Dibujos y esculturas de amor vulnerado
Cuando se contemplan estos dibujos, recortes y peque?os yesos de Rodin hay que imaginar hasta qu¨¦ grado de sensibilidad puede el arte sublimar las m¨¢s oscuras pasiones
En la Fundaci¨®n Canal, en Madrid, se exponen dibujos, recortes y peque?as esculturas de yeso de Augusto Rodin, una obra poco conocida y hasta ahora nunca exhibida en p¨²blico. Se trata de una recreaci¨®n ¨ªntima y sensible del cuerpo de la mujer. Despu¨¦s de contemplar esta exposici¨®n en la que Rodin convierte el desnudo femenino en un delicado ballet, resulta muy dif¨ªcil imaginar a este artista sentado en una poltrona en babuchas con su gran barriga desnuda bajo el bat¨ªn de seda y a su mujer arrodillada ante su imponente figura d¨¢ndole cucharadas de sopa con el peligro de que si no le gustaba la comida echara de una patada el plato a rodar. Se llamaba Rose Beuret. Rodin la hab¨ªa conocido cuando era una modistilla analfabeta de 24 a?os, que cos¨ªa botones en la guardarrop¨ªa del teatro Gobelins.
Si uno imagina que esos dibujos con grafito, esas acuarelas recortadas y los peque?os yesos modelados con la yema de los dedos hab¨ªan sido inspirados por el desnudo de esa amante, que adem¨¢s de servirle de modelo le limpiaba la casa, le preparaba la comida, le pon¨ªa cataplasmas y en la cama le satisfac¨ªa el sexo abrupto, uno llega a pensar en qu¨¦ intrincado laberinto estaba encerrada el alma convulsa de este minotauro. Sucede a menudo.?He aqu¨ª a un artista zafio, machista, depredador sexual que nunca permiti¨® que su mujer le acompa?ara a ning¨²n acto p¨²blico, ni siquiera a una fiesta entre amigos y a la hora de calmar sus celos le dec¨ªa que ella ser¨ªa siempre su preferida y, en cambio, era capaz de extraer de cada movimiento del cuerpo de aquella mujer primaria e inculta una armon¨ªa exquisita que no se puede alcanzar sin una profunda pasi¨®n de amor y conocimiento. Rodin se cas¨® con ella pocos meses antes de morir, despu¨¦s de vivir juntos medio siglo entre sucesivas tormentas. Ella ten¨ªa ya m¨¢s de 70 a?os y para la ceremonia ni siquiera se pein¨® ni se dio polvos en la cara.
En la exposici¨®n de la Fundaci¨®n Mapfre los bronces y m¨¢rmoles tempestuosos de Rodin dialogan con los caminantes metaf¨ªsicos de Giacometti. En este caso, al contrario de lo que sucede con los ¨ªntimos dibujos y acuarelas, las pasiones primitivas del artista forman parte inseparable de su genio a la hora de enfrentarse a la materia, bronce o m¨¢rmol y crear la escultura moderna, pero tambi¨¦n aqu¨ª su obra est¨¢ lacerada por la presencia dram¨¢tica de otra mujer, Camille Claudel, una joven escultora que a los 19 a?os entr¨® a trabajar como aprendiz en el taller del maestro. Ten¨ªa una belleza delicada y un talento extraordinario. Rodin la enred¨® muy pronto en una pasi¨®n salvaje, desordenada y neur¨®tica, que, pese a todo, comenz¨® a dar frutos de primera calidad. Camille era su musa y modelo y le ayudaba a esculpir. Rodin se la apropi¨® por completo, pero el talento de esta artista pronto fue reconocido fuera del taller, lo que destap¨® en ¨¦l una tormenta de celos. En la famosa escultura El beso tal vez era la propia Camille Claudel la protagonista. Esta incipiente gloria de su disc¨ªpula laceraba el ego de Rodin, quien al mismo tiempo admiraba su toque personal femenino como parte de su propia alma. Camille trabaj¨® en las figuras de su obra monumental La Puerta del Infierno, le inspir¨® otros trabajos, que firm¨® ella con el nombre del maestro.
Para la cocina estaba la otra, que le daba de comer de rodillas y en la cama le aplacaba la carne animal. Rose Beuret se quedaba en casa mientras Camille acompa?aba al maestro en las fiestas de sociedad donde era reconocida en p¨²blico como amante oficial y aunque prometi¨® casarse con ella y la embaraz¨® varias veces sin resultado feliz, esta escultora superdotada comenz¨® a darse cuenta de que nunca lograr¨ªa retener a aquel salvaje, al que su esposa ten¨ªa agarrado por el lado m¨¢s ciego e instintivo. La rivalidad entre las dos mujeres lleg¨® muchas veces a las manos, a arrastrarse por el pelo en el taller en medio de las esculturas. A Camille s¨®lo le quedaba despedirse de su maestro esculpiendo su dolor en un m¨¢rmol excelso, L¡¯Age m?r, en la que aparece ella suplicante, con las manos tendidas hacia Rodin y a este d¨¢ndole la espalda arrastrado por un ¨¢ngel caracterizado de bruja.
Con el doble fracaso del coraz¨®n se iniciaron en Camille sus primeros brotes nerviosos, pero su esquizofrenia iba creciendo pareja al ¨¦xito de su trabajo, cada d¨ªa m¨¢s reconocido por la cr¨ªtica. El final de esta escultora es bien conocido. Treinta a?os en un manicomio con los ojos fijos en la pared de enfrente o atada a la cama y despu¨¦s una muerte sin tumba conocida y toda la gloria para Rodin con sus m¨¢rmoles y bronces renacidos de un amor vulnerado y voluptuoso de dos mujeres que le ayudaron. Cuando se contemplan estos dibujos, recortes y peque?os yesos y tambi¨¦n esas esculturas poderosas de Rodin hay que imaginar en este caso hasta qu¨¦ grado de sensibilidad puede el arte sublimar las m¨¢s oscuras pasiones y cu¨¢ntas l¨¢grimas suele ocultar la belleza.
Babelia
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