El c¨®mic entroniza a las disidentes
Las vidas de mujeres que rompieron las convenciones sociales a trav¨¦s de la literatura, al arte o del compromiso pol¨ªtico se convierten en biograf¨ªas gr¨¢ficas
Entre Angela Davis y Annemarie Schwarzenbach hay m¨¢s que un continente de distancia. Las separa tambi¨¦n una clase social y una piel que condicion¨® sus trayectorias. Comparten, sin embargo, una manera de vivir a la contra: una desde la lucha por los derechos civiles de los negros en EE UU y otra desde la batalla diaria por hacerse a s¨ª misma contra todas las convenciones y todos los clich¨¦s. Dos disidentes, al igual que la escritora Rose Wilder Lane, una anarquista feminista (a saber cu¨¢l es el orden correcto) que ayud¨® a que su madre, Laura Ingalls Wilder, se convirtiese en la exitosa autora de La casa de la pradera y acabase opacando su propia obra literaria o que la pintora polaca Tamara de Lempicka, que ensanch¨® los l¨ªmites del art d¨¦co tanto como la permisividad moral de los a?os veinte, a la que han biografiado Virginie Greiner y Daphn¨¦ Collignon en un ¨¢lbum publicado en Espa?a por Planeta C¨®mic.
Personalidades divergentes aunque unidas por la b¨²squeda de algo que estaba en los m¨¢rgenes, que han atrapado el inter¨¦s de autores de c¨®mic tan dispares como ellas mismas y que han llevado sus vidas a obras gr¨¢ficas publicadas en los ¨²ltimos meses. ¡°De Annemarie, al segundo de conocerla, me atrajo su magnetismo y su actitud en sus retratos fotogr¨¢ficos, fue una disidente de g¨¦nero, sexual, y pol¨ªtica. Se cuestion¨® sus privilegios de clase y su blanquitud: era muy consciente de la opresi¨®n racial y la explotaci¨®n de la clase obrera¡±, explica la dibujante Susanna Mart¨ªn, coautora de Annemarie (Norma) junto a la guionista Mar¨ªa Castrej¨®n.
La suiza fue muchas cosas, una perseguidora infatigable del placer, del talento, del exotismo, de la transformaci¨®n social. Fot¨®grafa, escritora, viajera y periodista, Schwarzenbach naci¨® en 1908 en una familia suiza adinerada y conservadora. Ella fue diferente desde la infancia y acabar¨ªa encarnando ese prototipo de mujer rompedora de los a?os treinta que a menudo acababa mal porque sus pulsiones interiores no encontraban acomodo en el mundo real.
Annemarie Schwarzenbach desat¨® demasiadas revoluciones para deglutir en una sola vida: la sexual (el lesbianismo), la pol¨ªtica (estaba en las ant¨ªpodas del nazismo de su familia), la social (el feminismo). Aunque fue diagnosticada de esquizofrenia, Castrej¨®n cree que hoy en d¨ªa le habr¨ªan atribuido un trastorno l¨ªmite de la personalidad. ¡°Cumple muchos de sus ¨ªtems: la adicci¨®n a la morfina y al alcohol, los intentos de suicidio y sus pensamientos continuos de muerte, la sucesi¨®n de parejas, la sensaci¨®n de vac¨ªo, vivir situaciones de peligro, poner su cuerpo al l¨ªmite, ataques de ira, la relaci¨®n t¨®xica con su madre y ese clamoroso sentimiento de justicia¡±, se?ala la guionista, que considera que a¨²n hoy se la ve empa?ada tras un velo rom¨¢ntico. ¡°Los dem¨¢s la adoran como a un ¨ªdolo, pero no llegan a ver del todo la persona que es¡±, a?ade.
M¨¢s de siete a?os le dedic¨® al proyecto la dibujante Susanna Mart¨ªn, que emplea acuarelas, l¨¢pices y tinta en el c¨®mic, donde los colores tienen su propio c¨®digo an¨ªmico, como los rojos, magentas y viol¨¢ceos de las crisis de la escritora.
La publicaci¨®n de Miss Davis (Flow Press) tiene el don de la oportunidad, aunque sus autores, los franceses Sybille Titeux de la Croix y Amazing Ameziane, se embarcaron en la biograf¨ªa mucho antes de que EE UU se adentrase en una nueva oleada de protestas contra el racismo. No deja de ser parad¨®jico que sean dos autores europeos, a instancias de una editorial europea, quienes se lanzan a contar los a?os m¨¢s crudos de una de las activistas americanas m¨¢s demonizadas. Angela Davis, que naci¨® en 1944 en una opresora Alabama, encarn¨® como nadie la polarizaci¨®n de la sociedad estadounidense en cuestiones raciales, que lo mismo la consider¨® una peligrosa terrorista que la reverenci¨® como un icono de la lucha de los Panteras Negras en los setenta.
La primera p¨¦rdida cercana que sufri¨® Angela Davis fue la de sus antiguas compa?eras de colegio. Cynthia Morris Wesley y otras cuatro j¨®venes murieron en 1963 mientras asist¨ªan a un oficio religioso en la iglesia baptista de la calle 16 de Birmingham, donde todas hab¨ªan nacido y donde las tensiones raciales se dirim¨ªan con balas y bombas. Davis estaba entonces en Biarritz, en una de las escalas que realiz¨® en Europa mientras estudiaba Literatura francesa en la Sorbona y Filosof¨ªa con Adorno en Alemania. Cuando regres¨® se matricul¨® como alumna de Marcuse en San Diego y se implic¨® en los movimientos antirracistas que defend¨ªan una posici¨®n m¨¢s radical frente al sistema que marginaba a la gente seg¨²n su color.
Eran los d¨ªas de Ronald Reagan como gobernador de California, del encarcelamiento de l¨ªderes negros como Rap Brown, del Ku Klux Klan quemando el sur y de Cointelpro, la operaci¨®n secreta del FBI de Hoover para luchar contra el enemigo interior, un saco en el que entraban comunistas, defensores de la igualdad racial o supremacistas blancos que abrazasen la violencia. ¡°Explicar a los lectores europeos qu¨¦ fue Cointelpro es m¨¢s f¨¢cil de hacer en el estilo de Snoopy. De ese modo puedes sonre¨ªr un poco, obtener la informaci¨®n y los lectores pueden respirar justo antes de la parte oscura y dura de Angela en la c¨¢rcel¡±, expone por correo electr¨®nico el dibujante Ameziane, que tambi¨¦n llev¨® al c¨®mic la vida de Muhammad Ali con guion de Sybille Titeux de la Croix.
Tras su propia experiencia en prisi¨®n (celdas de aislamiento y encierros con enfermas mentales incluidos), la revolucionaria Davies se volc¨® en denunciar las condiciones de los presos, despu¨¦s de ser absuelta por un jurado de los delitos de asesinato, secuestro y conspiraci¨®n, que le hab¨ªan llevado a la c¨¢rcel.
Bagge al rescate de las libertarias
Despu¨¦s de sus libros sobre Margaret Sanger, la impulsora de la planificaci¨®n familiar, y Zora Neale Hurston, antrop¨®loga y escritora, Peter Bagge vuelve en Credo (La C¨²pula) a indagar en la biograf¨ªa de una mujer libertaria, tan singular como desconocida: Rose Wilder Lane (1886-1968) fue escritora, corresponsal de guerra y una de las fundadoras del movimiento anarquista en EE UU junto a las escritoras Isabel Paterson y Ayn Rand. Tambi¨¦n fue la hija de Laura Ingalls Wilder y art¨ªfice de la edici¨®n final de La casa de la pradera, la celeb¨¦rrima novela sobre una familia de pioneros en el Oeste americano que m¨¢s hizo llorar en las sobremesas espa?olas tras su adaptaci¨®n televisiva. ¡°Ella dedic¨® mucho tiempo y esfuerzo a los libros que su madre hac¨ªa¡±, explica el dibujante por correo electr¨®nico.
Wilder Lane fue popular en las d¨¦cadas de los veinte y los treinta del siglo pasado. ¡°Desde entonces mucha gente ha estado preocupada o confundida por sus ideas pol¨ªticas, y los fans de su madre la ve¨ªan con malos ojos porque sab¨ªan que ambas se hab¨ªan peleado mucho y ellos tomaban partido por la madre. As¨ª que ella fue empujada hacia la oscuridad¡±, reflexiona Bagge.
Fue una de las autoras mejor pagadas (¡°casi medio mill¨®n de d¨®lares al a?o¡±, recuerda su bi¨®grafo) por sus trabajos literarios y period¨ªsticos y una viajera intr¨¦pida (posey¨® uno de los dos autom¨®viles que exist¨ªan en Albania), pero tambi¨¦n sufri¨® adicciones al opio y la coca¨ªna y depresiones. Como si ir por la vida abriendo caminos colectivos exigiese un crudo peaje individual.
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