Bast¨®n y sombrero
Pienso en esas pel¨ªculas en donde se pintaba la Europa liberada y la que permanec¨ªa bajo el nazismo
?En qu¨¦ momento nace el amor a una ciudad? Tal vez cuando la miras como a un padre o una madre. A lo mejor por eso a Roma la llaman Madre Roma, invocando as¨ª el principio biol¨®gico m¨¢s poderoso que existe. Acabo de llegar a Roma y ya estoy enamorado de nuevo. Salgo a la calle y la gente pasea sin mascarillas. Me quito la mascarilla en mitad de la plaza Navona con un gesto violento, como quien hace 75 a?os arrancaba la bandera del III Reich de los balcones de Europa. En el avi¨®n que me ha tra¨ªdo viajaba Mario Vargas Llosa. Ver a Vargas Llosa en mi avi¨®n daba seguridad, o un principio de realidad. Vargas iba con mascarilla y bast¨®n. Pens¨¦ en que un bast¨®n con elegante empu?adura pod¨ªa lidiar est¨¦ticamente con la gregaria mascarilla. De modo que ahora mismo le he dicho a mi smartphone que me busque tiendas romanas donde vendan bastones.
Paseo por Roma sin mascarilla con un deseo violento de libertad que me agrieta los p¨®mulos, los labios, el alma. Pienso en esas pel¨ªculas de la II Guerra Mundial en donde se pintaban dos Europas: la liberada y la que a¨²n permanec¨ªa bajo el yugo del nazismo. Yo estoy en la Europa liberada ahora mismo. Madrid es la Europa ocupada. La historia es caprichosa. Antes devastaban los pa¨ªses los totalitarismos, ahora los virus. No hay miedo ni tristeza en Roma. El miedo y la tristeza han sido una singular aportaci¨®n espa?ola, otra victoria de Francisco de Quevedo sobre Miguel de Cervantes.
Los medios de comunicaci¨®n en Espa?a han sido apocal¨ªpticos. Demasiados vir¨®logos virulentos y epidemi¨®logos mesi¨¢nicos en los telediarios y pocos poetas en la vida p¨²blica. En Roma el virus tiene que luchar contra la fama de la belleza. No logra ser famoso el virus en Roma, como s¨ª es famoso el virus en Madrid. Pero al segundo d¨ªa de mi llegada las autoridades romanas decretan el uso obligatorio de la mascarilla en las calles.
Salgo a pasear y veo mascarillas bajo narices indolentes, o colgando del cuello o dentro del bolsillo. Hay inobservancia de los preceptos. Deduzco que la autoridad en Roma no es el Gobierno ni los carabinieri. La autoridad aqu¨ª es la belleza. Y sin embargo, en Roma, pese a tama?a relajaci¨®n que en Espa?a conllevar¨ªa cuantiosas multas y furibunda condena social, el virus no rebrota; y en Madrid, s¨ª. Tengo que encontrar un bast¨®n como sea. Incluso un sombrero.
Con bast¨®n y sombrero, la mascarilla no podr¨¢ competir en fama. Tambi¨¦n una corbata de seda. Tambi¨¦n una cegadora camisa blanca. Cualquier cosa que sirva para afirmar la belleza de la vida. Cualquier cosa que obligue a hablar m¨¢s de la belleza que del apocalipsis, cualquier cosa que sirva para que la belleza sea una noticia m¨¢s relevante que la noticia de la muerte.
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