Graham Greene, nuestro esp¨ªa en la Espa?a de la Transici¨®n
Una investigaci¨®n sobre los viajes ib¨¦ricos del escritor apunta a su papel como informante brit¨¢nico en un momento de cambios pol¨ªticos y sociales tras la muerte de Franco
Fue aclamado por El poder y la gloria, El rev¨¦s de la trama, Nuestro hombre en La Habana, redescubierto recientemente para nuevos lectores por El fin del romance, consagrado en el cine por El tercer hombre¡ Consideraba El c¨®nsul honorario su mejor novela, pero no era su favorita. De entre todas, Graham Greene (Reino Unido, 1904- Suiza, 1991) ten¨ªa cari?o especial por Monse?or Quijote. Ese viaje eterno en 15 etapas ¡ªcon sucesivas visitas entre 1976 y 1989¡ª lo hizo el escritor a conciencia para adentrarse en la Espa?a que velaba por un lado al franquismo y despertaba en su mayor¨ªa a la democracia.
La recorri¨® de inicio en un Renault 5 y no en un Seat 850, como su personaje, junto a un cura que se convirti¨® en amigo de por vida, Leopoldo Dur¨¢n. Llevaban un equipaje sencillo y varias cajas de vino en el maletero o distribuidas en la parte delantera y trasera del coche. Uno era un escritor cosmopolita, mujeriego y de izquierdas. Pero no le cost¨® congeniar con el polo opuesto que representaba Dur¨¢n, cura conservador y te¨®logo algo ingenuo, experto en literatura inglesa.
Ambos obraron la simbiosis de Don Quijote y Sancho que ha servido a Carlos Villar Flor, escritor y profesor de literatura de la Universidad de La Rioja, para publicar Viajes con mi cura: Las andanzas de Graham Greene por Espa?a y Portugal (Lavela Granada): un periplo que esconde todav¨ªa algunos secretos y ayuda a entender la siempre atractiva biograf¨ªa del ingl¨¦s a trav¨¦s de un trabajo que ha costado siete a?os de investigaci¨®n. A Greene le atra¨ªa de Espa?a su enjundia hist¨®rica, pero tanto o m¨¢s las denominaciones de origen vin¨ªcolas. ¡°No podemos molestar al vino¡±, asegura el obispo de Motopo al principio de su novela ib¨¦rica. El autor apostaba los pies encima de las cajas que a veces ocupaban espacio junto al asiento delantero de un coche ya de por s¨ª estrecho para quien media metro noventa. Dur¨¢n lo apod¨® whisky priest por su trago preferido de la tarde, pero Greene sufr¨ªa m¨¢s por no ventilarse una botella de vino antes de las 11 de la ma?ana que por el dolor de espalda que le pudiera ocasionar una mala postura a causa del almacenamiento de alcohol.
Aparte de beber, comer bien y dar tumbos, ?viaj¨® el escritor a cumplir alguna misi¨®n secreta para el MI6? No hubiera sido la primera vez en Espa?a
Aparte de beber, comer bien y dar tumbos, ?viaj¨® el escritor a cumplir alguna misi¨®n secreta para el MI6? No hubiera sido la primera vez en Espa?a, aparte de las que hizo por ?frica y Latinoam¨¦rica. Ya realiz¨® alguna durante la Segunda Guerra Mundial en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica cuando le un¨ªa amistad con Kim Philby, la leyenda del contraespionaje. Su obsesi¨®n por pasar desapercibido mosque¨® al padre Dur¨¢n, que describi¨® el viaje en sus diarios. Pero en ocasiones, jugaba un papel que lindaba entre la diplomacia y la recogida de informaci¨®n. ¡°Mi hip¨®tesis¡±, asegura el autor de Viajes con mi cura, ¡°es que a partir de noviembre de 1975 estaba muy interesado en observar la Espa?a postfranquista y se hizo invitar a recorrer nuestro pa¨ªs en 1976 por Dur¨¢n, que entonces no era a¨²n su amigo¡±.
En principio, Graham Greene quer¨ªa conocer el Pa¨ªs Vasco. ¡°La inteligencia brit¨¢nica lo vinculaba con las hostilidades de Irlanda del Norte¡±, comenta Villar Flor. Pero hay m¨¢s: ¡°Le interesaba recabar informaci¨®n relativa al posible ingreso de Espa?a en la Comunidad (Econ¨®mica) Europea. Respecto a su facilidad para conectar con l¨ªderes de la izquierda, en 1980 intent¨® establecer v¨ªnculos con el emergente socialismo espa?ol, y empez¨® por Tierno Galv¨¢n, alcalde de Madrid, con el que logr¨® entablar amistad¡±.
Aparte de Tierno, Greene consideraba a Santiago Carrillo el comunista m¨¢s sagaz de Europa. Pero su curiosidad no solo se centraba en los pol¨ªticos. Tambi¨¦n en los cl¨¢sicos de la literatura. Le atra¨ªan los m¨ªsticos, m¨¢s San Juan de la Cruz que Santa Teresa. Y quien ha sido considerado maestro de la ambig¨¹edad, el autor que se presentaba como ap¨®stol de la duda, se sent¨ªa radicalmente identificado con Miguel de Unamuno. Visit¨® su tumba en Salamanca. ¡°La 360¡±, le indic¨® el guarda del cementerio. All¨ª experiment¨® una especie de epifan¨ªa que probablemente le llevara a escribir despu¨¦s Monse?or Quijote: ¡°Fue uno de los autores espa?oles m¨¢s apreciados por Greene, si no el que m¨¢s. En efecto, compart¨ªa con ¨¦l su atormentada lucha por la creencia, o, parafraseando al autor vasco, ¡®la agon¨ªa de su cristianismo¡±, dice Villar Flor.
Greene se convirti¨® al catolicismo en 1926 y muri¨® profesando dicha fe, pero detestaba que se aplicara despectivamente el adjetivo de su creencia a su obra. ¡°En la autobiograf¨ªa V¨ªas de escape (1980), afirm¨® que en su juventud (en torno a 1929) hab¨ªa le¨ªdo Vida de Don Quijote y Sancho e intu¨ªa que el libro hab¨ªa quedado anclado en su subconsciente provoc¨¢ndole su pasi¨®n por leer tratados de teolog¨ªa cat¨®lica¡±, dice el estudioso. Eso condicion¨® el tono de muchas de sus novelas de los cuarenta y cincuenta (Brighton Rock, El poder y la gloria, El rev¨¦s de la trama¡). Pero tambi¨¦n atribu¨ªa a este libro su descubrimiento de otros factores. ¡°Esa regi¨®n tragic¨®mica de La Mancha donde pretend¨ªa quedarme¡±, escribi¨® Greene.
Humor y tragedia
Todo encaja, humor y tragedia, para su concepci¨®n final de Monse?or Quijote. Un tri¨¢ngulo con el autor ingl¨¦s en un v¨¦rtice y Unamuno y Cervantes en los otros. ¡°En esta novela se aprecia la huella existencialista de Niebla y acaso el juego con los planos de la ficci¨®n y realidad cervantinos, pues el protagonista es consciente de descender de un antepasado de ficci¨®n¡±, seg¨²n Villar Flor. El escritor se sent¨ªa imbuido en los artificios adictivos de la ficci¨®n. Mantuvo en Espa?a su disciplina. Le¨ªa entre siete y 10 novelas al mes, cuenta Dur¨¢n, y escrib¨ªa cada ma?ana a partir de las ocho sus 300 palabras. Despu¨¦s sal¨ªan a toparse con lo que les trajera el camino. No fue solo un viaje el que realiz¨® Greene a Espa?a, sino 15 veranos consecutivos y agotadores en los que divid¨ªan gastos: Dur¨¢n pagaba la gasolina, la comida y las pernoctaciones en conventos y monasterios mientras Greene se ocupaba de las cenas y los hoteles.
En el primero, durante julio de 1976, ambos recorren Salamanca, Galicia, la costa cant¨¢brica hasta San Sebasti¨¢n, Burgos, Segovia¡ Un a?o despu¨¦s vuelven a Salamanca ¡ªsiempre visitar¨¢ la ciudad, aut¨¦ntica fijaci¨®n para ¨¦l¡ª y se dirigen a ?vila, Le¨®n y Portugal con paradas en Oporto, Lisboa, Sintra. En esa ocasi¨®n Greene visita a fondo el Prado y dice convertirse a Goya. Despu¨¦s vendr¨¢n Extremadura, Andaluc¨ªa, Levante, el Pirin¨¦o, Catalu?a y, c¨®mo no, toda La Mancha.
Es ah¨ª donde se empapa a fondo de la alucinaci¨®n cervantina y traslada el esp¨ªritu de la obra a su tiempo para hacer dialogar el fondo erasmista que irradia Alonso Quijano junto a Sancho con el tiempo de los totalitarismos. A lomos de ese Seat 850, su rocinante, Greene ensilla a ese cura recio y borrach¨ªn que es Monse?or Quijote, receloso de la pompa de las jerarqu¨ªas, que tiene mucho que ver con Dur¨¢n pero tambi¨¦n demasiado con s¨ª mismo.
Babelia
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