Kundera, el ap¨¢trida que vive en la literatura universal
Los checos devuelven el pasaporte al genio exiliado en Par¨ªs que solo quiere deberse, seg¨²n ¨¦l, ¡°a la desprestigiada herencia de Cervantes¡±
![El escritor Milan Kundera.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4YJZW65JZNFFD4FO2OEC5PCCWQ.jpg?auth=fe29f9338aafcbbd29e58cc43310409ee21693baf48ae0818abb075982d16461&width=414)
En las novelas de Milan Kundera raramente leer¨¢n ustedes la palabra Checoslovaquia. Tampoco a nadie que proceda de ah¨ª. Por contra, no existe autor vivo que mejor haya retratado el alma ef¨ªmera de un pa¨ªs que apenas sobrevivi¨® a su propio nombre setenta a?os.
Las gentes que pueblan su mundo pertenecen a Bohemia. Lo cual tambi¨¦n es algo reductivo para alguien que naci¨® en Moravia: concretamente en su capital, Brno, hace 90 a?os. Convengamos que de la suma de ambas tierras, junto a Silesia, existe lo que hoy conocemos como Rep¨²blica Checa y que Kundera procede de esa convenci¨®n territorial, aunque solo sea porque ha utilizado esa lengua para crear la mayor parte de sus obras maestras. Por eso s¨ª, pero no porque conservara la et¨¦rea nacionalidad y el pasaporte que en 1979 sus compatriotas le arrebataron y hoy, no exentos de verg¨¹enza y pidi¨¦ndole perd¨®n, le acaban de devolver.
Fue en un acto ¨ªntimo, en su casa de Par¨ªs, donde solo estuvieron presentes su esposa Vera, Petr Drulak, el embajador checo en Francia y el escritor. Kundera hab¨ªa aceptado el ofrecimiento que meses antes le hab¨ªa hecho el primer ministro, Andrej Babi?. Simb¨®lico, dicen. Y quiz¨¢s carente de valor para quien desde hace mucho tiene claro cu¨¢l es su verdadera patria, su m¨¢s imbricado destino. Lo confiesa en una de sus obras fundamentales, El arte de la novela: ¡°Pero, si el porvenir no representa un valor para m¨ª, ?a qui¨¦n o a qu¨¦ me siento ligado?: ?A Dios? ?A la patria? ?Al pueblo? ?Al individuo? Mi respuesta es tan rid¨ªcula como sincera: no me siento ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes¡±.
![Retrato del escritor checo Franz Kafka alrededor de 1905.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/JIS6MFOOHBFLWMQSRPIX66GCMM.jpg?auth=a52405823d45592b181ba8fb014a6249f71169373a4a760fe3972189b6e71bc7&width=414)
La desprestigiada herencia de Cervantes¡ Ah¨ª es nada. Y todo para quien desde hace d¨¦cadas se observa, se acepta, se confiesa ap¨¢trida hasta el punto de haber renunciado en su ¨²ltima etapa al idioma materno y escribir en franc¨¦s. Miembro de esa parcela ignota donde el lenguaje y la creaci¨®n son ley sin frontera.
Una de las virtudes que Kundera reivindica en Cervantes es el relativismo. Con ese presupuesto moral, sostiene, aparece el inicio de la novela moderna. No cabe otra misi¨®n en ella desde entonces que la b¨²squeda de la escurridiza verdad ¨Co mejor, pluralidad de verdades- que nos vemos obligados a atrapar y que para todos y cada uno de nosotros pueden ser distintas.
Dentro de esa aplicaci¨®n del relativismo como tarea intelectual se despliega la faceta visionaria del checo. Acert¨® Kundera en no desarrollar sus novelas en un territorio que se llamara Checoslovaquia pese a que no existir¨¢n mejores documentos de identidad para definirla que La broma, La vida est¨¢ en otra parte, La insoportable levedad del ser o La inmortalidad. En su aplicaci¨®n de la l¨®gica hist¨®rica ¨Cfue hijo de la ca¨ªda del imperio Austroh¨²ngaro y por tanto de la din¨¢mica de la desintegraci¨®n, hoy resucitada por la miop¨ªa del nacionalismo y el populismo- supo ver que aquella convenci¨®n artificial como estado no durar¨ªa. Lo mismo que hoy por hoy seguimos sin poder apostar por la eternidad de nada que se parezca a una comunidad instalada tras diversas l¨ªneas que delimiten fronteras.
En eso, quiz¨¢s Kundera fue capaz de adivinar su destino en las peripecias de otros a quienes admira. Pongamos por caso a Franz Kafka, a Franz Werfel y a Jaroslav Hasek, tres autores que cohabitaron en la misma ciudad durante una ¨¦poca determinada y pertenec¨ªan a imaginarios de pa¨ªses distintos pese a haber nacido en el mismo lugar¡ Praga, ese marem¨¢gnum de cruces que conducen siempre hacia el epicentro de s¨ª misma: las naciones desaparecen a su alrededor, pero la ciudad persiste en su inextinguible esencia. De ah¨ª la vigencia errante y el alcance de las respectivas peripecias tragic¨®micas de estos tres autores: absurdas, cuando menos; totalmente parad¨®jicas en su naturaleza.
Kafka devino en s¨ªmbolo universal al adivinar que la burocratizaci¨®n del mundo conectaba con el alma por llegar dentro de un cr¨¢ter alienante: la oficina, cuya sede central era el castillo. No habr¨ªa mejor modo de huir de ella que, a la vez, mediante la fantas¨ªa y la pesadilla. Escribi¨® en alem¨¢n y por eso hoy los checos no lo consideran un autor de los suyos, pero nadie puede negar que el autor de La metamorfosis construy¨® Praga como met¨¢fora de la modernidad en sus oscuras premoniciones.
Hasek, en cambio, s¨ª entra en el club de los de su pa¨ªs. A modo identitario y a base de humor traza su Quijote checo, El buen soldado ?vejk. Kundera sostiene sobre ¨¦l que la iron¨ªa desconcertada en el laberinto de su tragedia se basa en que no sabe para qui¨¦n ni por qu¨¦ lucha. Werfel, es quien m¨¢s triste destino se gana ¨Co mejor, pierde- entre los tres. Pese a su grand¨ªsima talla, hoy es el d¨ªa en que entras a una librer¨ªa de Praga y no encuentras sus libros traducidos al checo. Este ¨²ltimo encarna como nadie las consecuencias de ese destierro. Al escribir tambi¨¦n en alem¨¢n, ha sido repudiado de su propio territorio y hoy, tristemente, sus propios paisanos desconocen la brillantez de Una letra femenina azul p¨¢lido. Historia de una monja o La novela de la ¨®pera. Su ejemplo prueba hasta qu¨¦ punto, con los a?os y un proceso de lobotom¨ªa ciudadana, autores de lenguas ajenas a la esencia de lo que reivindiquen los ultranacionalistas, quedan enterrados en un injusto olvido.
Un frente de bastardos ap¨¢tridas
Pongamos que todos ellos, con Kundera al frente del batall¨®n, constituyen un frente de bastardos ap¨¢tridas con domicilio en Praga como ciudad s¨ªmbolo de un ejemplar mestizaje. En sus filas, tambi¨¦n incluir¨ªa a varios c¨®mplices austroh¨²ngaros: al Hermann Broch de Los son¨¢mbulos y La muerte de Virgilio, al Robert Musil de El hombre sin atributos, al Joseph Roth de La marcha Radetzky u Hotel Savoy, a caballeros cuyo ¨²ltimo grito callado fue el suicidio, como Stefan Zweig o Sandor Marai. Quiz¨¢s no a Max Brod, testaferro de Kafka, a quien Kundera ajusta cuentas ¨Ccon razones m¨¢s que discutibles- en Los testamentos traicionados. Por supuesto tambi¨¦n a poetas como Rilke, igualmente nacido en Praga o a Vladimir Holan, que se recluy¨® para expatriarse en mitad del comunismo dentro del mismo centro de la ciudad. Lo hizo como un monje m¨ªstico, entregado a desentra?ar ¨¢tomos de luz desde la extrema oscuridad de su propia poes¨ªa: el ¨¢ngel negro, lo llamaban.
Todos surgen de otra convenci¨®n, geogr¨¢fica o m¨¢s bien geocultural. Centroeuropa. ¡°Ese laboratorio del crep¨²sculo¡±, tal como lo define Kundera. Juntos, a coro, conforman un esp¨ªritu que reinventa hacia caminos infinitos la modernidad. Dentro de ella exploran un alarido errante y desentra?an la diversidad y la polifon¨ªa como cualidades irrenunciables de su propio legado y como prueba de su mayor riqueza. Algo que contagian de alguna forma a otras di¨¢sporas y que exploran a conciencia escritores jud¨ªos en Estados Unidos, como Philip Roth: ?Por qu¨¦ este, curiosamente, viajaba tanto a Praga? ?Era consciente de que s¨®lo all¨ª desentra?ar¨ªa su propia piedra filosofal tras los pasos del Golem? Al igual tambi¨¦n que los autores del Boom latinoamericano buscan su expatriaci¨®n en Par¨ªs y Barcelona, todos ellos, en algo que nadie mejor que Kundera ha sabido aglomerar en sus ensayos, m¨¢s all¨¢ de pasaportes concretos y nacionalidades con fecha de extinci¨®n, se saben habitantes del territorio que Goethe quiso conquistar y se?al¨® como para¨ªso: la literatura universal.
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