La Calderona: la actriz que pag¨® los excesos del Siglo de Oro
La escritora Elvira Men¨¦ndez novela la vida de la m¨¢s popular de las int¨¦rpretes del siglo XVII, obligada a abandonar el teatro por Felipe IV para evitar el esc¨¢ndalo tras dejarla embarazada
Realidad y leyenda se mezclan en la historia de Mar¨ªa In¨¦s Calder¨®n. Est¨¢ probado que naci¨® en 1611 en Madrid y que fue una famosa actriz conocida como La Calderona y Mariz¨¢palos. Tambi¨¦n que fue amante de Felipe IV y que tuvo con ¨¦l un hijo, Juan Jos¨¦ de Austria, uno de los dos ¨²nicos bastardos que reconoci¨® el monarca de los 30 que se calcula que tuvo, aparte de los 15 hijos que engendr¨® en sus dos matrimonios. Y es un hecho que para evitar el esc¨¢ndalo tras el nacimiento del ni?o, el rey orden¨® que fuera recluida en el monasterio benedictino de Valfermoso de las Monjas (Guadalajara), donde lleg¨® a ser abadesa desde 1643 hasta su muerte en 1646.
La leyenda, en cambio, cuenta que La Calderona huy¨® del convento y vivi¨® oculta en la sierra que lleva su nombre en el norte de Valencia. Un documento del gremio de actores certifica la muerte de la actriz en Madrid en 1678 y detalla las limosnas que le pagaron en sus ¨²ltimos a?os. Y algunos rumores de la ¨¦poca suger¨ªan que Juan Jos¨¦ de Austria no era hijo del rey, sino del duque Ramiro N¨²?ez de Guzm¨¢n, viudo de la hija del conde-duque de Olivares, que tambi¨¦n fue amante de la actriz.
Casi cinco a?os ha dedicado la escritora, guionista y actriz Elvira Men¨¦ndez (Ferrol, 70 a?os) a desbrozar documentos, relatos, f¨¢bulas y hasta canciones de la ¨¦poca (se conserva la letra de una llamada Mariz¨¢palos) para construir una novela en la que tambi¨¦n confluyen realidad y ficci¨®n: los personajes y el contexto son verdaderos, pero los di¨¢logos y las escenas los ha imaginado la autora. El resultado es un trepidante libro de aventuras reci¨¦n publicado titulado Vida de una actriz (Ediciones B) que no solo ofrece un rico retrato de La Calderona, sino tambi¨¦n un fresco de la vibrante vida teatral del Siglo de Oro espa?ol y su estrecha relaci¨®n con la corte.
Cuenta la autora que su inter¨¦s por La Calderona va m¨¢s all¨¢ del propio personaje. Es cierto que su historia personal es tan intensa que en s¨ª misma da para un buen novel¨®n, pues de hecho no es el primer libro que se escribe sobre ella e incluso en los ¨²ltimos a?os se han estrenado dos obras inspiradas en el personaje (La puta enamorada, de Chema Carde?a, y la comedia La Calderona, de Rafael Boeta), pero Men¨¦ndez la ve m¨¢s bien como un s¨ªmbolo. ¡°Sintetiza el doble papel de la mujer en el teatro espa?ol del Siglo de Oro. Por un lado, las actrices ten¨ªan una enorme influencia y eran adoradas por el p¨²blico, pero por otra parte eran despreciadas. Tambi¨¦n los actores, pues en general el oficio de c¨®mico era deshonroso, pero las mujeres sufr¨ªan m¨¢s esta exclusi¨®n porque a ellas se las consideraba poco m¨¢s que prostitutas¡±, explica la escritora.
En realidad, seg¨²n Men¨¦ndez, el teatro era un espacio de libertad ins¨®lito para las mujeres en el Siglo de Oro. ¡°Recordemos que en Inglaterra no se les permit¨ªa ser actrices y en Francia estaba muy mal visto. En Italia s¨ª pod¨ªan, pero all¨ª entonces no hab¨ªa un sistema teatral estructurado. En Espa?a, en cambio, las mujeres no solo actuaban, sino que dirig¨ªan sus propias compa?¨ªas, eran empresarias, sab¨ªan leer y escribir, participaban de la vida intelectual, se relacionaban con dramaturgos y nobles. No es extra?o que resultaran fascinantes¡±, apunta.
Eso s¨ª, estaban obligadas a casarse para poder trabajar en los corrales, circunstancia que la novela recoge en uno de sus primeros cap¨ªtulos, cuando La Calderona urde una trama para hacer pensar a su padre que ha sido deshonrada por un actor, lo que le obliga a permitir que se case con ¨¦l y se convierta en actriz. ¡°En realidad, el actor era homosexual. Un mari¨®n, como se les llamaba, que tambi¨¦n encontraban en el teatro un refugio. Eran habituales este tipo de matrimonios en el mundillo porque beneficiaban a las dos partes: ellas pod¨ªan actuar y ellos hacer su vida¡±, recuerda Men¨¦ndez.
En la novela hay muchas situaciones que permiten imaginar c¨®mo era la vida en los corrales de comedias. Adem¨¢s de La Calderona, otra de sus grandes protagonistas es Jusepa Vaca, tambi¨¦n actriz y empresaria muy famosa, que se codea en el libro con lo m¨¢s granado de la profesi¨®n, entre quienes destaca el actor Cosme P¨¦rez, m¨¢s conocido como Juan Rana, a quien Men¨¦ndez dedica varios cap¨ªtulos por ser uno de los actores m¨¢s carism¨¢ticos del momento. Solo con verlo salir a escena el p¨²blico ya se part¨ªa de risa. ¡°Era tan popular que cuando la Inquisici¨®n lo detuvo por sodom¨ªa, sus admiradores armaron tal revuelo que al final acabaron absolvi¨¦ndolo¡±, afirma Men¨¦ndez.
Juan Rana era muy apreciado por Felipe IV y lo mandaba a menudo llamar para que actuara en su corte. Tambi¨¦n era muy solicitado entre los nobles, que no quer¨ªan mezclarse con el populacho en los corrales de comedias, por lo que sol¨ªan organizar veladas teatrales en sus casas para las que reclamaban la presencia de los actores m¨¢s populares del momento. Era la doble moral de la ¨¦poca, que despreciaba en p¨²blico lo que degustaba en privado, con consecuencias a veces nefastas para aquellos que transitaban entre esos dos mundos. La Calderona fue una de sus grandes v¨ªctimas.
De la mala reputaci¨®n al respeto social
Si la novela de Elvira Men¨¦ndez muestra la vida de los actores en la ¨¦poca de los Austrias, lo que abarca todo el Siglo de Oro, el ensayo El actor borb¨®nico (ADE-Aisge), del investigador Joaqu¨ªn ?lvarez Barrientos, muestra c¨®mo el oficio evolucion¨® con el cambio de dinast¨ªa en el siglo XVIII. Fue en ese momento cuando los int¨¦pretes empezaron a dejar de ser considerados personas de vidas disolutas para ser reconocidos como profesionales dignos de respeto. Una prueba es que comenzaron a ser objeto de retratos y necrol¨®gicas.
Se inauguraba as¨ª, seg¨²n ?lvarez Barrientos, la sociedad del espect¨¢culo. ¡°El actor dej¨® de ser visto como un pelele, alguien que gesticula y se mueve por un escenario, para pasar a ser considerado un artista liberal; esto es, que desarrolla una labor intelectual¡±, explic¨® el investigador en una reciente presentaci¨®n del libro en la Asociaci¨®n de Artistas Int¨¦rpretes (Aisge), coeditora de la obra junto a la Asociaci¨®n de Directores de Escena. Sobre ese contexto se fueron cimentando las bases de la profesi¨®n tal como se entiende hoy. As¨ª naci¨® el actor moderno.
El libro expone adem¨¢s c¨®mo se fue introduciendo en los escenarios una manera de interpretar m¨¢s natural, lejos del histrionismo que levantaba pasiones en el Siglo de Oro. Es un proceso que se desarrolla de manera paralela al cambio que se observa en las actitudes del p¨²blico, que del jolgorio que sol¨ªa armar en los corrales de comedias fue pasando a mantenerse en silencio como forma de distinci¨®n y educaci¨®n, frente a las costumbres populares y rurales. Y otro hito importante que no puede olvidarse: fue en el siglo XVIII cuando naci¨® la cr¨ªtica teatral como g¨¦nero period¨ªstico.
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