® entonces por el viol¨ªn tras escuchar al estadounidense-israel¨ª Isaac Perlman en el consagrado teatro Teresa Carre?o de Caracas, a donde acudi¨® gracias a que el Gobierno ofrec¨ªa transporte a la capital y entradas gratis. ¡°Era pol¨ªtica de Estado, obligatorio a nivel educativo¡±, completa el violonchelista Carlos Arias, uno de los creadores de la Sinf¨®nica Migrante.
La violinista continu¨® en este Estado de la costa venezolana con sus estudios universitarios pero tuvo que abandonarlos poco despu¨¦s, cuando empeor¨® la crisis en su pa¨ªs. ¡°Hab¨ªa que elegir entre el almuerzo y la fotocopia, y mi padre necesitaba una operaci¨®n: ah¨ª fue cuando migr¨¦ a Lima¡±.
Ahora vive en Per¨² derribando con la m¨²sica los enormes prejuicios que recaen sobre esta comunidad. En lo que va de a?o, seis gobiernos de diferentes niveles del Estado han tratado de expulsar o poner barreras a la llegada de venezolanos con medidas que han sido consideradas un delito de discriminaci¨®n por la Defensor¨ªa del Pueblo. Propuestas que sirven para contentar a un sector de los peruanos que, alimentado por la prensa sensacionalista y los pol¨ªticos, atribuyen a los venezolanos un incremento de la criminalidad.
En Lima, Rivas trabaj¨® como vigilante en un centro de investigaci¨®n y luego postul¨® al mismo empleo en una escuela privada donde se preguntaban qu¨¦ hac¨ªa una profesora de m¨²sica y violinista en tres orquestas con un empleo como aquel. ¡°Las cosas de la vida, resulta que soy buena en seguridad¡±, respondi¨®. Al final acabaron contrat¨¢ndola como maestra y compagin¨® durante varios meses ambos trabajos.?¡°Trabajaba como vigilante desde las 6:30 de la ma?ana y pasadas las dos y media de la tarde hac¨ªa como la Mujer Maravilla y me cambiaba de ropa para dar mis clases, era muy c¨®mico¡±, comenta mientras extiende y gira los brazos como el personaje de ficci¨®n.?¡°Mis alumnos no se dieron cuenta, sino como hasta dos meses despu¨¦s¡±, remata entre risas.?Consigui¨® despu¨¦s unirse a Sinfon¨ªa para el Per¨², el proyecto de educaci¨®n musical gestado por el tenor peruano Juan Diego Flores, y a la Sinf¨®nica Juvenil de Per¨², donde no siempre recibe una remuneraci¨®n en los conciertos. Ahora forma parte de la Sinf¨®nica Migrante, una orquesta que por el momento tampoco le aporta ingresos.
¡°Cuando uno cruza la frontera conoce el sentimiento de que va a empezar de cero, pero llegas y ves a otros m¨²sicos, todos queremos hacer m¨²sica porque era nuestro trabajo y nuestra vocaci¨®n y, de hecho, sigue si¨¦ndola. En el ¨²ltimo concierto en Lima ve¨ªa a mis compa?eros y dec¨ªamos: 'Volvimos a ser lo que quer¨ªamos¡±, describe la violinista.
La entrevista fluye a 100 metros del Ministerio de Cultura ¡ªdonde ensaya la Sinf¨®nica Juvenil de Per¨²¡ª y del Teatro Nacional ¡ªsede de los conciertos m¨¢s importantes en Lima¡ª. Y tambi¨¦n a 100 metros de una v¨ªa peatonal que se ha vuelto el escenario para decenas de m¨²sicos, la mayor¨ªa, venezolanos, como el violonchelista Arias o su compa?ero Abrahan Rodr¨ªguez, viola de la Sinf¨®nica Migrante. Para salir de Venezuela,?Rodr¨ªguez tuvo que vender su viola profesional y ahora usa una de estudio para ganarse la vida en Lima y tratar de volver a los escenarios.
Los consagrados frente a un p¨²blico nuevo
Richard Rodr¨ªguez es el cuatrista de la Sinf¨®nica Migrante. Su instrumento es ¡°un pariente de la guitarra¡±, peque?o como el charango o mandolina. Ha tocado con grandes orquestas en el mundo y ahora tiene un p¨²blico dif¨ªcil: los pasajeros del transporte de Lima, uno de los peores sistemas de Latinoam¨¦rica.
¡°Aunque he tocado con grandes artistas venezolanos reconocidos y en grandes teatros [en Par¨ªs, Londres o Nueva York] no me siento menos porque tengo que subir a los autobuses, lo vivo como una experiencia de aprendizaje, eso me ha ense?ado mucho. Lo llevo con alegr¨ªa, estoy tranquilo y si alguien me hace un mal gesto lo ignoro. Me voy siempre con un saldo positivo de buena energ¨ªa a casa y voy ense?ando este instrumento que es poco conocido ac¨¢¡±, se?ala, mientras espera a un otro violinista con el que toca en el transporte de la capital.
¡°Espero que las cosas en mi pa¨ªs se resuelvan para ir a reconstruirlo, mientras tanto a dejar la semilla de que somos buenos, estamos aprendiendo de los peruanos, y aportando porque tenemos un sistema de casi 50 a?os de m¨²sica formal gratuita, donde fui profesor,¡±, a?ade.?
Rodr¨ªguez lleg¨® a Per¨² hace un a?o y cuatro meses. Desde entonces, ha tenido empleos de lo m¨¢s diverso: sal¨ªa con un termo para vender caf¨¦ y chocolate, dio clases en una academia y ahora toca en el transporte p¨²blico. "En un autob¨²s me vio un miembro de la directiva de la orquesta: me grab¨® y me habl¨® de este proyecto¡±. ¡°Siempre les digo a mis alumnos que el instrumento es el mejor pasaporte que pueden tener, me ha dado la oportunidad de ganarme la vida ac¨¢ y de seguir so?ando: ya logr¨¦ tocar en el Teatro Municipal, aspiro ahora a hacerlo en el Teatro Nacional¡±, agrega.
El primer viol¨ªn de la Sinf¨®nica Migrante es el music¨®logo Jes¨²s Parra, quien desde 1989 ha participado en orquestas infantiles, juveniles y profesionales. En 1993 comenz¨® como profesor de m¨²sica en Maracaibo, en el Conservatorio y en el sistema nacional de orquestas. Al llegar a Lima hace un a?o y cinco meses reparti¨® muchos curriculums sin que el empleo llamara a su puerta.?
¡°En ese ir y venir conoc¨ª colegas venezolanos que tocaban en la calle. Un d¨ªa dije: 'Ya no voy a seguir as¨ª'. Abr¨ª el estuche en el bulevar de Magdalena (un distrito de clase media), pero me daba verg¨¹enza. Al tercer d¨ªa ya no ten¨ªa opci¨®n: o lo hago o lo hago porque mi familia depende de m¨ª. Consegu¨ªa unos 30 soles (nueve d¨®lares) en algunas horas, equivalente a todo un d¨ªa de trabajo, repart¨ªa tarjetas con mi n¨²mero, pero en enero cambi¨® el alcalde y ya no nos dejaron tocar en la calle¡±, dice.
Parra consigui¨® un par de trabajos que le ayudan a subsistir: tiene alumnos particulares y trabaja con el coro de una parroquia. "Muchos esperamos que llegue el domingo [e ir a la Sinf¨®nica Migrante] para reencontramos con la m¨²sica y hacer algo que nos haga olvidar tantas cosas que a veces nos pasan, como a todos, como un escape. No te genera (un ingreso) pero motiva an¨ªmicamente¡±, detalla el m¨²sico de 42 a?os, y padre de dos ni?os que viven en Venezuela con su esposa.
M¨¢s de 864.000 venezolanos viven en el pa¨ªs sudamericano, el segundo con la comunidad m¨¢s grande de venezolanos despu¨¦s de Colombia, la mayor¨ªa ingresaron desde 2017 cuando el Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski dio facilidades para obtener un permiso temporal de permanencia.
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