El d¨ªa en que le robaron el bolso a Almudena Grandes, y otras historias curiosas de Sant Jordi
Este a?o no habr¨¢ cita con la rosa y el libro en las calles de Barcelona hasta julio, pero una decena de autores recuerdan algunas de las m¨¢s jugosas an¨¦cdotas de la jornada


Al menos hasta el 23 de julio no habr¨¢ nada parecido a un Sant Jordi en Barcelona, esto es, no habr¨¢ calles llenas de gente a la caza de libros y rosas y hasta, los ¨²ltimos a?os, peluches de drag¨®n, as¨ª que para viajar a una jornada parecida, habr¨ªa que volver la vista atr¨¢s y, por qu¨¦ no, situarnos tras las mesas de los puestos callejeros y dejar que los escritores tomen la palabra y recuerden una peque?a historia relacionada con tan m¨ªtica jornada que traiga de vuelta el esp¨ªritu del d¨ªa que se ten¨ªa, hasta ahora, por el agosto de las librer¨ªas.
El bolso o la firma de Almudena Grandes
¡°No recuerdo con exactitud el a?o, solo que Antonio L¨®pez Lamadrid, mi editor entonces, segu¨ªa vivo. El caso es que, durante una firma, me robaron el bolso. Yo lo hab¨ªa dejado bajo la mesa, despreocupadamente, ?estaba tapado con ese manto que ponen a las mesas de firmas! Cuando lleg¨® la hora de comer y levantarnos, ech¨¦ mano y hab¨ªa desaparecido. Toni me llev¨® a la comisar¨ªa de mossos m¨¢s cercana y lleg¨® diciendo que no pod¨ªamos esperar, que yo era una gran escritora, que ten¨ªan que atendernos los primeros. Y, claro, tuvimos que esperar. Era una ¨¦poca previa a todos estos avances tecnol¨®gicos. En el bolso llevaba las llaves de casa y mi billete de avi¨®n de vuelta. La editorial tuvo que comprarme otro y yo hacer otra copia de las llaves cuando llegu¨¦ a Madrid porque ?y si al ladr¨®n le daba por ir? ?Ten¨ªa mi DNI con la direcci¨®n!¡±.
El gallego de Manuel Vilas
¡°En el pasado Sant Jordi un lector me habl¨® en gallego. Le entend¨ª perfectamente. Me dijo que era de La Coru?a y que llevaba diez a?os viviendo en Barcelona, pero que era muy lector m¨ªo. Y en ese momento cogi¨® una novela m¨ªa de la pila para que se la firmase. Me pidi¨® que me hiciera una foto con ¨¦l. Y me la hice. Se extra?¨® de que yo le hablara en castellano. Luego le firm¨¦ el libro y vi que pon¨ªa una mueca extra?a. Al final me dijo ¡®bueno, yo creo t¨² no eres Manolo Rivas, pero eres muy buena gente igual¡¯, y se march¨® con una sonrisa¡±.
Sara Mesa y el doppelganger
¡°Una vez, en un Sant Jordi, se me acerc¨® un hombrecillo de aspecto muy gracioso, muy extravagante, de mediana edad. Mir¨® el cartel con mi nombre y me mir¨® a m¨ª, cotejando. Luego cogi¨® uno de mis libros, mir¨® la foto de la solapa, me mir¨® a m¨ª, cotejando. Ley¨® la contra y me pregunt¨® lo que pon¨ªa, como examin¨¢ndome. Me hizo alguna otra pregunta, muy suspicaz. Luego, cuando vio que yo era yo, se alej¨® satisfecho. A los 15 minutos volvi¨®. Mir¨® el cartel con mi nombre, me mir¨® a m¨ª, mir¨® el libro, me mir¨® a m¨ª, ley¨® la contra, me hizo preguntas... Todo exactamente igual a lo que acababa de hacer, paso por paso. Yo estaba tan fascinada que no pod¨ªa ni molestarme. Cuando se fue no daba cr¨¦dito. Luego, cuando la sesi¨®n de firma acab¨®, vi a dos hombrecillos iguales caminando muy juntos. Eran gemelos¡±.
Enrique Vila-Matas, dibujante
¡°Acompa?o mi firma con el dibujo de una silueta humana con sombrero desde que en 1989, en una gira por librer¨ªas alemanas, descubr¨ª en Dusseldorf que si hac¨ªa ese dibujo se animaba mucha gente a comprarse el libro. He venido pues haciendo ese dibujo durante varias d¨¦cadas. El a?o pasado, en Sant Jordi, me llev¨¦ una buena sorpresa cuando una se?ora me pregunt¨® si me importar¨ªa hacerle el dibujo completo¡±.
Llucia Ramis vs. Jordi Pujol
¡°En 2008, durante mi primer Sant Jordi como autora, firm¨¦ al lado de Jordi Pujol. La cola, largu¨ªsima, era la misma para ambos. Acostumbrado a que todos quisieran un ejemplar dedicado de sus memorias, hizo el gesto para atender a la chica que esperaba su turno. Pero era una amiga de mis hermanos, que ven¨ªa a verme a m¨ª. Quiz¨¢ con la idea de rellenar ese medio minuto de espera en el que no pod¨ªa firmar ni hacer nada, ¨¦l la felicit¨®. Perpleja, ella pregunt¨® por qu¨¦. ?l mir¨® el peto que ella llevaba puesto, y dijo algo. Ella respondi¨® que no, no estaba embarazada. Fue un poco complicado seguir el resto de la hora a su lado sin partirme de risa todo el rato¡±.
El lector librero y Mart¨ªn Caparr¨®s
¡°No he estado tantas veces en Sant Jordi, pero cada vez que lo he hecho me ha venido a ver el mismo se?or, un hombre de cincuenta y tantos, m¨¢s bien gordo, que nunca me trae menos de diez libros m¨ªos, incluyendo algunos repetidos. Cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦, para qu¨¦, me dijo que ten¨ªa una peque?a librer¨ªa y esos libros firmados, me dijo, se vend¨ªan m¨¢s caros. Primero pens¨¦ en negarme; despu¨¦s me di cuenta de que me estaba ofreciendo un poder incre¨ªble: crear dinero dibujando un garabato. Desde entonces, cada a?o espero mi momento Midas; este, por supuesto, no podr¨¦ tenerlo¡±.
El d¨ªa en que Dolores Redondo fue Carrie Bradshaw
¡°Era 2013, y yo hab¨ªa publicado mi primera novela, El Guardi¨¢n Invisible, el 15 de enero de ese mismo a?o. El ¨¦xito era tremendo, pero no fui consciente de estar viviendo algo excepcional, porque en realidad la novela llevaba solo tres meses en librer¨ªas, hasta que no llegu¨¦ a Barcelona aquel d¨ªa de Sant Jordi, y pas¨® ante mi un autob¨²s que llevaba un anuncio de mi novela. ?Fue mi momento Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York!¡±.
Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo y el furor 'triunfito'
¡°No recuerdo la fecha, pero por lo menos fue hace diez a?os, en la parada de Fnac, me toc¨® firmar junto al amigo Risto Mejide ¨Ccreo recordar tambi¨¦n a Javier Mar¨ªas, Joan Barril, Almudena Grandes y Juan Mars¨¦-. Era el momento ¨¢lgido de OT, y su cola no solo daba la vuelta a la manzana sino que hac¨ªa muy dif¨ªcil la aproximaci¨®n de los lectores a los otros puestos. Aguantamos hasta el final, pr¨¢cticamente en soledad pero ideando toda clase sociolog¨ªas alternativas de la situaci¨®n; la llamativa afluencia de adolescentes, que acompa?adas de sus madres reclamaban fotos, o la repentina emersi¨®n de gritos colectivos, cuya raz¨®n desconoc¨ªas. A?os m¨¢s tarde se lo record¨¦ a Risto y echamos unas risas¡±.
Madre e hija y Eva Baltasar
¡°Me encontraba firmando libros en el Paseo de Gracia y vinieron una mujer y su hija universitaria. Tra¨ªan dos ejemplares de Permafrost para que se los dedicara. La madre me cont¨® que hab¨ªa comprado uno para ella al poco de salir publicado y que su hija quiso leerlo en primer lugar. Al cabo de unas semanas se lo devolvi¨® hecho polvo y subrayado de cabo a rabo. El libro hab¨ªa pasado por las manos de la hija y de varios de sus amigos. Ahora ven¨ªan con el ejemplar ya le¨ªdo y uno nuevecito que la hija regalaba a su madre¡±.
Kiko Amat vuelve al instituto
¡°En el d¨ªa de Sant Jordi del 2016 fui a Sant Boi, a mi viejo instituto, a hablarles a los alumnos de 2? de Bachillerato. Era algo que, miren ustedes qu¨¦ tonter¨ªa, me hac¨ªa ilusi¨®n. A pesar de que no acud¨ª a la cita con una prostituta, un amigo cad¨¢ver y un ni?o secuestrado (como en Desmontando a Harry), me colocaron en un rinc¨®n l¨²gubre del gimnasio ¨Cel teatro donde se escenificaron la mayor¨ªa de mis traumas juveniles ¨C, al lado del plinton y de las colchonetas, mientras fuera se jugaba un ruidoso partido de baloncesto que tap¨® mis frases m¨¢s inspiradas de un modo admirable. A mitad del discurso, la profesora de literatura me rega?¨® delante de toda la clase porque mi texto hablaba de hacerme pajas y no de los ¡°angry young men¡± (sus palabras). Digo ¡°de toda la clase¡± pero, naturalmente, solo hab¨ªan acudido siete empollones. Y obligados. Lo s¨¦ porque me lo dijo en un aparte, para infundirme ¨¢nimos, la misma profesora de literatura¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
