Kirk Douglas toma el sendero de la gloria
La muerte del actor a los 103 a?os, tras una vida de superaci¨®n y ambici¨®n, cierra una ¨¦poca en Hollywood

Kirk Douglas no era solo un actor; era el s¨ªmbolo de un mundo extinto. Bastaba su presencia para recordar un Hollywood del que apenas queda rastro tras su muerte el mi¨¦rcoles a los 103 a?os. Tambi¨¦n un pa¨ªs construido a golpe de genealog¨ªas como la suya. Su padre, Herschel Daniel¨®vic, era un ruso analfabeto de origen jud¨ªo que dej¨® Europa rumbo a Estados Unidos huyendo de la miseria y de la guerra contra Jap¨®n a principios el siglo XX.
Douglas no solo conoci¨® el hambre, sino que forj¨® su car¨¢cter (incluso su viril y robusto f¨ªsico) con los oficios m¨¢s ingratos, de basurero a boxeador. Hasta que descubri¨® una escuela de arte dram¨¢tico y aprendi¨® a canalizar un caudal interpretativo que hab¨ªa nacido en la calle. Su rostro de hierro, su ambici¨®n y su c¨¦lebre hoyuelo hicieron el resto.
El estrellato de Douglas?es el que emergi¨® en el Hollywood de la posguerra. Se pod¨ªa haber acomodado en papeles de gal¨¢n m¨¢s o menos relevantes, pero si hay algo que caracteriz¨® su carrera fue un instinto voraz para las historias que aspiraban a ser algo m¨¢s que entretenimiento. Puntilloso y perfeccionista, su decisi¨®n m¨¢s audaz fue tomar las riendas de su carrera y, adelant¨¢ndose a futuras generaciones de actores deseosos de ser due?os de s¨ª mismos, hacerse productor. En 1955 fund¨® su propia empresa, llamada Bryna en honor a su madre.
Antes de eso, hab¨ªa despuntado en el papel del marido chalado de Barbara Stanwyck en El extra?o amor de Martha Ivers (Lewis Milestone, 1946) o, un a?o despu¨¦s, en un cl¨¢sico que no se agota, Retorno al pasado, de Jacques Tourneur. En 1949 trabaj¨® a las ¨®rdenes de otro hijo de inmigrantes (en este caso alemanes), Joseph L. Mankiewicz, en otro cl¨¢sico, Carta a tres esposas. Aunque el espaldarazo definitivo le llegar¨ªa ese mismo a?o con una pel¨ªcula que no contaba con los mimos de los estudios, pero en la que ¨¦l detect¨® la posibilidad de un veh¨ªculo para su lucimiento como int¨¦rprete. No se equivoc¨®; El ¨ªdolo de barro, historia del boxeador Midge Kelly escrita por el periodista deportivo Ring Lardner, marc¨® un punto de inflexi¨®n en su carrera.

Douglas fue un actor osado que buscaba el prestigio. El gran carnaval (1951), de Billy Wilder, se estren¨® en 1951, y fue una obra maestra pero un rotundo fracaso, ¡°veneno para la taquilla¡±, en palabras de su director, que rechazaba la idea de que se trataba de una obra demasiado l¨²cida para su tiempo. Para Wilder, aquella escalofriante radiograf¨ªa de las turbas que alimentan al periodismo carro?ero fue un fiasco. En sus memorias, el mordaz cineasta transcribe en forma de chiste un di¨¢logo atribuido a Stanley Kramer, que pretende definir la ambici¨®n desmedida de Douglas. Kramer buscaba un actor para su pel¨ªcula Fugitivos, y pregunt¨® a Robert Mitchum. ¡°No pienso actuar con un negro¡±, respondi¨®. El siguiente en la lista era Marlon Brando, que dijo: ¡°Acepto, pero si puedo interpretar al negro¡±. Y entonces le toc¨® a Kirk Douglas: ¡°S¨ª, acepto. Con una condici¨®n. Quiero interpretar los dos papeles¡±.
La asociaci¨®n con Vincente Minnelli empez¨® en 1952 con una pel¨ªcula en la que un desenfrenado Douglas llegaba a la cima de su trabajo como actor en la piel de un productor de Hollywood. Cautivos del mal se adentraba en las entra?as de la industria y fue un ¨¦xito rotundo. Con Minnelli rodar¨ªa otras dos pel¨ªculas: El loco del pelo rojo, sobre Vincent Van Gogh, y Dos semanas en otra ciudad. El cineasta dir¨ªa despu¨¦s que aquellos tres trabajos se contaban entre los m¨¢s gratificantes de su larga carrera.
Con Stanley Kubrick

Entre unas y otras el director Stanley Kubrick ya hab¨ªa asomado la cabeza para cambiar la historia del cine y la del propio Douglas. El alegato antib¨¦lico Senderos de gloria jam¨¢s se hubiese rodado sin el apoyo del actor, y la historia de c¨®mo? Dalton Trumbo volvi¨® a la luz gracias a los cr¨¦ditos de Espartaco es de sobra conocida. Douglas le dedic¨® un libro, Yo soy Espartaco, al asunto. El relato, sin embargo, tiene diferentes versiones. Ring Lardner Jr., hijo del autor de ?dolos de barro y uno de los escritores que se neg¨® a testificar ante el Comit¨¦ de Actividades Antimericanas, asegura en sus memorias sobre la caza de brujas que Douglas y Kubrick se apuntaron al carro de Otto Preminger cuando decidi¨® que Trumbo figurase en los cr¨¦ditos de ?xodo y The New York Times lo cont¨®. Sea como sea, y de cara a Hollywood, Douglas fue fundamental para rehabilitar a quien hab¨ªa sido el guionista mejor pagado.
En las d¨¦cadas siguientes, Douglas particip¨® sobre todo en pel¨ªculas menores. Su hijo Michael tom¨® su relevo en el nuevo star system mientras al padre le conced¨ªan en 1996 el Oscar (honor¨ªfico, eso s¨ª) al que hab¨ªa estado nominado tres veces. Para entonces, Kirk ya era uno de los ¨²ltimos protagonistas y testigos de un Hollywood que ya solo tiene aire de cementerio. Douglas ha disfrutado de una vida centenaria subido al trono que conquist¨® con la misma mirada p¨¦trea del pistolero Doc Holliday de Duelo de titanes (1957), aquel w¨¦stern de John Sturges que acababa con un whisky en la mano y una partida de p¨®ker, s¨ªmbolos de la ¨¦pica de un tiempo que hoy, tras su muerte, parece definitivamente cosa del pasado.
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