Todos quieren a Miguel Delibes
La Biblioteca Nacional celebra el centenario del autor de ¡®El camino¡¯ con una gran exposici¨®n. La familia del escritor dona a la instituci¨®n el manuscrito de su pol¨¦mico discurso de ingreso en la RAE
¡°?Qu¨¦ hace Miguel Delibes a lo largo del d¨ªa?¡±, le preguntaron al propio escritor en sus ¨²ltimos a?os. Su respuesta: ¡°Quejarse¡±. En la primavera de 1998, pocos d¨ªas despu¨¦s de poner el punto final a El hereje, su ¨²ltima novela, le detectaron un c¨¢ncer de colon que requiri¨® varias operaciones. La agresividad del tratamiento min¨® su humor y su movilidad, pero no su retranca. La enfermedad parec¨ªa una condena demasiado dura para un hombre que no hab¨ªa parado. Nacido el 17 de octubre de 1920 en Valladolid y fallecido en la misma ciudad en 2010, hab¨ªa sido catedr¨¢tico de Derecho Mercantil por las ma?anas y director de El Norte de Castilla por las tardes; autor de 50 libros escritos a mano, padre de siete hijos y viudo desde los 54 a?os; cazador, fumador y paseante infatigable; aficionado al cine, al f¨²tbol y al ciclismo; fan¨¢tico del correo postal, acad¨¦mico de la RAE y premio Cervantes.
Todas esas facetas est¨¢n presentes en la exposici¨®n, comisariada por el periodista Jes¨²s Marchamalo, que la Biblioteca Nacional de Madrid dedica a su figura hasta el 15 de noviembre, momento en que viajar¨¢ a la sala vallisoletana de la Pasi¨®n. La inauguraci¨®n de la muestra estaba prevista para el pasado 20 de marzo, pero la declaraci¨®n del estado de alarma contra el coronavirus oblig¨® a dejar colgadas las 310 piezas que la conforman, entre manuscritos, libros, cartas, fotograf¨ªas de Oriol Maspons o Ram¨®n Masats y, por supuesto, el retrato de la esposa del escritor, ?ngeles de Castro, firmado por Eduardo Garc¨ªa Benito, que presid¨ªa la habitaci¨®n en la que escrib¨ªa y que inspir¨® la novela que dedic¨® a su prematura muerte: Mujer de rojo sobre fondo gris. Las restricciones impuestas por la pandemia han limitado el acceso a 160 personas por hora adem¨¢s de hacer obligatoria la cita previa.
Con motivo de la inauguraci¨®n final, presidida ayer por los Reyes Felipe y Letizia, los hijos de Miguel Delibes han donado a la biblioteca del paseo de Recoletos el manuscrito original del discurso que su padre pronunci¨® en 1975 durante la ceremonia de ingreso en la Real Academia Espa?ola. Manuscrita en un cuaderno de hojas cuadriculadas, aquella alocuci¨®n alertando de los peligros que supon¨ªa para la naturaleza el progreso descontrolado fue considerada entonces el aviso de un aguafiestas en una Espa?a que se dispon¨ªa a dar carpetazo a cuatro d¨¦cadas de dictadura y retraso. Hoy es le¨ªda como la reflexi¨®n de un ecologista pionero al que el tiempo le ha dado la raz¨®n. ?l se ten¨ªa simplemente por un ¡°hombre de campo¡± que hab¨ªa le¨ªdo alarmado a la naturalista estadounidense Rachel Carson, que sospechaba que el DDT estaba acabando con los petirrojos y que sab¨ªa que se hab¨ªan detectado cantidades desproporcionadas de insecticida en la leche materna. Esto ¨²ltimo se lo dijo su hijo mayor, Miguel, futuro director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana. En 2005, las conversaciones entre ambos quedar¨ªan recogidas en un volumen de t¨ªtulo demoledor: La tierra herida.
Si el cat¨¢logo ¡ªen el que colaboran Bernardo Atxaga, Aroa Moreno, Gustavo Mart¨ªn Garzo, Pilar Ad¨®n, Joaqu¨ªn Ara¨²jo, Sergio del Molino, Lola Herrera o Jos¨¦ Sacrist¨¢n¡ª es una prueba de la vigencia intergeneracional del mundo de Miguel Delibes, la exposici¨®n es una estupenda biograf¨ªa en tres dimensiones de un autor al que Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional, calific¨® ayer como ¡°un superventas de buena literatura¡±. Desde el telegrama que en 1948 le anunciaba que hab¨ªa ganado el premio Nadal hasta el esquema de un auto de fe dibujado por ¨¦l mismo para El hereje, pasando por cartas de P¨ªo Baroja, Vicente Aleixandre, Carmen Mart¨ªn Gaite o Charlton Heston ¡ªal que conoci¨® durante el rodaje de El Cid¡ª, todos los Delibes est¨¢n representados en la muestra. Incluido el que en 1954 hizo de extra en el Mr. Arkadin de Orson Welles y luego vio c¨®mo nueve de sus novelas eran llevadas al cine. Tambi¨¦n el que en 1938, con 18 a?os, dibuj¨® en su cuaderno el perfil del crucero Canarias de la armada franquista. Como tripulante de ese barco pas¨® los a?os de la Guerra Civil, un tiempo al que terminar¨ªa dedicando la novela Madera de h¨¦roe.
Aquella experiencia, con todo, no le servir¨ªa para sortear los resortes del R¨¦gimen. En la exposici¨®n se recogen sus continuos encontronazos con la censura, que primero forzaron su abandono de la direcci¨®n de El Norte de Castilla y luego afectaron a su obra literaria: torpedeando la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de Mi idolatrado hijo Sis¨ª u obligando a arrancar una hoja de cada ejemplar de El pr¨ªncipe destronado, ya encuadernado, y a encolar otra a mano. Todo por esta frase: ¡°?Qu¨¦ jod¨ªo chico! ?No piensa m¨¢s que en matar, parece un general!¡±.
Consciente del cambio de sensibilidad social, el propio comisario record¨® ayer otro de los universos abordados en la muestra: la caza. ¡°La tratamos¡±, explic¨® Marchamalo, ¡°seg¨²n la entend¨ªa Miguel Delibes, como algo apegado al mundo rural, sostenible. Siempre detest¨® la caza de los se?oritos, los safaris, la competencia por el n¨²mero de piezas¡±. Esa repulsi¨®n ¡ªsumada a la defensa de los humillados y sometidos que recorre su obra¡ª fue uno de los detonantes de una de sus novelas m¨¢s populares, Los santos inocentes. Publicada en 1981, Mario Camus la convirti¨® tres a?os m¨¢s tarde en un cl¨¢sico instant¨¢neo del cine espa?ol. Alfredo Landa y Paco Rabal se llevaron el premio de interpretaci¨®n del festival de Cannes en una edici¨®n en la que compet¨ªan con estrellas mundiales como Marcello Mastroianni o Anthony Hopkins. En la Biblioteca Nacional se puede escuchar a Jos¨¦ Sacrist¨¢n leyendo las primeras p¨¢ginas del libro y, metros m¨¢s all¨¢, a Rabal en el papel de Azar¨ªas llamando a otro de los grandes personajes de Miguel Delibes, un p¨¢jaro esta vez, la Milana.
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