La dignidad de los derrotados
Tu m¨²sica, Patxi Andi¨®n, es, sin duda, un retrato terrible de aquellos a?os dif¨ªciles del franquismo
Muere Patxi Andi¨®n y la Jacinta y Rogelio y el marinero borracho y la chica del metro y el viejo maestro republicano... ya no tendr¨¢n esa voz ronca que cante -como nadie lo hizo- sus derrotas, sus fracasos y la gloria de unas vidas que nunca aparecer¨¢n en los peri¨®dicos.
Cuando hace unos meses me pidieron unas l¨ªneas para un libro homenaje a Patxi, me di cuenta de que muchas veces no sabes qu¨¦ decir de la gente que de verdad quieres. Hoy, Patxi, no s¨¦ qu¨¦ escribir. Lo ¨²nico que quiero -ya ves- es encerrarme en el recuerdo. Y ni siquiera llorar. Recordar que si alguna vez hubo alguien que haya sabido cantar la dignidad de los derrotados, el deslumbramiento de una mujer en la noche, la ¨¦pica cotidiana del hombre, la nostalgia de lo perdido, la ternura de los d¨ªas de un pasado sin futuro... ese eras, sin duda, t¨², Patxi Andi¨®n.
Y recordar cuando me contaste que eras vascomadrile?o, que hab¨ªas nacido el mismo a?o que yo, 1947, que tu familia era republicana, y que t¨² lo eras, claro. Recuerdo tu primer disco en 1969, Retratos se llamaba, y la conmoci¨®n que cre¨® una obra que romp¨ªa los moldes de lo que era la canci¨®n de autor. Canciones duras, secas, desgarradas que hablaban -y hablan- de la gente de la calle, de los que solo ten¨ªan el olvido de su propia existencia. Gente cansada que, por fin, encontraba a alguien que les daba un reconocimiento negado hasta entonces.
F¨ªjate, Patxi, recuerdo que alguna vez lo hablamos: cuando tan de moda estuvo presumir de haber sido luchador antifranquista, t¨² jam¨¢s hiciste ostentaci¨®n alguna de tu compromiso pol¨ªtico y humano. A casi nadie contaste c¨®mo fuiste expulsado de Portugal, -pa¨ªs con el que guardabas una apasionada relaci¨®n- por la PIDE, la temible polic¨ªa pol¨ªtica de la dictadura portuguesa. Ni siquiera alardeaste de tu exilio en Francia en los a?os dif¨ªciles del franquismo.
La discreci¨®n, la generosidad siempre han vivido en tu alma, y han hecho de tu persona una referencia moral que, a pesar de todo, has mantenido siempre. Queden para la historia tu paso por el cine, tu faceta como escritor, tus a?os de universidad, y hasta aquella etapa de tu vida arrastrada por el papel cuch¨¦ que nunca consigui¨® manchar tu coraz¨®n.
Alguna vez confesaste tu militancia en el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Pero, como recordamos en alguna ocasi¨®n en esas conversaciones interminables, m¨¢s bien pertenec¨ªas a la UPA (Uni¨®n Popular de Artistas) en la que algunos locos, poetas, artistas y cantautores nos dedic¨¢bamos a dar conciertos, montar exposiciones, recaudando para los presos del franquismo. T¨² siempre encontrabas la forma de aportar un dinero que no ten¨ªas.
Siempre me ha gustado de ti tu decencia. Esa decencia que ya no se lleva. Y, sobre todo, que has sido un hombre coherente. Coherente con tu m¨²sica, con tus amigos, con tus escritos. Coherente con tu trabajo de actor, con tu labor docente. Coherente con tu tiempo. Retratos no fue una nave ardiendo m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n. Una estrella que brilla intensamente y se apaga en la noche. Viv¨ªas cantando, componiendo para otros, actuando, escribiendo versos como metal ardiendo. Publicando nuevos discos que segu¨ªan hablando del hombre doliente, del amor deseado, de una sociedad gris y aburrida que miraba a un horizonte lejano y triste.
Tu m¨²sica, Patxi Andi¨®n, es, sin duda, un retrato terrible de aquellos a?os. Nada amargo, porque siempre has tenido una inexplicable tendencia la esperanza. Hablabas de la Espa?a que amabas, de una Espa?a que sab¨ªas, como tu querido Antonio Machado, que ser¨ªa vencida por la Espa?a de la idea.
Ante nosotros, que te ador¨¢bamos, nunca quisiste ser protagonista. Y un d¨ªa, discreto, te retiraste, dijiste. Tranquila y serenamente. Pero seguiste escribiendo, componiendo, viviendo en tus hijos otras m¨²sicas y otros versos, saboreando el empuje de las canciones de ??igo, la belleza de los versos de Jon.
Volviste m¨¢s tarde, tambi¨¦n con la misma serenidad. En Portugal eras una figura querida y admirada (recuerdo tu disco en directo). Volviste a cantar en p¨²blico, convencido por tantos amigos que siempre nos hab¨ªamos sentido tan cercanos a ese universo parte ya de nuestras vidas. Ese universo en el que tus canciones nos daban calor y consuelo.
Te llam¨¦ hace unos d¨ªas para decirte que estaba algo malito y no podr¨ªa ir a tu concierto. Me contestaste tan cari?oso como siempre. Tan humano. Y ahora, maldita sea, siento no haber estado contigo, para hablar de nuestros hijos, de la vida, de lo viejos que estamos y lo bien que nos conservamos. Y de tantas cosas que seguir¨¦ cont¨¢ndote, como en aquella canci¨®n que tanto me gustaba, Carta a mi padre. Y que ahora recuerdo, amigo m¨ªo. "He o¨ªdo, Patxi, que ma?ana llover¨¢ / y que quiz¨¢s por la tarde escampe". Cosas as¨ª, amigo. Recordar cosas as¨ª.
Babelia
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