El coronavirus, a escena
El violinista Cibr¨¢n Sierra V¨¢zquez, del Curteto Quiroga, analiza el impacto de la pandemia en el sector de la cultura
En los ¨²ltimos d¨ªas estamos observando c¨®mo, ante la grave situaci¨®n de emergencia sanitaria creada por la pandemia del COVID-19, las autoridades europeas est¨¢n tomando importantes medidas destinadas a contener el contagio del coronavirus entre las poblaciones de nuestros pa¨ªses. Vista la necesidad de evitar el contacto humano en espacios cerrados, las actividades culturales y esc¨¦nicas se han visto profundamente afectadas: teatros, auditorios, conservatorios, centros culturales, museos, salas de concierto y otros m¨²ltiples espacios han echado el cierre preventivo y cautelar, provocando la inmediata suspensi¨®n de multitud de conciertos, obras de teatro, ¨®peras, ballets, exposiciones, conferencias y un largo etc¨¦tera. Las medidas han recibido el apoyo pr¨¢cticamente un¨¢nime de todos los profesionales del sector de la cultura y las artes esc¨¦nicas, as¨ª como del grueso de la ciudadan¨ªa, conscientes de la importancia de actuar con inmediatez ante una situaci¨®n que afecta severamente a la salud p¨²blica.
Sin embargo, conviene reflexionar cr¨ªticamente sobre c¨®mo se est¨¢ gestionando el impacto que estas necesarias medidas van a tener a corto y medio plazo en la econom¨ªa de un sector, el cultural y esc¨¦nico, que, a pesar del peso important¨ªsimo que tiene en la econom¨ªa espa?ola y en las vidas de la ciudadan¨ªa, es constantemente ninguneado, ignorado y maltratado por las administraciones del estado en sus diferentes niveles, tanto en situaciones de normalidad como, significativamente, en momentos de excepci¨®n como el que estamos viviendo. Seg¨²n el ¨²ltimo informe del Ministerio de Cultura, del 13 de febrero de 2020, hay en Espa?a 122.673 empresas culturales (de las cuales su gran mayor¨ªa est¨¢n vinculadas a las artes esc¨¦nicas) y la aportaci¨®n del VAB cultural al conjunto de la econom¨ªa espa?ola se situ¨® por t¨¦rmino medio, en el periodo 2010-2017, en el 2,6% (el 3,4% si se consideran las actividades vinculadas con la propiedad intelectual). El sector mueve (datos de 2017) alrededor de 27.728 millones de euros anuales ¨Cah¨ª es nada¨C, emplea a 704.300 personas (EPA, 3er trimestre 2019) y, m¨¢s all¨¢ de su impacto directo en la vida cotidiana de la poblaci¨®n, tiene adem¨¢s un impacto determinante para el 15%-20% de los movimientos tur¨ªsticos (sector que nadie pone jam¨¢s en duda como fundamental en el devenir de la econom¨ªa espa?ola).
Sin embargo, el 64,7% de las empresas culturales no cuentan con trabajadores asalariados y la mayor¨ªa son aut¨®nomos o peque?as empresas de menos de cinco empleados. Este aterrador dato, revelador de una precariedad laboral extrema y de una fragilidad econ¨®mica espectacular (triste paradoja), parece ser ignorado por todos los que, al tomar unas decisiones sanitariamente indiscutibles, no reflexionan sobre sus consecuencias m¨¢s inmediatas. Al suspender m¨²sica, teatro, danza, conferencias y tantas otras realidades culturales, parecen ignorar que est¨¢n abandonando a su suerte a miles de peque?as empresas y a una importante cantidad de trabajadores que, a la espera de un marco legal que regule de una vez por todas la especificidad de su condici¨®n laboral intermitente, siguen sobreviviendo siempre al d¨ªa, con un sistema tributario y de cotizaciones que les agobia como peque?os aut¨®nomos y trabajadores freelance, aboc¨¢ndolos en la emergencia actual a interrogarse con gravedad si podr¨¢n hacer frente a sus alquileres, sus recibos de la luz, sus seguros y los gastos m¨¢s b¨¢sicos que sustentan a sus familias.
Frente a esta realidad, resulta del todo preocupante (por no decir vergonzante) que todo lo que hacen nuestros responsables pol¨ªticos ¨Cde diferente color, en unas y otras administraciones¨C ante la ola de cancelaciones y cierres causados por esta emergencia sanitaria, sea lamentarse con aire de pla?idera cultureta y no preocuparse t¨¦cnicamente por las consecuencias directas de estas decisiones, tomando medidas espec¨ªficas de urgencia que hagan viable la sostenibilidad del sector y la subsistencia de sus trabajadores m¨¢s vulnerables. Resulta adem¨¢s desesperanzador que un importante n¨²mero de instituciones culturales, p¨²blicas y privadas ¨Ccon honrosas excepciones¨C, est¨¦n fundamentalmente preocupados por devolver el dinero de las entradas y no por reubicar las actividades programadas o por compensar a los trabajadores del sector las importantes p¨¦rdidas que ocasiona la necesaria cancelaci¨®n de estos eventos por razones de salud p¨²blica.
Los ejemplos de una mejor actitud est¨¢n al alcance de la mano. Mientras la Ministra de Cultura de la Rep¨²blica Federal Alemana sal¨ªa este jueves a dar la cara ante la opini¨®n p¨²blica diciendo que para Alemania ¡°la cultura no es un lujo¡± y desgranando una serie de medidas concretas ¡°de apoyo y asistencia de liquidez¡± para paliar los efectos de las medidas de emergencia que afectan a los eslabones m¨¢s d¨¦biles del sector cultural, aqu¨ª no hemos o¨ªdo a¨²n ni una sola propuesta espec¨ªfica y detallada para minimizar las consecuencias nefastas de esta situaci¨®n. Porque los m¨²sicos, los cantantes, los bailarines, los actores (y un largu¨ªsimo etc¨¦tera) no s¨®lo pierden con las cancelaciones los intermitentes ingresos con los que contaban para subsistir en los pr¨®ximos meses, sino que ¨Csi las instituciones no lo remedian¨C pierden tambi¨¦n importantes gastos en billetes de tren y avi¨®n, hoteles, manutenci¨®n, inversiones en material promocional y esc¨¦nico, asistencia social, seguros y hasta cotizaciones y cargas impositivas que han tenido que adelantar para unos actos que, una vez suspendidos, aqu¨ª ¨Ca diferencia de otros pa¨ªses de nuestro entorno¨C pocos se comprometen a reubicar o a compensar.
?Y c¨®mo es esto posible? Porque en este pa¨ªs la cultura, y muy especialmente las artes esc¨¦nicas (m¨²sica, teatro, danza, etc.), son consideradas pol¨ªticamente un ornamento prescindible, un lujo superfluo y, como mucho, un agradable y simp¨¢tico entretenimiento. Y si as¨ª lo consideran los medios de comunicaci¨®n de masas, nuestros planes educativos, muchos de nuestros responsables pol¨ªticos y la mayor¨ªa de los grandes inversores privados que ni un dedo mueven por las industrias culturales, y que s¨®lo parecen ser sensibles a ellas si obtienen alg¨²n beneficio fiscal, es ¨²nicamente porque nosotros, como sociedad, no nos plantamos para reivindicar lo contrario con la vehemencia suficiente. Hay que decirlo alto y claro, hay que exig¨ªrselo a nuestros representantes y legisladores, y hay que practicarlo como sociedad civil: la cultura no es un lujo. Ahora que nos encerramos por responsabilidad c¨ªvica en nuestras casas, no s¨®lo subsistimos a la cuarentena y a la incertidumbre ¨Ccuando no a la enfermedad¨C con comida y bebida, sino tambi¨¦n, y siguiendo instintos casi tan primarios, con m¨²sica, libros, pel¨ªculas, so?ando con los museos que podremos volver a visitar y viajando con los ojos cerrados o mediante las herramientas del mundo virtual a escenarios de danza, teatro, ¨®pera y conciertos¡
Nuestra identidad se alimenta de las artes. No podemos existir sin ellas, porque de ellas emana nuestra condici¨®n humana. Abandonar a su suerte a quienes hacen posible que so?emos, que nos emocionemos y que la imaginaci¨®n nos haga tolerable la enfermedad, el dolor y nos proporcione las herramientas cr¨ªticas para luchar por un mundo mejor, es un crimen contra la esencia de nuestra humanidad. Por eso, en una situaci¨®n de emergencia como la actual, se hace m¨¢s que nunca necesario plantear con contundencia esta reflexi¨®n. Debemos hacer autocr¨ªtica y estar, como ciudadan¨ªa, a la altura de las circunstancias; de lo contrario, las instituciones p¨²blicas y privadas que de nosotros emanan jam¨¢s lo estar¨¢n. Y ese escenario podr¨ªa ser la m¨¢s irreversible de las pandemias.
Cibr¨¢n Sierra V¨¢zquez es violinista del Cuarteto Quiroga, Premio Nacional de M¨²sica 2018.
Babelia
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