Agnes Obel, el sonido de los recuerdos
La artista danesa, creadora de un pop de c¨¢mara elegante y crepuscular, compone ¡®Myopia¡¯, disco con textura de ¡®polaroid¡¯ envejecida que es una de las grandes apuestas del sello cl¨¢sico Deutsche Grammophon
Nunca ha vuelto a ver un piano como aquel Steinway gris de su padre. Lo recuerda reluciente, con ornamentos muy antiguos, vetusto, bello. Aquel instrumento raro, por escaso, era el preferido de la peque?a Agnes Obel de entre todos los que coleccionaba su padre, un instrumentista de jazz que tuvo que dejar la m¨²sica para sacar adelante a sus hijos. La cantante y pianista danesa, creadora de una suerte de pop de c¨¢mara elegante, misterioso, vanguardista y oscuro, dedica a su progenitor, un hombre que ca¨ªa en frecuentes depresiones ¡ª¡°probablemente, por no haberse podido dedicar a la m¨²sica¡±¡ª, Island of Doom, una de las mejores canciones de Myopia, el cuarto disco de su carrera musical. El padre de Agnes Obel, que falleci¨® en abril de 2014, coleccionaba instrumentos de todo tipo mientras se aventuraba en negocios que casi siempre iban mal. Las deudas le fueron hundiendo, se arruin¨®, tuvo que vender toda la colecci¨®n. Aquel Steinway gris tambi¨¦n sali¨® de casa, pero sigue vivo en la memoria de la artista danesa.
Recuerdos, enso?aciones, estampas en blanco y negro; figuras que estuvieron y se fueron, percepciones enga?osas, fantasmas. El nuevo ¨¢lbum de la compositora danesa, hipn¨®tico, con textura de polaroid envejecida por el paso de los a?os, es la gran apuesta para el a?o 2020 de Deutsche Grammophon, el legendario sello de m¨²sica cl¨¢sica. La casa de Von Karajan y compa?¨ªa ha hecho una apuesta por lo que llaman nuevos cl¨¢sicos, un perfil que bien encarna Obel: sus canciones, crepusculares, navegan en aguas en las que el violonchelo linda con la loop station ¡ªreproductor de bucles de sonido que marca algunas de las vanguardias musicales de la ¨²ltima d¨¦cada¡ª; su m¨²sica es tan cl¨¢sica como vanguardista, tan suave como desasosegante, tan oscura como l¨ªmpida.
¡°No tengo miedo a fallar, ni al fracaso; no me interesa la perfecci¨®n, creo que no es buena para la creatividad¡±
¡°Es dif¨ªcil describirse a uno mismo y lo que hace¡±, dice Obel, de 39 a?os, en una sala de la galer¨ªa de arte berlinesa Julia Stoschek, donde a finales del a?o pasado present¨® su nuevo ¨¢lbum ante un reducido grupo de periodistas europeos invitados a asistir a una premi¨¨re, un aperitivo minimalista de ocho canciones de Myopia. ¡°Al producir, me gusta que los sonidos sean un espejo de las historias que cuento en las canciones¡±, dice esta mujer cuyas composiciones exhalan ecos lynchianos ¡ªDavid Lynch, por cierto, le pidi¨® un tema, Fuel to Fire, para remezclarlo; s¨ª, Lynch, remezclando¡ª. ¡°Creo que todo eso lo aprend¨ª de Scott Walker [m¨ªtico compositor brit¨¢nico, de origen estadounidense, reverenciado por su etapa experimental]. Me gusta que quien se encuentre con una de mis canciones tenga la sensaci¨®n de entrar en una pel¨ªcula¡±.
La artista danesa, perteneciente a la inquieta estirpe escandinava de las Bj?rk, Emiliana Torrini y compa?¨ªa, se muestra orgullosa de no ser complaciente con las leyes de la mercadotecnia, de ser fiel a la m¨²sica que ella quiere hacer, guste o no. ¡°El arte tiene un potencial pol¨ªtico cuando es idiosincr¨¢sico¡±, argumenta, ¡°cuando uno es realmente uno mismo, cuando no hace aquello que se espera de ¨¦l, cuando se libera de las expectativas ajenas¡±. Admiradora de Nina Simone, Roy Orbison y, si se le pide citar a alg¨²n contempor¨¢neo, de la norteamericana e inclasificable Julia Holter, fue telonera hace un a?o y cuatro meses de otro de sus admirados creadores, el tambi¨¦n inclasificable David Byrne. Aquella experiencia la ha dejado marcada. ¡°Nunca he visto un concierto en directo como el de su ¨²ltima gira, esa deconstrucci¨®n del espect¨¢culo. Me gusta c¨®mo es sobre el escenario: los cantantes masculinos tienden a actuar como dioses cuando suben a escena¡±, dice. ¡°?l, no; ¨¦l est¨¢ ah¨ª, cantando con una sonrisa en la boca, con su iron¨ªa, pero solidario con sus m¨²sicos, con su p¨²blico¡±.
Cuenta que Byrne estaba fascinado con los sonidos que Obel recrea en directo, que le preguntaba c¨®mo los consigue. ¡°Fue muy c¨¢lido, no hab¨ªa jerarqu¨ªa. ?Fueron tantas las cosas que me gustaron de aquella experiencia!¡±.
Myopia es una suerte de continuaci¨®n de su anterior ¨¢lbum, Citizen of Glass (2016) ¡ªa ella le gusta pensar que ambos ser¨¢n parte de una futura trilog¨ªa ¡ª. Obel experimenta con el sonido de pianos, violonchelos, violines y xil¨®fonos, profundiza en la manipulaci¨®n de los coros, utilizando octavadores que convierten en abiertamente m¨¢s graves o agudas las voces, aportando as¨ª texturas contempor¨¢neas al clasicismo que late bajo sus piezas. ¡°Cuando transformas las voces y los pianos, cambia la onda y el color, suena artificial, s¨ª, pero conservas la familiaridad de la voz, suena suave¡±.
Obel es una alquimista: ingeniera de sonido, adem¨¢s de cantante y pianista, cocina sus composiciones aislada del mundanal ruido en su estudio casero de Berl¨ªn, la ciudad donde vive desde 2006. Su marido, el fot¨®grafo y realizador Alex Br¨¹el Flagstad, el hombre que confecciona sus v¨ªdeos, es la ¨²nica persona que accede a la cueva de Obel y, de hecho, cuenta ella, se involucra incluso en la elaboraci¨®n de las letras de las canciones. Ella necesita blindarse del mundo exterior y acabar de pulir las canciones antes de mostr¨¢rselas al mundo.
Agnes Caroline Thaarup Obel creci¨® en una familia poco convencional. En su casa reinaba la alergia a normas y convenciones, los ni?os eran invitados a desarrollar sus talentos. Aprendi¨® a tocar el piano a los seis a?os, pero nunca le obligaron a practicar, tocaba lo que quer¨ªa y cuando quer¨ªa. ¡°Estoy agradecida porque eso hizo que hoy ame el piano: no tengo miedo a fallar, ni a hacerlo mal, ni al fracaso. No me interesa la perfecci¨®n; creo que la perfecci¨®n no es buena para la creatividad¡±.
Myopia, disco construido en torno al concepto de lo poco que podemos fiarnos de lo que vemos al estar nuestra mirada mediada por nuestros prejuicios y recorrido vital, suena a los recuerdos de esa infancia que acompa?a a la compositora danesa. Sus pianos, canci¨®n tras canci¨®n, a menudo reverberan en la retaguardia, envejecidos, lejanos.
En homenaje a esa infancia, Agnes Obel intent¨® un d¨ªa recuperar aquel viejo Steinway gris que su padre se vio forzado a vender cuando la econom¨ªa familiar se fue al carajo. Acudi¨® a casa de aquel amigo de la familia al que se lo hab¨ªan vendido. Pero ya no lo ten¨ªa. ¡°Llegu¨¦ tarde¡±. Y nunca ha vuelto a cruzarse en su vida con un Steinway de color gris.
Myopia. Agnes Obel. Deutsche Grammophon. A la venta el 21 de febrero.
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