Los antibohemios
La secreta trayectoria de Esplendor Geom¨¦trico y su m¨²sica industrial
Las circunstancias excepcionales que soportamos tambi¨¦n tienen sus ventajas. Por ejemplo, el redescubrimiento del concepto de cineclub. Ya saben, exhibici¨®n de una pel¨ªcula seguida por intercambio de opiniones. Como no se puede hacer de forma presencial, se conjuga el streaming con las redes sociales.
As¨ª, El Desmoche, originalmente una tertulia del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s, celebra sesiones de cineclub a partir de una quedada virtual: se acuerda una hora para ver ¡°colectivamente¡± una pel¨ªcula, que luego se comenta v¨ªa WhatsApp. El viernes pasado se eligi¨® La geometr¨ªa del esplendor, el bien hilvanado documental de Jos¨¦ Ram¨®n da Cruz y Pablo Cerezal sobre el m¨¢s intimidante de los grupos espa?oles de los ochenta, Esplendor Geom¨¦trico, alias EG. Hab¨ªa una percha de actualidad: el reciente fallecimiento de Genesis P-Orridge, uno de los participantes en la pel¨ªcula.
Quiz¨¢s conozcan los rudimentos de EG: una escisi¨®n (nada amistosa) de Aviador Dro y sus Obreros Especializados, disidentes que renunciaron al techno-pop did¨¢ctico de Servando Carballar por la m¨²sica industrial. Es decir, mucha distorsi¨®n y predominio de los patrones r¨ªtmicos, con pocas concesiones a la melod¨ªa y el ¨²nico alivio de voces cat¨¢rticas.
Con t¨ªtulos como Necrosis en la poya (sic) o Destrozaron sus ovarios, quedaba claro que no aspiraban a las radiof¨®rmulas. Su presentaci¨®n en Rock-Ola, donde alguien tuvo la desdichada idea de soltar unos pollitos reci¨¦n nacidos sobre el escenario, escenific¨® su autoexclusi¨®n de la emergente movida.
A lo largo de La geometr¨ªa del esplendor se oyen lamentos sobre la escasa sensibilidad de Espa?a hacia las expresiones art¨ªsticas experimentales. Vienen, atenci¨®n, de cr¨ªticos musicales; los protagonistas no se quejan y en alg¨²n momento verbalizan su desinter¨¦s por incorporarse a la vanguardia digamos oficial.
Aunque bien recibidos en el circuito internacional, Arturo Lanz y Gabriel Riaza asumieron pronto la imposibilidad de vivir de su arte. La bohemia lampante no era para ellos: hicieron oposiciones para empleados p¨²blicos. Lanz estuvo brevemente en el Ej¨¦rcito del Aire antes de dedicarse al comercio exterior en Asia. Riaza, funcionario de prisiones, termin¨® en Melilla y sus viajes por Marruecos aportaron r¨¢fagas magreb¨ªes a la m¨²sica de EG. Hasta que se convirti¨® al Islam y fue reemplazado por un admirador italiano, Saverio Evangelista.
EG goza ahora de un cierto reconocimiento mainstream gracias a Mosc¨² est¨¢ helado, tal vez la m¨¢s at¨ªpica de sus grabaciones, que abre la antolog¨ªa francesa La contra ola; hay un ¨¢lbum completo con remezclas del tema. Aunque cada uno viva en un continente, el d¨²o sigue activo y Lanz incluso ha colaborado con Francisco L¨®pez en el proyecto BioMechanica. Esta es finalmente una historia muy espa?ola. Habla de la resiliencia de sus creadores y de la capacidad de nuestra industria cultural para ningunear a los discrepantes.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.