Y el viento tambi¨¦n se llev¨® Cannes
Repaso las filmograf¨ªas de los hijos favoritos del festival, pero pocas de esas pel¨ªculas figuran entre mis eternos amores
Di por supuesto a lo largo de 32 a?os que a no ser que me visitara la parca o sufriera alguna enfermedad que me impidiera la movilidad, iba a cumplir con cuatro rituales anuales en fecha fija. O sea, ofrecer¨ªa en sucesivos peri¨®dicos (Diario 16, El Mundo, EL PA?S) mi caprichosa y subjetiva visi¨®n de lo que hab¨ªan programado los m¨¢s significativos festivales de cine. Independientemente de cu¨¢l fuera el estado de mi existencia a lo largo de tanto tiempo, que te hubieras puesto de acuerdo con la vida o siguieras pele¨¢ndote con ella, atravesando algo cercano a la plenitud, sobreviviendo razonablemente o cercado por nubes sombr¨ªas, a finales de agosto me esperaba la siempre misteriosa Venecia. Y despu¨¦s San Sebasti¨¢n, esa ciudad abarrotada de tantas cosas que alegran la vista y el est¨®mago, aunque durante tanto tiempo tambi¨¦n la habitaran ciertos asesinos con ideolog¨ªa enloquecida. Y en febrero me aguardaba la g¨¦lida pero tambi¨¦n muy vitalista Berl¨ªn. Y en la primavera empezaba el espectacular Cannes tal d¨ªa como hoy.
Imagino que para la mayor¨ªa de los asistentes a los festivales ante todo supon¨ªa el placer de pasar incontables horas relami¨¦ndose en las salas oscuras, descubriendo a un exceso de presuntos directores geniales, con voz y estilo propios, lenguaje anticonvencional y vanguardista, con un atractivo a?adido si estos pertenec¨ªan a las cinematograf¨ªas asi¨¢ticas. No era mi caso. Frecuentemente me he sentido torturado por ese ingente y trascendente cine que solo a mis peores enemigos se les ocurrir¨ªa regal¨¢rmelo para mi filmoteca privada, en ese mont¨®n de pel¨ªculas que quieres que te acompa?en hasta el d¨ªa que la palmes, con las que nunca se cebar¨¢ la vejez ni el desencanto.
Cannes es un escaparate m¨²ltiple, la uni¨®n de variados universos, la feria de las vanidades, el exhibicionismo con clase y el hortera, la opulencia grosera y grotesca y el estilo inimitable
Los festivales de cine, durante se supone que se exhibe y compite lo m¨¢s selecto de la narraci¨®n en im¨¢genes y sonidos, no pertenecen a mi idea de lo que encarna el para¨ªso del cine. Y, por supuesto, me he topado a veces en ellos con pel¨ªculas extraordinarias, que te remueven todos los sentidos, que te emocionan a perpetuidad, pero para mis pedrestes gustos estas han supuesto la excepci¨®n y no la norma.
?Y cu¨¢l era en mi caso el supremo talism¨¢n para anhelar que cuatro veces al a?o tuviera una cita obligatoria y deseada con los festivales de cine? Para mi fr¨ªvolo sentido de la existencia, no supon¨ªa empaparme durante ese tiempo con pretendido arte con may¨²sculas, sino, ante todo, encontrarme en cenas diarias e inolvidables con un grupo de amigos que lo que m¨¢s valoraban en este mundo era la risa, capaces de provocarla y de compartirla, la alegr¨ªa de estar juntos, las discusiones a gritos no ya sobre el cine que ve¨ªamos sino sobre cuestiones muy humanas y nada divinas, el regocijo ante la comida y el vino, la complicidad para detectar la impostura y la gilipollez.
Y entre algunas de esas personas nos ve¨ªamos poco en la vida cotidiana, pero creo que todos record¨¢bamos los encuentros festivaleros como algo gozoso, c¨®mplice, deseado. El tiempo disgreg¨® a este grupo. Alguno de ellos muri¨®, como ese admirable cr¨ªtico y escritor, gran persona, se?or pintoresco y seductor que sab¨ªa mucho de muchas cosas, llamado ?ngel Fern¨¢ndez-Santos. A otros les jubilaron o se dedicaron a diversas movidas. En los ¨²ltimos a?os solo qued¨¢bamos del grupo Oti Rodr¨ªguez Marchante y yo. La compa?¨ªa de este hermano no sangu¨ªneo pero s¨ª elegido, uno de los seres m¨¢s listos, ingeniosos, elegantes, generosos y divertidos que he conocido en mi vida, era mi constante tabla de n¨¢ufrago en los festivales.
Hoy comenzaba Cannes, la experiencia m¨¢s fastuosa de los festivales de cine. Un lugar que ofrec¨ªa muchos m¨¢s se?uelos que el de pasar infinitas horas en las salas. Cannes, que es un espect¨¢culo para la vista y para los sentidos. S¨¦ de un tipo que la primera vez que acudi¨® all¨ª se estrell¨® contra una farola por ir mirando compulsivamente, a izquierda, a derecha, de frente y hacia atr¨¢s, al ej¨¦rcito de mujeres hermosas, sofisticadas, transparentes, sensuales, conocidas o an¨®nimas con las que se cruzaba sin parar en La Croisette, en la Rue d¡¯Antibes, en los hoteles, en los restaurantes, en los bares, en las terrazas, en la playa, en los escenarios, en cualquier lugar.
Me hicieron llorar dos pel¨ªculas que logran trasladar la esencia po¨¦tica a la pantalla. Una fue la preciosa y triste ¡®L¨¦olo¡¯. La otra es ¡®El ¨¢rbol de la vida¡¯, el l¨ªrico y genial retrato que hizo Malick de las sensaciones de infancia
Cannes no se concentraba exclusivamente en el cine, es un escaparate m¨²ltiple, la uni¨®n de variados universos, la feria de las vanidades, el exhibicionismo con clase y el hortera, la opulencia grosera y grotesca y el estilo inimitable, el puter¨ªo m¨¢s lujoso, la visita obligada para gente con un alto concepto de s¨ª misma y confortada en su econom¨ªa. Ver tanta felicidad ajena, no hace desaparecer el estr¨¦s del que tiene que currar todo el rato durante 13 d¨ªas extenuantes. Pero es muy grato recordar la luz, el aroma, la atm¨®sfera de este templo en la Riviera francesa durante una fiesta que se repet¨ªa desde 1946 hasta ahora.
Repaso las filmograf¨ªas de los hijos favoritos de Cannes, de sus inventos m¨¢s mimados y promocionados, y puedo reconocer su importancia, incluso algunas de sus criaturas me sorprendieron moment¨¢neamente, pero pocas de esas pel¨ªculas figuran entre mis eternos amores. Durante m¨¢s de tres d¨¦cadas yendo ah¨ª he sido testigo de un incesante desfile de cine oriental (a ser posible coproducido por Francia), y del cine rumano, del exhaustivo protagonismo de los hermanos Dardenne, Haneke, Tarantino, Almod¨®var, Moretti, Lars von Trier, Loach, Godard, Oliveira, Michael Moore y otros popes que ahora no recuerdo.
Pero busco t¨ªtulos que me conmocionaran en su primera visi¨®n y lo siguen haciendo y descubro que mi lista es breve. Me estremecieron y me hicieron llorar dos pel¨ªculas que logran trasladar la esencia po¨¦tica a la pantalla. Una fue la preciosa y triste L¨¦olo, la historia de aquel ni?o que so?aba para no volverse loco. La otra es El ¨¢rbol de la vida, el l¨ªrico y genial retrato que hizo Malick de las sensaciones de infancia, la p¨¦rdida de los seres amados, los recuerdos que marcaron la vida. Tambi¨¦n qued¨¦ fascinado por Deseando amar, la obra maestra de Wong Kar-wai, por Amores perros, de I?¨¢rritu, por la plenitud y la rotura de un amor l¨¦sbico que describ¨ªa la impresionante La vida de Ad¨¨le y por alg¨²n Eastwood en estado de gracia como en Bird y en Mystic River.
No siento demasiada impaciencia por degustar la colecci¨®n de platos sabrosos que iba a mostrar este a?o la siempre cuidada programaci¨®n de Cannes, un festival que puede elegir siempre lo que le d¨¦ la gana en la oferta anual del mercado. Pero siento ya anticipada a?oranza del espect¨¢culo y los rituales que siempre encarna el rey de los festivales.
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