Oda al sue?o experimental

Desde su mismo cartel, que recuerda a la portada firmada por la fot¨®grafa Toni Frissell para el disco de jazz Undercurrent, de Bill Evans y Jim Hall, esta pel¨ªcula apela al mundo on¨ªrico. Ah¨ª, como en Sue?os que el dinero puede comprar, la pel¨ªcula de los a?os cuarenta que Hans Ritcher firm¨® junto a algunos de los grandes surrealistas, la realidad y el ensue?o nacen para confundirse.

Letters to Paul Morrisey est¨¢ compuesta por cinco misivas al hombre que, de la mano de Warhol, se convirti¨® en el director de cabecera de la Factory. Una oda al underground, rodada en blanco y negro en 16 mil¨ªmetros, que va mudando de piel con la ayuda de piezas e im¨¢genes audiovisuales de archivo: retales del fabuloso universo del cine experimental que van dotando a este filme de personalidad propia.

Las cartas no son iguales ni en forma ni en contenido. Tampoco en su resultado final. Destaca la breve nota sobre la adicci¨®n a los opi¨¢ceos a trav¨¦s de la voz en off de Joe Dallesandro, el bello muso de Morrisey, al pie de una pista de skate; el erotismo de una vampira; la extra?a enfermedad auditiva que sufre una joven japonesa que se mira en Fran?ois Hardy o algunos fragmentos de la carta de una olvidada actriz de Chelsea Girls, la m¨ªtica pel¨ªcula de Warhol. Poco importa el exceso de referencias, el filme de Rovira y Benzal supera su halo de nostalgia para abrir una ventana de memoria y esperanza en un medio cada vez m¨¢s acomodado a las leyes del mercado.