Delibes a Umbral: ¡°No quiero hacer de madre rega?ona¡±
La correspondencia in¨¦dita entre ambos escritores demuestra la complicidad que tuvieron en vida. La obra ver¨¢ la luz el a?o que viene como colof¨®n al centenario del autor de ¡®El camino¡¯, al que la Biblioteca Nacional dedica una gran exposici¨®n esta semana
¡°Cuando uno es hu¨¦rfano prematuro y adem¨¢s hijo ¨²nico, es fatal que se pase la vida buscando padres espirituales y hermanos mayores. Yo he tenido varios. Los he tomado y dejado. Algunos padres me han salido golfos ¡ªy no s¨®lo el de la carne¡ª; algunos hermanos espirituales me han salido tontos. Pasa el tiempo y queda, a trav¨¦s de los a?os, un hermano mayor en mi vida: Miguel Delibes¡±. Francisco Umbral, que no era hu¨¦rfano sino hijo de madre soltera, se refer¨ªa as¨ª a su gran mentor en la biograf¨ªa que le dedic¨® en 1970. ¡°?l ha sido mi casi ¨²nico parentesco con la bondad del hombre, con la honradez [¡] En Valladolid era el chico mayor y lejano, de mejor familia y m¨¢s listo, a quien nunca se encontraba uno por la calle¡±. Delibes hab¨ªa nacido en 1920; Umbral, en 1932. Sus caminos se cruzaron cuando en 1958 el primero ocup¨® la direcci¨®n de El Norte de Castilla y se propuso rejuvenecer la redacci¨®n del centenario rotativo vallisoletano.
As¨ª comenz¨® una relaci¨®n que durar¨ªa toda la vida y que, con la marcha del joven periodista a Madrid en 1961, se prolong¨® en una larga correspondencia que ver¨¢ la luz el a?o que viene en la editorial Destino. Preparada por Luciano L¨®pez y Araceli Godino, que a¨²n trabajan en ella, la obra servir¨¢ como colof¨®n al centenario del autor de El camino, al que la Biblioteca Nacional dedica una gran exposici¨®n aplazada en marzo por el estado de alarma y que este jueves, por fin, inauguran los Reyes Felipe y Letizia.
Escritas entre 1960 y 2007 ¡ªa?o de la muerte de Umbral, al que su maestro sobrevivi¨® tres a?os¡ª, las casi 300 cartas son el fiel retrato de dos personalidades casi opuestas. ¡°Su bonhom¨ªa, su castellan¨ªa, sus siete hijos, su sensatez, su realismo y otras cosas me quedan a respetuosa distancia¡±, escribi¨® Umbral, que, pese a las diferencias, agradec¨ªa a Delibes ¡°su sensatez castellana de maestro literario, de catedr¨¢tico de provincias y de escritor realista, corrigiendo siempre el barroquismo estetizante y suicida de mi hacer y mi vivir¡±. Si los dos vol¨²menes de correspondencia con Josep Verg¨¦s (2002) y con Gonzalo Sobejano (2014) muestran la relaci¨®n del autor de Los santos inocentes con el editor y el cr¨ªtico con los que mejor se entendi¨®, el volumen de cartas con Umbral mostrar¨¢ su relaci¨®n con un colega al que alienta, reprende y protege. A veces semanalmente y en ocasiones, como recuerda Umbral, ¡°a carta diaria¡±. El maestro a mano; el disc¨ªpulo, a m¨¢quina.
¡°Muy bien tu Madrid Literario, pero una advertencia. Procura evitar los chismes o comentarios excesivamente duros ¡ªel de Castellet de hoy¡ª pues por este camino, los lectores te pedir¨¢n cada vez m¨¢s y mi deseo de que esa secci¨®n simp¨¢tica se ¡®meta¡¯ en Madrid, y con ella El Norte, no podr¨¢ cumplirse¡±, escribe Delibes el 18 de abril de 1961 al joven al que ha enviado como corresponsal cultural a la capital y al que todav¨ªa llama por su verdadero nombre: Francisco P¨¦rez. A la altura de 1967 la relaci¨®n est¨¢ mucho m¨¢s igualada: ¡°Querido Paco: De acuerdo. Tu opini¨®n y la m¨ªa sobre lo que la novela debe ser no coinciden. Creo no importa en absoluto para que te diga una vez m¨¢s que en estilo y calidad has alcanzado una maestr¨ªa insuperable. Por otra parte, mucho me temo que la gente lectora siga anteponiendo Camus y Bellow a Kerouac y Grillet durante mucho tiempo. Somos decimon¨®nicos, no lo podemos remediar¡±. Poco m¨¢s tarde le recuerda que es ¡°un hombre importante¡± pero le advierte: ¡°Me admira tu fecundidad. Creo, sin embargo, que no debes trabajar tanto y, concretamente los libros, debes reposarlos m¨¢s¡±.
Tres a?os despu¨¦s, Umbral recordar¨¢ los d¨ªas de juventud en que, ¡°tuberculosos perdidos¡± su madre y ¨¦l se dedicaron a leer El camino, publicado en 1950. A ella no le gust¨® nada: ¡°No vale ni el papel en que est¨¢ escrito¡±. A ¨¦l, much¨ªsimo. En su opini¨®n, Delibes ¡°desnoventayochiza¡± Castilla y el aludido le agradece la clarividencia. ¡°Siempre he dicho que eres un hombre despierto¡±, le escribe en 1968. ¡°Tu teor¨ªa respecto a la intenci¨®n de mi obra ¡ªretorno al estado de naturaleza para reencontrarnos¡ª es una teor¨ªa inteligente y, adem¨¢s, es cierta. Si el hombre quiere romperse las narices contra la t¨¦cnica all¨¢ ¨¦l. Yo cumplo con advertirle de este riesgo¡±. Ha tenido que pasar medio siglo para que calase la lectura ecol¨®gica de una obra que durante mucho tiempo fue despachada como caprichosamente contraria al progreso.
En ocasiones, el maestro comparte con el disc¨ªpulo las dudas sobre su propio trabajo, su ¡°relativo desconcierto literario, no porque haya alcanzado ninguna cumbre, sino porque uno piensa, a veces, que lo poquito que ten¨ªa que decir ya lo ha dicho. Otras veces, claro, uno piensa que todav¨ªa est¨¢ lleno de cosas, tan lleno que no va a tener tiempo de decirlas todas, pero ¨¦stas son las horas habituales de la depresi¨®n y la exaltaci¨®n que se turnan en m¨ª como el d¨ªa y la noche¡±.
Por momentos, las dudas son profesionales. Cuando en enero de 1975 Jos¨¦ Ortega Spottorno le ofrece dirigir EL PA?S, que se prepara para salir, Delibes consulta a ¡°los amigos inteligentes metidos en el oficio¡±. Entre ellos, Manuel Leguineche, C¨¦sar Alonso de los R¨ªos y Umbral: ¡°Yo, la verdad, no veo en todo esto nada positivo (el dinero, la vanidad, el poder, la proyecci¨®n social no son, como sabes, est¨ªmulos para m¨ª) si no es una posibilidad de salir antes del hoyo en que estoy metido. Me encuentro viejo y desalentado¡±. El hoyo era la prematura muerte de su esposa, ?ngeles de Castro, pocos meses atr¨¢s. Finalmente, no se movi¨® de su casa del paseo Zorrilla. Como repiti¨® luego, no quer¨ªa quedarse tambi¨¦n viudo de El Norte de Castilla y del Real Valladolid.
¡°Me admira tu fecundidad. Creo, sin embargo, que no debes trabajar tanto y, concretamente los libros, debes reposarlos m¨¢s¡±, le escribe Delibes a Umbral
En los a?os de mayor complicidad entre ambos escritores ¡ªlos sesenta y setenta¡ª las misivas llegan, como dice Delibes, ¡°de cama a cama¡±. Los dos amigos se cuentan sus achaques y enfermedades y se recomiendan m¨¦dicos y medicamentos. Mientras Umbral sigue en n¨®mina de El Norte, su jefe se asegura de que cobre durante cada baja y de que el peri¨®dico pague la factura de los tratamientos. Tambi¨¦n le ofrece su propia casa de vacaciones, en el p¨¢ramo burgal¨¦s. ¡°Lo tuyo no me sorprende. No quiero hacer de madre rega?ona, pero creo que te lo hab¨ªa advertido [¡] Pero, bueno, ahora el caso es que descanses. Se me ocurre que tal vez te sentase bien cambiar de ambiente, irte al campo. Para ello te brindo mi caba?a de Sedano. All¨ª hay aire, sol, truchas ternera y una inmensa paz. Tambi¨¦n encontrar¨¢s gente buena, de ¨¦sa en la que cre¨ªa Rousseau, esto es, no corrompida por la civilizaci¨®n¡±.
Cuando remiten los problemas de salud de los padres aparecen los de los hijos. En 1964, los v¨¢stagos menores de Miguel Delibes ¡ªAdolfo y Camino, de cuatro y dos a?os¡ª se queman gravemente con aceite hirviendo. Dos a?os m¨¢s tarde, el padre todav¨ªa aprovechar¨¢ un viaje a Barcelona para visitar a un cirujano pl¨¢stico mientras atiende un encargo: supervisar los di¨¢logos de Doctor Zhivago, la pel¨ªcula de David Lean. En 1973, la alegr¨ªa en casa de los Delibes por el nacimiento de la primera nieta, Elisa, contrasta con la preocupaci¨®n en casa de los Umbral. Su ¨²nico hijo ¡ªFrancisco, al que llaman Pincho¡ª de cinco a?os, enferma de leucemia y ?ngeles de Castro escribe al viejo amigo: ¡°La nieta me ilusiona mucho ¡ªquiz¨¢ demasiado¡ª. Miguel me repite a menudo: ¡®?Pero no te creas que es tuya!¡¯. ?C¨®mo va el precioso Pincho? Muy a menudo pienso en Espa?a [Su¨¢rez] y en ti, y me entran ganas de telefonearos... Pero creo que es mejor no agobiaros con preguntas. Os queremos. Lo vuestro nos afecta¡±. Pincho y ?ngeles murieron unos meses despu¨¦s. Francisco Umbral tard¨® un a?o en dedicar a su hijo Mortal y rosa. Miguel Delibes esper¨® 17 para escribir Se?ora de rojo sobre fondo gris. Dos obras maestras de la literatura del duelo. Dos caracteres.
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