Celebraci¨®n art¨ªstica o mitin electoral
Creo que la Academia respir¨® tranquila al poder conceder la parte del le¨®n a su deseado Pedro Almod¨®var
Casi siempre supone una prueba de resistencia, de amodorrada paciencia, de anhelar la llegada del final, algo tan fatigoso como ver en soledad la mayor¨ªa de las ceremonias y galas dedicadas a premiar a los mejores del a?o en las diversas manifestaciones art¨ªsticas. Solo veo por estricta obligaci¨®n profesional los Goya y los Oscar y generalmente termino agotado. Si supiera manejar mi muy inteligente televisor (asegura ¨¦l) podr¨ªa grabar estas trascendentes fiestas y contemplarlas posteriormente. Eso me permitir¨ªa algo tan higi¨¦nico como saltarme gran parte de las emocionadas dedicatorias de los galardonados.
A veces suben tres o cuatro al escenario y puedes empezar a temblar cuando alguno de ellos inicia su discurso con un esperanzador: ¡°Voy a ser breve¡±. Son los m¨¢s pesados. Tambi¨¦n me aparece una mueca cada vez que los premiados destacan el maravilloso arte de sus competidores. Ser¨ªa formidable pero poco humano que alguien se limitara a recoger su estatuilla, dar educadas gracias y largarse. O que dijera: ¡°Felicito a los acad¨¦micos por haber sido l¨²cidos, ya que mi trabajo en la pel¨ªcula es excelente¡±. Pero eso no ocurre nunca y luego pasa lo que pasa. Que la ceremonia dura insufriblemente tres horas y media. Y podr¨ªa haber sido mucho m¨¢s si en Televisi¨®n Espa?ola no se hubiera abolido desde hace tiempo la publicidad convencional. Creo que solo existi¨® un bloque de autopromoci¨®n. De no ser as¨ª, nos hubiera pillado el amanecer escuchando conmovidas, entra?ables e infinitas dedicatorias.
Tambi¨¦n escucho loas a la tolerancia, el derecho a amar a quien te d¨¦ la gana, el empoderamiento, el antifascismo, los refugiados, la lucha contra la tiran¨ªa y el abuso de menores, todo el conveniente dec¨¢logo social. Vale, la gente normal estamos de acuerdo con eso, pero puede resultar aburrid¨ªsimo confundir esa celebraci¨®n art¨ªstica (o lo que sea) con previsibles m¨ªtines electorales.
Y entiendo y admito que el cine espa?ol siempre ha sido una gran familia (dicen ellos), pero sus protagonistas no deber¨ªan hacer generalizaciones incluyendo a todo cristo en sus convicciones y deseos. Por ejemplo, el muy sensible y excelente compositor Alberto Iglesias afirma con emoci¨®n que el cine de Almod¨®var nos ha hecho m¨¢s libres a todos. Disiento. Mi grado de libertad no le debe nada al arte de ese se?or. Y Almod¨®var asegura que si a Pedro S¨¢nchez le va muy bien en los pr¨®ximos cuatros a?os, nos ir¨¢ muy bien a todos. Creo que su certidumbre es discutible, o negociable. Qu¨¦ man¨ªa la de querer integrar a todos en su yo. O sea, cada uno es de su padre y de su madre. O de nadie. Ojal¨¢ que los desfavorecidos puedan respirar un poco, pero lo ¨²nico que tengo claro es que le ir¨¢ muy bien a los de siempre, tan colegas ellos del poder antiguo o nuevo.
?Y los premios? Bueno, a la persona que m¨¢s deseaba ver en el escenario era a Pepa Flores o Marisol. Estuve enamorado de ambas. Esta admirable se?ora no apareci¨®. No debe de creer en el eterno o puntual retorno. Hace mucho tiempo le dijo adi¨®s a todo eso y lo cumpli¨®. Ni honores, ni fama, ni dinero, ni leches. Una persona tan digna como consecuente. Y como tantas veces, no acert¨¦ en el reparto con las pel¨ªculas que m¨¢s me han gustado. Hubo premios muy justitos (bendito sea el concedido a Bel¨¦n Cuesta) para las angustiosas y poderosas La trinchera infinita e Intemperie. Y varios tirando a menores, aunque el galardonado Eduard Fern¨¢ndez sea uno de los tres o cuatro mejores actores de este pa¨ªs; para la muy estimable Mientras dure la guerra, en la que Karra Elejalde hac¨ªa una composici¨®n memorable.
Creo que la Academia respir¨® tranquila al poder conceder la parte del le¨®n a su deseado Pedro Almod¨®var, al que l¨®gicamente, por razones obvias relacionadas con la calidad (y en el caso de Los amantes pasajeros solo funcionaba la verg¨¹enza ajena) no hab¨ªan podido conceder su amor desde la muy buena Volver. Dolor y gloria se lo pon¨ªa f¨¢cil a sus deseos. Es autobiogr¨¢fica, intimista, presuntamente dolorida, sentida y trascendente. Hay cosas en ella que incluso me gustan a m¨ª: la recreaci¨®n de su infancia, la evocaci¨®n de la madre (es verdaderamente emotiva la secuencia entre la magn¨ªfica Julieta Serrano y Banderas), la cinefilia y el despertar sexual del cr¨ªo, el brillante desenlace de la historia. Pero permanezco indiferente o cansado ante la personalidad de ese creador que se siente seco, su depresi¨®n, su acorralamiento ¨ªntimo, su soledad, su reencuentro con una amistad y una colaboraci¨®n profesional que se torci¨®, con el antiguo amante que nunca dej¨® de desearle, con la hero¨ªna como remedio para cauterizar el dolor interno y externo y que proporciona un nirvana provisional. No soporto al personaje, me parece tan envarado, pretencioso y falso como casi siempre. Pero reconozco que Banderas interpreta muy bien a Almod¨®var.
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