¡°Maigret es el nuevo Messi¡±
Eduardo Mendoza y John Carlin protagonizan una distendida charla ¡®online¡¯ sin objeto aparente en la que confiesan filias y fobias y, sobre todo, coinciden en lo mucho que echan de menos el f¨²tbol
Es lunes por la tarde y Eduardo Mendoza est¨¢ al tel¨¦fono. El tel¨¦fono es un tel¨¦fono negro, inal¨¢mbrico. Lo s¨¦ porque puedo verlo. Estoy en casa, como todos, pero desde que empez¨® el confinamiento, tambi¨¦n estoy en todas partes. De repente, basta un clic para echarle un vistazo a parte de la biblioteca del autor de La verdad sobre el caso Savolta. Y esperar un poco para contemplar una escena que podr¨ªa haber figurado en una novela de un Eduardo Mendoza que hubiera nacido hace tan solo dos d¨¦cadas. He aqu¨ª, el gran escritor, o el detective sin nombre, ante el abismo de un directo de Instagram, buscando un usuario concreto en medio de un mar de usuarios, me digo.
¡°?Qu¨¦ dices que tengo que buscar?¡±, le dice Mendoza al tel¨¦fono. Tiene las gafas puestas y se ha vestido para la ocasi¨®n. ¡°Planeta de Libros¡±, dice una insistente voz al otro lado, que el espectador del directo puede escuchar perfectamente. ¡°Pero no lo veo¡±, repite, tambi¨¦n de forma insistente, el escritor. El tira y afloja es una muestra m¨¢s del grado de intimidad que han alcanzado los encuentros literarios en este nuevo mundo en el que todo son caras y conversaciones sin un claro objeto. Porque el motivo del encuentro es confuso, o no. Es simplemente una charla. Eduardo Mendoza y John Carlin nos invitan a escucharles hablar de lo que est¨¢ pasando y de c¨®mo lo est¨¢n pasando. Lo que dec¨ªa de la intimidad. ?Cu¨¢ndo, en otro momento, se nos invitaba a algo as¨ª?
El caso es que al final John Carlin ¨C aka Planeta de Libros ¨C aparece y le pregunta a Mendoza qu¨¦ tal est¨¢. Mendoza dice que nervioso porque ¡°nunca hab¨ªa hecho un programa de estos¡±. Carlin, tambi¨¦n escritor, periodista, y forofo del f¨²tbol, le dice que no ahora mismo sino estos d¨ªas. ¡°Estupendamente¡±, dice. ¡°Siento lo que est¨¢ pasando porque hay gente pas¨¢ndolo mal, pero yo, personalmente, estoy en la gloria. No tengo nada que hacer, no tengo mala conciencia. Me levanto a cualquier hora. Me pongo a trabajar cuando quiero. Unas vacaciones perpetuas¡±, dice a continuaci¨®n. Carlin matiza que el modo de vida de estos d¨ªas debe parecerse mucho a su modo de vida habitual. ¡°S¨ª, parecer ser que ahora nuestro modo de vida se ha institucionalizado¡±, apunta el escritor, siempre tirando de cierta iron¨ªa. ¡°?C¨®mo lo llev¨¢is los hombres de acci¨®n como t¨²?¡±, contraataca.
Eduardo Mendoza confiesa sentirse en ¡°unas vacaciones perpetuas¡± y John Carlin estar escribiendo un nuevo libro que tiene algo de cruce entre el ¡®Diario del a?o de la peste¡¯, de Defoe, ¡®La peste¡¯, de Camus, y Messi
Para Carlin lo peor no es estar en casa todo el d¨ªa, dice, sino no poder salir a tomar ¡°unos vinitos¡± por las noches con su interlocutor, porque lo de estar en casa tambi¨¦n era algo habitual. Revela que para mantenerse cuerdo est¨¢ escribiendo un libro. ?En serio? ?Un diario de la cuarentena? No quiere revelarlo, pero tiene pinta de ser algo as¨ª. Hacia el final de la conversaci¨®n ¨C par de copas de vino en vaso chato mediante ¨C confesar¨¢ que tiene algo de cruce del Diario del a?o de la peste, de Defoe, La peste, de Camus, y Messi. No, ninguno de los dos parece haber le¨ªdo el primer libro sobre plagas que se escribi¨®, obra de Mary Shelley. Tampoco les gusta Agatha Christie ¨C ¡°es dif¨ªcil ser peor escritor que Agatha Christie¡±, dice Mendoza ¨C, pero s¨ª Philip Marlowe y Ross MacDonald y, por supuesto, la estrella que ha venido a sustituir a Messi: Georges Simenon.
He aqu¨ª el punto ¨¢lgido de una conversaci¨®n que avanza por derroteros inciertos ¨C como el momento en el que Mendoza le pregunta a Carlin qu¨¦ va a pasar en ?frica y en Centroam¨¦rica con el virus, y el periodista y escritor habla de llamadas con amigos que viven en Sud¨¢frica y que dicen que no est¨¢ pasando gran cosa por lo que ¡°aunque el potencial catastr¨®fico¡± parec¨ªa ¡°colosal¡±, no lo est¨¢ siendo, y llegan a la conclusi¨®n de que, por un lado, hay menos gente mayor, y por otro, podr¨ªan estar m¨¢s inmunizados ¨C, y que parec¨ªa tener como objeto la desaparici¨®n del f¨²tbol, que los dos adoran. Carlin le ha encontrado un sustituto, dice. Las novelas del inspector Maigret de Georges Simenon.
¡°Estos d¨ªas estoy leyendo a Maigret obsesivamente. Llevo ya 30 libros desde que empez¨® el confinamiento¡±, confiesa Carlin. Mendoza replica: ¡°Yo he le¨ªdo poco a Maigret¡±. ¡°Los cuentos de Maigret llenan el vac¨ªo del f¨²tbol¡±, se lanza el autor de El factor humano. ¡°Maigret es el nuevo Messi. Messi tiene que marcar un gol y Maigret resolver un caso. Los dem¨¢s jugadores est¨¢n ah¨ª para ¨¦l, igual que los dem¨¢s detectives, esclavos de Maigret, est¨¢n ah¨ª para pasarle el bal¨®n y que ¨¦l pueda marcar gol. Hay suspense permanente, como en los 90 minutos del partido. En ese confinado espacio de la novela, en la que, como en el campo, la historia se repite, pero las posibilidades son infinitas¡±, relata.
Estos d¨ªas estoy leyendo a Maigret obsesivamente. Llevo ya 30 libros desde que empez¨® el confinamiento. Los cuentos de Maigret llenan el vac¨ªo del f¨²tbol"John Carlin
Mendoza dice que ¨¦l siempre est¨¢ leyendo una novela policiaca, y tambi¨¦n que su capacidad de concentraci¨®n es m¨ªnima ¨C ¡°tengo la capacidad de concentraci¨®n de un perro peque?o¡±, dice ¨C, y que por eso tiene que leer siempre varias cosas a la vez. Ahora mismo est¨¢ leyendo Guerra y paz por quinta vez. Pero tambi¨¦n una policiaca de la que no quiere hablar porque no le ha gustado. Dice que en general todas las policiacas son bastante malas. Pero que le dan tranquilidad. ¡°Me producen la misma alegr¨ªa que el f¨²tbol. Lo del detective recibiendo una llamada en su despacho me suena al pitido del ¨¢rbitro, es como si diera comienzo el partido¡±, asegura. ¡°Los que somos aficionados a los ritos necesitamos la novela policiaca¡±, dice a continuaci¨®n.
No temen que el f¨²tbol no vuelva. En realidad, s¨ª, porque lo dicen con la boca peque?a. ¡°?Qu¨¦ pasar¨¢?¡±, le pregunta Mendoza a Carlin, ¡°?y si se reanuda la temporada y aparecen gordos y desentrenados?¡±, dice. ¡°No podemos hacer planes de futuro¡±, dice Carlin, en la penumbra de su casa, mientras el camarero ¨C su hijo, informa ¨C le trae otro vaso chato de vino ¨C. ¡°Ya me he hecho a la idea de que se fue el f¨²tbol¡±, dice. ¡°Yo considero que es una cosa que pas¨® y que si vuelve, vuelve, pero si no, da igual¡±, dice Mendoza. ¡°Total, para ver la final de la Champions en un estadio vac¨ªo casi cambiar de canal y ver una serie, ?no?¡±, insiste Carlin. ¡°Yo me resisto a ver algo que no tenga la sensaci¨®n de que est¨¢ pasando¡±, dice Mendoza. ¡°Necesitamos a los hooligans ah¨ª¡±, dice Carlin, nost¨¢lgico.
?Sabes qu¨¦ habr¨ªamos hecho confinados sin internet? Habr¨ªamos aprendido a bordar, estar¨ªamos haciendo manteles, que es lo que hac¨ªan las se?oras antiguamente en sus casas cuando se acababa la jornada"Eduardo Mendoza
El autor de Sin noticias de Gurb sale a aplaudir por las tardes a las ocho para ver a sus vecinos y dice que es extra?a la comunidad que ha creado el coronavirus. Tambi¨¦n, que cree que todo lo que ha habido de reflexi¨®n estos d¨ªas ¡°durar¨¢ 24 horas en cuanto abran los bares¡±. ¡°En una semana nos olvidaremos de que hemos estado encerrados. A no ser que hayamos sufrido una p¨¦rdida real, no cambiaremos, John¡±, le dice a Carlin. ¡°Hasta Dios se cans¨® de nosotros. Nos envi¨® el diluvio y todas esas cosas pero se dio cuenta de que era in¨²til, se dijo, han salido as¨ª y no los voy a cambiar, y desisti¨®¡±, dice, en uno de los momentos de f¨¢bula iluminadora de la charla. ¡°Eso quiere decir que los libros que has escrito sobre la condici¨®n humana no caducar¨¢n nunca¡±, le suelta Carlin.
Mendoza se r¨ªe, le quita importancia, pero sabe que la tiene. Hace poco ha hablado de la palabra, de la importancia central que deber¨ªa tener estos d¨ªas. De la capacidad de oratoria de los pol¨ªticos. De c¨®mo Winston Churchill era capaz de cambiar el ¨¢nimo ¡°de su pa¨ªs y medio mundo¡± porque lo suyo no eran ¡°m¨ªtines¡±. ¡°Antes se hablaba para convencer¡±, dice el escritor. Lo importante, para ¨¦l, es la credibilidad. ¡°El discurso del Rey, por ejemplo. Entre todos ganaremos, dijo, pero ?c¨®mo lo sabes? Pase lo que pase, no vas a ganar nada, estamos perdiendo, cada d¨ªa muere gente que no va a volver¡±, sentencia Mendoza, en el momento m¨¢s cr¨ªtico de la charla, en el que Carlin sale en defensa de Angela Merkel como la ¨²nica que ¡°habla a la gente como adultos inteligentes¡±.
Sienten compasi¨®n por los pol¨ªticos y recuerdan la ¨²ltima vez que se vieron en persona, hace seis meses, en Londres. Tal vez no vaya en serio, pero apuesto a que podr¨ªa, porque ?por qu¨¦ no? Fueron juntos en descapotable, dice Carlin, ¡°respirando r¨¢fagas de virus con total inocencia¡±. ¡°Porque yo s¨¦ que los virus no atacan a los descapotables, solo a los transportes p¨²blicos¡±, bromea Mendoza. Se emplazan para una nueva cita futura en la misma ciudad y el mismo descapotable, pero ya en la ¨¦poca DC, Despu¨¦s del Coronavirus, porque dice, aquella es de Antes. ¡°?Sabes qu¨¦ habr¨ªamos hecho confinados sin internet?¡±, remata Mendoza. ¡°Habr¨ªamos aprendido a bordar, estar¨ªamos haciendo manteles, que es lo que hac¨ªan las se?oras antiguamente en sus casas cuando se acababa la jornada¡±.
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